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1630 25 Julio 2014

 

Guerrillero urbano
Miguel Treviño Rábago

Reynosa.- Hace muchos años quería ser guerrillero. Estaba convencido que por la “vía legal” nada podía cambiarse en México. El PRI cometía (como lo vuelve a hacer ahora) toda clase de abusos de poder, imposiciones, crímenes, represiones, fraudes electorales, saqueos, despojos, etcétera. Era un estudiante normalista “idealista”, por no decir un iluso que admiraba a los profesores convertidos en guerrilleros, como lo fueron Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, que ya andaban trepados en la Sierra de Guerrero luchando contra el mal gobierno.

Así que junto con tres amigos más buscamos “asesoramiento” con un destacado Maestro reconocido por su ideología de izquierda y su amplio conocimiento de la Historia de México. Su nombre era Lorenzo Luna Curiel, allá en Nuevo Laredo. Era un hombre destacado, corpulento, serio, parco pero contundente para hablar y sobre todo visionario. Recuerdo que nos recibió en su casa a deshoras y nos atendió con amabilidad. Nos dio una cátedra de los significaba tomar las armas y enfrentarse a un gobierno represivo y dictatorial a cargo del PRI, que ya para entonces había ordenado asesinar a muchos líderes sociales y a otros los mantenía encarcelados.(Como el estimado lector podrá notar, el PRI siempre ha sido el mismo.)

Convencidos de irnos de guerrilleros, hicimos un juramento los 4 amigos frente al Monumento a Juárez, en aquella ciudad fronteriza. Nos iríamos a la sierra y lucharíamos hasta derrocar al PRI-Gobierno. Iniciamos una serie de entrenamientos físicos a orillas del Río Bravo. Sólo faltaba determinar el día para subirnos a un autobús y llegar hasta Guerrero. El convencimiento de que “por las buenas” nada conseguiríamos era total. Las lecturas incluían textos de luchas revolucionarias, guerrilla, tácticas de lucha popular y adoctrinamiento, artes marciales que practicábamos a diario, lectura de noticias relacionadas con Genaro, Lucio, el Che Guevara, movimientos estudiantiles, luchas populares, periódicos clandestinos, etcétera.

Por alguna razón que no recuerdo, y cuando ya estábamos más que listos para irnos, el licenciado Carlos Enrique Cantú Rosas (q.e.p.d.), que era un destacado líder político primero del PRI Juvenil y luego del PARM, nos mandó buscar por todo Nuevo Laredo. Nos localizaron y nos llevaron con él; desconozco cómo supo de nuestras intenciones. Y nos dijo: ¿a dónde creen que van, pendejos?; los van a matar, ustedes no saben nada, ni siquiera han disparado una pistola con balas de salva, etcétera, etcétera. Como se dice, nos barrió y trapeó. Y nos cortó las alas. Él mismo mandó al diablo al PRI poco después y nos invitó a participar en el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), donde canalizamos toda nuestra rabia contra el PRI, hasta propinarle sendas derrotas en diferentes municipios de Tamaulipas.

Hasta allí llegaron nuestros sueños guerrilleros. Nos volvimos a instalar en la “vía legal” y el PARM se convirtió en la segunda fuerza política del Estado. Se sucedieron los triunfos en alcaldías, diputaciones locales y federales y Cantú Rosas se convirtió en nada menos que Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PARM. Y allá fuimos a dar al DF como miembros del CEN del partido de “la casita blanca”. Recuerdo que tenía nombramiento de Secretario de Acción Popular. Ya desde allí nos disponíamos a “cambiar” el país y nuestros héroes de bolsillo y medallita eran Villa y Zapata.

Cantú Rosas fue dos o tres veces diputado federal y Alcalde de Nuevo Laredo (por el PARM) y líder nacional. Un servidor ganó la Presidencia Municipal de Reynosa y me despojaron de la misma los priístas que apoyaban a Rodolfo Garza Peña, con la complicidad del gobernador Enrique Cárdenas González. Tamaulipas estaba incendiado en varios municipios, con bloqueos de carreteras y miles de parmistas marchando en caravanas hacia Ciudad Victoria. En Mante asesinaron a dos activistas y desde Gobernación nos amenazaban con mandarnos a la cárcel si no aceptábamos las imposiciones del PRI. No cedimos y no lo consiguieron. No nos reconocieron triunfos pero no “sentaron” tampoco a sus candidatos. Al PRI ya no le teníamos miedo. Comprobamos que sí se le podía derrotar cuando el pueblo se lo propone. Hasta la fecha, cuando el pueblo sale a votar... pierde el PRI.

