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1505 31 Enero 2014

 

ANÁLISIS A FONDO
Nuevas reglas para la misma democracia
Francisco Gómez Maza

Ciudad de México.- Una vez promulgada y publicada la reforma político electoral más reciente, la aprobada el año pasado, los partidos de la partidocracia gozarán de nuevas reglas de juego que no cambiarán en nada el feo rostro de la democracia mexicana, en la que la clase política  le hace el feo a los ciudadanos con tal de: o mantenerse en el poder, o agandallarse de él.

La reforma político electoral, aprobada por diputados y senadores del PRI como una concesión gratuita a las huestes de Gustavo Madero y de Felipe Calderón, a cambio de la aprobación de la reforma energética –la cereza del pastelote de las reformas estructurales del presidente de la república–, deberá ser promulgada este viernes 31 de enero por el propio Enrique Peña Nieto, en una republicana liturgia en Palacio Nacional, a donde están convocados diputados y senadores de todos los partidos, así como los dirigentes nacionales del PRI, PAN y PRD.

Importante coyuntura la de la promulgación de la reforma política, porque ocurre en la víspera de que sea instalado el periodo ordinario de sesiones en el Congreso, en el cual los legisladores tendrán que aprobar las leyes secundarias, la letra chiquita, de varias reformas, y entre ellas la misma reforma político-electoral.

Menudo lío que están dejando los legisladores a la democracia mexicana. El mayor es la organización de los procesos electorales. Desaparecerá el Instituto Federal Electoral para dar paso al Instituto Nacional Electoral, lo que mete en un brete a la organización de los procesos que culminarán el 2015 con las elecciones intermedias.

Cómo se van a organizar esos procesos, sin reglas concretas, sin un Código Federal Electoral que norme la actuación del INE y que dé certeza de que las elecciones van a ser verdaderas, y justas. Aparentemente en los estados de la federación no debería de haber broncas porque la reforma no tocó a los institutos electorales locales, aunque claro que tendrán problemas, pues sus consejeros deberán ser designados por el consejo del INE (¿consejo?; ¿le llamarán consejo?) para un periodo de 7 años, y en caso de anomalías graves en alguna entidad federada, el INE podría atraer la elección.

Quedan muchos pendientes, como la integración del equipo de consejeros del INE (un asunto egorrosísimo en el que los partidos no siempre trabajan con rapidez porque quieren dejar colocada a su gente); el tema de la permanencia de los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, de 9 a 15 años; la letra pequeña de la reelección de los diputados federales y senadores que lleguen al Congreso a partir de 2015 y 2018; la transformación de la PGR (Procuraduría General de la República) en la Fiscalía Nacional de la República, a partir del 1 de diciembre de 2018, que será “autónoma” del poder ejecutivo, entre otras novedades.

Pero independientemente de los intríngulis de la reforma, la discusión y aprobación de las leyes secundarias, principalmente la elaboración de un nuevo código electoral, los observadores y analistas independientes no esperan cambios de fondo en la forma de hacer democracia en México. Ya todos saben que no se mueve una hoja de un árbol si no soplan Los Pinos. Todo el mundo lo sabe, pero todo el mundo se hace guaje. Y los que alzan la voz sólo la alzan impulsados por los pésimos humores del hígado, como Andrés Manuel López Obrador, que manda al diablo a las instituciones y ahora se acoge a ellas para poder lanzar su partido –el Morena–, hecho que constituye una de las más descaradas incongruencias del tabasqueño.

Pero bueno. La esperanza es que no se les atore nada a los legisladores para que los procesos electorales del año venidero salgan a la medida de la clase política, que en la realidad es la única que le importa a los barones del sistema

fgomezmaza@analisisafondo.com
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