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1028 3 Abril 2012

CRÓNICAS PERDIDAS
Manifiesto visionario
Gerson Gómez

Monterrey.- Pensé que eran los Testigos de Jehová, o el señor del cable, quien llamaba con tanta insistencia a la puerta. O tal vez, la entrega de comida a domicilio del KFC, que siempre llega con una hora y media de retraso.

Nada de eso.

Era un astronauta. Vestido como tal. Con todo y casco puesto. Pásale a lo barrido, le dije, más movido por la curiosidad de saber quién estaba dentro de ese disfraz tan bien forjado.

¿Eres zurdo?; ¿o tú huevo? Neta, qué buena onda con el disfraz. Ahora sí se volaron la barda.

¿No tienes calor?, le pregunté. Estamos a cuarenta grados a la sombra, y dicen las chicas del clima que subirá un poco más.

Sólo movió para ambos lados la cabeza, negándolo todo. No es el zurdo ni el huevo. Sabe quién será.

Se sentó en el sillón de plástico de darth maul, de star wars, que tengo en la pequeña sala de la buhardilla.

Sin levantar la mica nos quedamos en silencio, viendo el uno al otro.

Con las manos  pidió una pluma y un papel. Vamos a jugar al pictograma. Qué buena onda. De seguro es alguien que está viendo cómo reacciono, o de la gente de cámara escondida. Voy a seguirle el juego.

Saqué mi libreta de reportero y el bolígrafo.

Soy tu astronauta de la suerte, escribió en la primera hoja. Te voy a resolver la vida. Puedo cumplir dos deseos.

¿Eres albino o andas de turista?; ¿viajas en primera clase o de turista, interplanetariamente? ¿Ese es tu primer deseo, preguntó?

Espérate, no vayas tan rápido, compadre. Voy a servir una cerveza. Dame chanza.

Mientras tanto voy pensando algo que necesite.

Por un momento, los nobles sentimientos que atormentan el silencio, vinieron al cerebro.

Terminar con la hambruna, el desempleo, la violencia, o una cura para cualquier forma de cáncer y del vih.

Eso sería místicamente inútil. Es como vivir entre dos espacios al mismo tiempo. Entre la sombra y la luz.

Me senté en el otro sillón de star wars, el de darth vader. Abrí la lata y la serví en el tarro congelado.

¿Entonces?, insistió.

Creo que sí. Ejercer tanto poder en un instante me envejeció casi veinte años, en puras preocupaciones filosóficas. Los cabellos negros se convirtieron en canas o se cayeron. Se ajó la piel y los dientes cariados.

Va, le dije, con voz gastada: siempre tener lleno el refrigerador con cerveza, y sin cruda, para que pueda seguir bebiendo sin desfallecer o volverme loco.

Hecho, escribió en la libreta.

Firmó con un garabato imposible de identificar, como si fuera receta médica, lista para llevar a la botica, entregar al dependiente descifrador y esperar en el mostrador que la surtan.

Se puso de pie, no sé cómo lo logró, porque el traje se ve pesado, quizá ya se acostumbró a moverlo.

Se despidió agitando la cabeza.

En medio de la calle, pleno de curiosos, la cápsula con una bandera china.

El inspector de tránsito, ya le había colocado la infracción del parquímetro.

Son órdenes del alcalde, no hay periodo de gracia, argumentó, cuando insistí que perdonara la multa.

 

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pq94

La Quincena N?92


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