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UTILIDAD DE LOS EXCESOS*
Sara Sefchovich**

pltkHace algunas semanas le preguntaron a un gobernador en Estados Unidos por qué él tenía un seguro de salud que nadie más podía tener. “Sí pueden —respondió—, todo es cosa de que entren a trabajar al gobierno”.
En mi artículo de la semana pasada dije que en México todo el mundo quiere tener una chamba en el gobierno, pues es el único sitio de trabajo que garantiza que no lo corran, le paguen a tiempo y le den prebendas. Y si bien eso vale para todos los puestos de la burocracia, es particularmente cierto para los niveles altos: gobernadores y presidentes municipales, secretarios y subsecretarios y, sobre todo, para una figura pública de reciente creación que son los defensores y cuidadores de la democracia: consejeros electorales y de transparencia, magistrados y legisladores.
A todos éstos les hemos asignado una tarea que se considera tan importante y necesaria, que hasta les permitimos servirse con la cuchara grande y ser juez y parte de sí mismos.
Si uno se pregunta por qué en México hacemos las cosas de esta manera, no encuentra respuesta. No hay lógica alguna que permita justificar que se gaste de esa manera en un aparato burocrático cuando hay carencias innegables que no se atienden.
Sin embargo, la respuesta aparece cuando se mira lo que sucede en otras partes. Porque resulta que México no es el único lugar en el mundo donde las cosas son de ese modo.
La publicación inglesa The Economist relata que en Francia los parlamentarios ganan sueldos altísimos y reciben más de 70 mil euros cada uno para gastos, que son libres de impuestos y no exigen comprobación. En España el presidente de la región occidental de Galicia, que ya disponía de tres limusinas, se compró una más pero blindada que costó casi medio millón de euros. En Inglaterra un lord mandó a hacer un pabellón flotante para disfrute de sus colegas, cuyos gastos paga el Parlamento. En Italia los diputados le cobran al Parlamento sus gastos personales: desde tintorería hasta clases de tenis. El Parlamento europeo paga más de 90 mil euros de sueldo, más dinero por cada sesión a la que asisten, más contribución a un fondo de pensión, más 50 mil euros anuales para montar una oficina (la pongan o no), más generosos gastos para viajes, todo sin necesidad de comprobación. ¡Y encima acaban de votar para poder mantener secretos sus gastos!
Hay casos increíbles como uno que sucedió en la región económicamente deprimida de Valonia, en Bélgica, cuyos parlamentarios hicieron un viaje de trabajo a Estados Unidos que duró 11 días, de los cuales sólo cuatro fueron de reuniones y los demás de visitas turísticas, y de esas reuniones, una fue con expertos en agricultura de regiones áridas, lo cual más parece una broma de mal gusto en una región cuyo problema es el exceso de lluvias.
O sea que lo que hacen nuestros gobernadores-virreyes, legisladores y consejeros que usan a su gusto los dineros públicos, van y vienen en aviones y autos del gobierno para asuntos privados, se niegan a transparentar el uso de los recursos, reciben sueldos descomunales y prebendas, y se rodean de lo que un analista inglés llama “una clase parásita de consultores, abogados y demás seres afines, cuyas empresas y negocios muchas veces son propiedad de ellos mismos o de sus parientes”, no es excepcional.
Lo anterior nos lleva a la siguiente conclusión: que si el exceso, el derroche y la cuchara grande hacia los políticos están tan a la orden del día en todas partes, es porque alguna utilidad social deben tener, tan importante que la sociedad no los quiere eliminar, con todo y el daño que hacen y a pesar de las denuncias y quejas, contralorías y gabinetes fantasma, ONG y observatorios ciudadanos.
Y para sostener esta afirmación doy un ejemplo de Bélgica que bien puede aplicarse a varios países e incluso al nuestro: en ese país los grupos políticos se odian tanto entre sí que el dinero público se usa para comprar la paz. Lo cual significa, dicho en castellano, que las cosas son así porque a todos conviene que así sean.

* El Universal, 26 de julio de 2009
** Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mx

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