Condenada al olvido
Lupita Rodríguez Martínez
Monterrey.- Este 20 de noviembre se conmemora el 103 Aniversario de la Revolución Mexicana, iniciada por Francisco I. Madero con el lema de “Sufragio efectivo, no reelección”.
Sin embargo, siendo una fecha de gran trascendencia para los mexicanos, toda vez que el México que nuestros días es producto de ese gran movimiento armado, que tuvo un costo humano de más de un millón de muertos, su conmemoración parece que se busca condenarla al olvido.
Fue una revolución de corte nacionalista, popular, agrarista y anti-imperialista.
Una revolución nacionalista porque proclamó la reivindicación de los recursos naturales del país y la nacionalización de las principales industrias, otrora en manos extranjeras.
Tal fue el caso de la nacionalización de los ferrocarriles, de la industria eléctrica, de los bancos, de la industria petrolera, de los telégrafos y de la telefonía y de una gran cantidad de tierras y minas que se encontraba siendo explotadas por empresarios extranjeros.
Fue una revolución popular porque participaron en forma masiva campesinos, intelectuales, sectores de la clase media y trabajadores a través de la Casa del Obrero Mundial.
Fue una revolución agrarista que reclamó el reparto de tierras a favor de los campesinos, tierras que en aquél tiempo estaban en poder de 300 familias que integraban la llamada “familia porfirista”.
Fue una revolución anti-imperialista porque afectó los grandes intereses de los empresarios extranjeros y limitó sustantivamente la injerencia de gobiernos extranjeros en los asuntos internos de nuestra nación.
Le tocó al grupo de Sonora, capitaneado por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, el diseño del Proyecto de la Revolución Mexicana y le correspondió a Lázaro Cárdenas terminar lo fundamental de este modelo.
Podemos señalar que fue un modelo fundamentalmente keynesiano, al implantar una economía proteccionista que tuvo como base de su desarrollo la construcción de un fuerte mercado interno y con políticas tendientes al crecimiento industrial y la sustitución de importaciones, todo lo cual permitió un desarrollo económico y una industria nacional sólida y fuerte.
El reparto agrario masivo, particularmente emprendido por Lázaro Cárdenas, fue un acto de justicia social y el gran detonante del desarrollo económico de México.
Del 80 por ciento de analfabetas que había en 1910, se ha reducido actualmente al 6 por ciento. Además, crecieron de manera amplia las clases medias; se construyó una industria nacional sólida; de 1935 a 1982 el país creció de manera sostenida, entre un 6 y un 11 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB); el surgimiento del Seguro Social y de los esquemas de salud elevó importantemente la calidad y la esperanza de vida, la cual en la actualidad se ubica en 74 años para el varón y 78 para la mujer; se generó un sistema de universidades e institutos tecnológicos en las 32 entidades de la república, y el nivel económico y social de las grandes mayorías de la población mexicana transitaba hacia un estado de bienestar.
La Revolución Mexicana como tal, como dijo el ex presidente José López Portillo, terminó en 1982, cuando irrumpe el modelo neoliberal, impuesto desde el exterior por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por el Banco Mundial (BM), a través del llamado Consenso de Washington, modelo neoliberal hasta hoy vigente en México.
Empero, las modificaciones legales que con el argumento de tener fines de semana largos, por motivo de los días de asueto contemplados en la Ley Federal del Trabajo, ha llevado a que cada 20 de noviembre y otras conmemoraciones patrias, no sean ya días de asueto obligatorio.
Los desfiles y celebraciones en todos los municipios y entidades del país, pierden fuerza año tras año. Los promotores del modelo neoliberal no sólo están acabando con el proyecto de la revolución Mexicana, sino que también hoy están tratando, en forma alarmante, de llevar al olvido la conmemoración de la Revolución Mexicana.
