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1519 20 Febrero 2014

 

ANÁLISIS A FONDO
Qué hacer con los pueblos originarios
Francisco Gómez Maza

Una política indígena dominadora
Los políticos no entenderán nunca

Ciudad de México.- Desde que el escribidor tiene uso de razón, hace aproximadamente medio siglo, los políticos vienen diciendo que los mexicanos originarios, los verdaderos dueños de este país, masacrado por la invasión española de hace poco más de 400 años, son marginados, discriminados, explotados; que viven en la extrema pobreza y que hay que integrarlos a la civilización occidental cristiana.

A los indígenas, alegan otros indios revestidos con vestiduras occidentales, pero que por el color de su piel no dejan ninguna duda de que también son indígenas, hay que ayudarlos desde el gobierno; respetar su cultura, su lengua, su idiosincrasia, pero hacerlos consumidores como el resto de la población mexicana.

El INI (Instituto Nacional Indigenista) fue uno de los pioneros de la aplicación de esa política. Para el mundo oficial, para los políticos, los sociólogos, los antropólogos, los educadores del sistema, había que sacar de la pobreza a los indios, de la ignorancia, lo cual significaba integrarlos plenamente a la sociedad; despojarlos de sus vestiduras tradicionales, de su teogonía y teología, de sus usos (abusos) y costumbres.

Gobiernos vinieron y se fueron y los pueblos originarios siguieron ahí, defendiéndose del embate occidentalizado de los políticos. Yo recuerdo que en tiempos del echeverriato, el gobernador de Chiapas, muy ufano, me invitó a la inauguración de viviendas modernas para comunidades indígenas de Los Altos de Chiapas. Inauguró casas construidas de tabiques y  techos de concreto, de un solo cuarto, con cocina, baño, excusado, que serían la solución para la pobreza indígena, según la convicción de don Manuel Velasco Suárez.

Para la inauguración de las viviendas, los agentes del estado organizaron a los pobladores y los convencieron de que dejaran sus chozas tradicionales, con paredes de carrizo, suelo de tierra, fogón al centro y techo de palma. En las nuevas casas vivirían mejor. Llegó el buen doctor, por cierto fundador del Instituto Nacional de Neurología; entregó las casitas a los indios y se fue. Al día siguiente, las casitas de tabiques amanecieron convertidas en gallineros y porquerizas, y los indios regresaron a vivir a sus chozas.

Qué tontos estos indios, lamentaron muchos políticos y científicos sociales del sistema, que no entendieron que el asunto indígena no era problema más que para los demagogos y populistas. Y nada cambió. La pobreza se acentuó, la exclusión y la discriminación se agudizaron. Los años pasaron. Llegó la modernidad, la posmodernidad, y los pueblos originarios continuaron sobreviviendo en la pobreza extrema, sin servicios médicos, sin un sistema escolar que les enseñara a leer y escribir en su propio idioma y no en español, y nadie respetó su cultura, ni su religión. Los curas católicos y los pastores protestantes intentaron convencerlos de que, si no creían en Cristo y la virgen María, se irían al infierno. Y los empleadores les dieron los peores trabajos con salarios miserables.

Los indios se rebelaron de tiempo en tiempo. La más reciente rebelión fue la del primero de enero de 1994, cuando en Los Altos y la selva de Chiapas se levantaron en armas para hacerse ver y escuchar y no para tumbar al gobierno de Salinas y del PRI. Pero los políticos son taimados. Nunca entienden lo que no va con sus intereses personales y de clase. No aceptaron los acuerdos de San Andrés y ahora quieren medio enmendar sus yerros. Pusieron al arquitecto Jaime Martínez Veloz, otrora fiel seguidor de los movimientos de rebeldía indios, para quién sabe qué con los pueblos indios. Lo que tendrían que hacer los diputados es constitucionalizar la autonomía de los pueblos y comunidades originarias. Viven autónomas, pero violando la constitución.

El presidente del Comité del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP), de la Cámara de Diputados,  diputado guerrerense Sebastián Alfonso de la Rosa Peláez (PRD), acaba de anunciar un nuevo intento de entender el fenómeno de los pueblos originarios: se realizará un foro denominado “Derechos Indígenas y Armonización Legislativa”, con el objetivo de tratar la “problemática” que enfrenta este sector de la población. Una vez más conceptualizando la realidad indígena como “problemática”, cuando quienes son el problema son los políticos, que nunca entenderán que las culturas indias son tan importantes, o más, que la “cultura” de una sociedad occidentalizada a medias, precapitalista, exageradamente consumista, e integrada por seres Omega, hechos para la servidumbre.

El foro se realizará el próximo 26 de este febrero (ya mero), en el Museo de la Ciudad de México. ¿Para qué?; ¿para justificar el presupuesto? Imposible que importe mucho ese cantar de que hay once millones de indígenas en México –habemos muchos más, poco más del 10 por ciento de la población–, que “no está siendo atendida como algunos quisiéramos”. Pamplinas. Los indios sólo importan para integrarlos a la sociedad de consumo y desperdicio.

El diputado De la Rosa Peláez, citando cifras oficiales, se muestra preocupado porque el 70 por ciento de “nuestros” pueblos indígenas viva en alta marginación; el 20.8, en baja marginación, y sólo el 8.7 por ciento, en un nivel medio.

Y por qué no mejor no se meten con los indígenas. ¿Por qué no respetar su forma de vida, sus costumbres, su cultura, su autonomía, sus propiedades en tierras, y se colabora con ellos para que se desarrollen como ellos quieren?

fgomezmaza@analisisafondo.com
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