La decepción llegó en el trienio 1981 a 1983, cuando me convertí en Diputado Local por el PARM, en el Congreso del Estado de Tamaulipas, en las Quincuagésima Primera Legislatura, a la que pertenecieron entre otros priístas, Miguel Valdes Revilla, Ramón Durón Ruiz (“El filósofo de Güemes”), Agustina Cruz de Mora, el doctor Moisés Malpica, el líder del SNTE, Filemón Salazar Jaramillo, Darío Hernández, el petrolero Eduardo Vela Aguilar, el cetemista José María Morales, etcétera; y por el PARM estábamos los profesores Homero Ochoa Gutiérrez, José de la Paz Bermúdez, Fernando Paulín Torres y un servidor. El Partido Socialista de los Trabajadores (PST) logró colocar un diputado, en la persona del amigo Juventino López Ruiz. En total éramos 13 del PRI y 5 de oposición, en total 18. Nunca una legislatura había tenido tantos diputados de oposición. La decepción fue que a los largo de tres años, una y otra vez los priístas nos aplastaron en todas las votaciones. Y la justificación era “tenemos línea” de allá arriba. Una vez más la “vía legal” nomás no funcionaba, como no funciona hoy en día. El PRI aplasta. No convence, no dialoga, impone y arrasa autoritariamente.

Cuando llega Vicente Fox a la Presidencia en el año 2000 con la bandera del PAN y echa fuera del Palacio Nacional al PRI, resurge mi esperanza. Aunque no era simpatizante del PAN, por fin podía ver algo que había soñado toda la vida: la derrota del PRI. Había júbilo en todo el país. Ya para entonces el PARM y el PPS habían desaparecido como partidos políticos, en represalia por haber apoyado a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, como contrincante del mafioso Carlos Salinas de Gortari. Pero Fox nos engañó a millones de mexicanos. Fue un auténtico fiasco en la Presidencia y dejó intactas las estructuras del PRI. Poco a poco observamos cómo la familia Fox-Sahagún-Bribiesca se dedicaron a enriquecerse y a saquear el país, dejando en la impunidad muchos crímenes cometidos por los priístas. Su triunfo fue legal, pero su desempeño fatal.

El fraude cometido por Fox en contubernio con autoridades electorales para imponer (al estilo priísta) a Felipe Calderón y cerrarle el paso a López Obrador, fue otro duro golpe a la democracia mexicana. Otra decepción más, pues quedó evidenciado que los panistas, al igual que los priístas, no respetaban las “vías legales” con tal de quedarse con la Presidencia. Felipe Calderón se enfundó en una chamarra militar y lanzó al Ejército Nacional a las calles; primero para legitimarse, pues el fraude era descarado y luego sumió en un baño de sangre al país, dejando 100 mil mexicanos muertos en todo el territorio nacional, al desatar una “guerra” civil sin consultar al Congreso ni a nadie. Su gestión macabra bien vale un juicio político porque nadie se ha propuesto sentarlo en el banquillo de los acusados como un “criminal”, como ya ha sucedido en otros países de Sudamérica. Son 100 mil muertes las que debe Felipe Calderón Hinojosa, que hoy cobra como catedrático universitario en Estados Unidos, donde goza de la protección de el gobierno norteamericano, al que sirvió incondicionalmente rayando en el servilismo.

El espacio nos ha obligado a dar grandes saltos en esta historia, que sigo sin plasmar con muchos detalles y anécdotas en un libro que está escrito a medias. El caso es que al llegar al triste regreso del PRI autoritario, otra vez al Poder en México, observando el comportamiento traicionero y cínico de diputados y senadores del PRI, PAN, Verde Ecologista, Panal y en cierta medida hasta del PRD, me doy cuenta que la “vía legal” nunca fue una opción válida para México. El problema hoy es que ya tengo 65 años y ya no puedo irme de guerrillero, porque ya me convencí de que México requiere de un cambio radical que sólo puede provenir del verdadero pueblo. Una cuarta revolución popular para cambiar las estructuras de la República que están podridas hasta los cimientos. La “vía legal” está agotada y está demostrado con las “reformas” que despojan a México de lo poco que le quedaba. