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1284 28 Marzo 2013

 

El adorno de mesa
Guffo Caballero

Monterrey.- A Jeannette le gustaron tanto los arreglos de mesa que al final de la boda fue a pedirles a los novios que le regalaran uno. Luis, quien la había invitado como su acompañante, deseó con todas sus fuerzas que se lo tragara la tierra.

El lunes al mediodía, Luis fue a comer a casa de Jeannette, como acostumbraba hacerlo desde que comenzaron a salir, pues su oficina quedaba a unas cuantas cuadras de donde ella vivía. El arreglo floral sobre la mesa del comedor le hizo recordar la vergüenza que había pasado aquel fin de semana en la boda de sus mejores amigos.

Sentado frente a un plato de lentejas y un vaso con limonada, Luis contempló a la Jeannette que se reflejaba del otro lado del jarrón de cristal con flores casi marchitas, como si fuera un mundo paralelo: un mundo en el que ella era más refinada o –quizás– un poco más parecida al modelo de mujer que su familia le había inculcado buscar. “Tu noviecita está medio naca”, le dijo una vez su hermana. Luis le respondió alterado que Jeannette no era su novia.

–Me la pasé muy bien en la boda –dijo Jeannette sonriendo–. Tus amigos son buenísima onda.

Luis permaneció callado y sorbió un poco de lentejas.

–Mira, deja te enseño las fotos de la víbora de la mar: casi me caigo por culpa de los zapatotes de tacón que traía puestos –remató, tomando su teléfono y soltando una carcajada.

Luis permaneció inmóvil mientras ella buscaba las fotos en el aparato. Seguía observando a la otra Jeannette a través del florero. Tanta claridad le impedía ver la transparencia de la Jeannette que no era un reflejo.

@GuffoCaballero

 

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