TRANSICIONES
Una propuesta sensata
Víctor Alejandro Espinoza
Tijuana.- Bajo el “milagro mexicano” (así llamado al largo periodo que se extendió entre 1952 y 1970, también conocido como “desarrollo estabilizador”, cuando crecimos a tasas del 7 por ciento anual de manera sostenida), la pobreza familiar se valoraba como un mal pasajero si acaso se hacía el esfuerzo para ir a la universidad y obtener un título profesional.
Ser licenciado era garantía de encontrar un buen trabajo y de escalar hacia la clase media. La movilidad social estaba garantizada por la educación. Si bien el milagro económico terminó en los años 70, todavía la palanca educativa nos duró hasta una década después. Pero todavía más, si el empleo se obtenía en el gobierno, el futuro personal y familiar estaba garantizado. Fueron años de bonanza cuando las clases medias crecieron más que otros sectores sociales.
Luego llegó la crisis de los ochentas y las certezas de movilidad social se esfumaron; las exigencias del mercado laboral para los profesionistas cambiaron; ya para los años 90 se nos dijo que el nuevo pasaporte a mejores condiciones de empleo era estudiar un posgrado. Primero la maestría y luego el doctorado, nos darían la certeza de una vida laboral digna. Hoy eso también se ha desvanecido: el posgrado parece haber servido para postergar el momento de incorporarse al mercado de trabajo. Y una vez concluido, la realidad es que no hay empleo. El panorama de la ciencia y la tecnología es desolador, pero según todas las evidencias, la inversión en este rubro es la llave para salir del atolladero económico en el que nos encontramos. Se requieren profesionales altamente capacitados, pero las políticas instrumentadas en las últimas décadas van en sentido contrario al de invertir más en ciencia y tecnología.
La planta de investigadores no se renueva: no se crean nuevos centros de investigación, ni existe un plan de retiro digno para que se renueven los centros existentes. Lo que tenemos es un envejecimiento de los científicos y académicos mexicanos y una hilera interminable de jóvenes que no pueden acceder al mercado laboral. Esto potencializa la llamada “fuga de cerebros”.
Hace unos días, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología anunció que el próximo mes de enero difundirá una convocatoria para contratar a 500 investigadores para sus 27 centros y áreas de investigación del gobierno federal. Esto significará que mediante concurso se contratarán a 500 investigadores jóvenes, incluyendo a mexicanos que se encuentran en el extranjero y que podrán repatriarse. Se trata de una excelente propuesta que habrá que ver cómo se instrumenta.
México debe hacer un esfuerzo enorme para igualarse con otros países que siguen viendo en la inversión en educación la vía para resolver los grandes problemas sociales. Tenemos años escuchando que ahora sí se invertirá lo necesario para aumentar el gasto en este renglón. Pero la realidad se empecina en mostrar lo contrario. En nuestro país solo se destina el 0.4 por ciento del Producto Interno Bruto, en contraste con el 4.3 por ciento que invierte Israel, el uno por ciento de Brasil o el 0.7 por ciento de Chile.
Un buen deseo para este 2014 es que ahora sí se incremente sustancialmente la inversión en educación, ciencia y tecnología. Desde luego, con mucha transparencia y rendición de cuentas. Porque no podemos ser omisos al hecho de que la corrupción también se ha extendido a universidades y centros de investigación. No solo se requieren más plazas y más recursos, sino que sean bien administrados. Hay camarillas que medran en las administraciones con los escasos recursos públicos. Mejorar las condiciones en las cuales se realiza el quehacer educativo en general, y científico en particular, parece ser una buena base para intentar un cambio en el modelo de desarrollo nacional. Sería un asidero que nos brinde certeza en medio de la incertidumbre que pesa sobre las expectativas de los mexicanos.
Víctor Alejandro Espinoza es investigador de El Colegio de la Frontera Norte.
victorae@colef.mx
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