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1528 5 Marzo 2014

 

Minicuentos de mujeres
Eligio Coronado

En La estética del relámpago. De mujeres*, Felipe Garrido reúne un discurso sobre el cuento breve y setenta y siete muestras de este género con protagonistas femeninas.

Garrido (Guadalajara, Jal., 1942) es ampliamente conocido en el medio como escritor, editor, investigador, académico, periodista, traductor, antólogo, conferencista y catedrático. Ha publicado más de 30 antologías y más de 60 libros de cuentos, ensayos y cuentos para niños. Desde enero de 1984 escribe cuentos cortos.

Para un escritor es difícil escapar a la seducción del texto breve. Cualquiera que sea el género (poesía, cuento, aforismo, etc.), la pluma siempre cede a su influjo. Y todos teorizamos sobre ellos: “Un cuento corto no tolera adiposidades. Toda palabra que no sea indispensable, sobra” (p. 18).

¿Y cómo son los minicuentos de Garrido? El autor los cultiva en un campo gramatical de diecisiete renglones en promedio, se esmera al reescribirlos y repasa minuciosamente la escala temática conocida sin agotarla: eróticos, románticos, campiranos, infantiles (sobre todo), terroríficos, etc.

A pesar de que los cuentos de esta extensión deben culminar sorpresivamente, no siempre ocurre así con estos textos garridanos. La mayoría se deshacen como pompas de jabón, dejándonos con la sensación agradable de que la manufactura es rigurosa, pero el autor sabotea los finales.

Sus desenlaces suelen ser demasiado sutiles, cuando no vagos, dejando que el cuento se diluya en estampas, bosquejos o pretensiones. En suma, en una historia que no acaba de cuajar. ¿Será que la violenta realidad nos ha distorsionado la percepción?

Por ejemplo, en “Una lavandera” el protagonista masculino observa a una mujer lavar ropa de noche. Después de ver todo su esfuerzo, el hombre cierra el texto diciendo simplemente: “Mis ojos en la noche la miraban. Yo no oía el rumor de la ropa en sus manos. No oía su canción” (p. 65). Y en “La mujer del manto” un hombre abraza a la muerte e intenta besarla, pero enseguida el autor concluye el cuento anticlimáticamente: “pero lo que pasó entonces es otra historia” (p. 103).

¿Habrá algo más decepcionante para el lector que ser abandonado en medio de la nada textual? ¿En ser echado de una historia que al principio (se supone) pretendió captar su interés? Es cierto que el autor siempre tiene la última palabra, pero debería también tener la gentileza de darles un remate memorable o al menos digno, no sólo por el texto sino también por el lector, lo cual ocurre sólo ocasionalmente, como en “Paulita”, donde la protagonista le lleva claveles rojos al mujeriego, bebedor y desobligado de su marido. El final lo explica todo: “Antes de irse los acomodaba, que no estorbaran para leer la lápida” (p. 92). Y en “Sean buenos”, donde una madre arropa amorosamente a sus hijos, les apaga la luz y le echa llave a su puerta. El niño que hace el relato nos comunica el desenlace insospechado para su edad: “Luego siento cómo llega el elevador y una voz que no conozco y la risa de mamá” (p. 102).

* Felipe Garrido. La estética del relámpago. De mujeres. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2013. 120 pp.

 

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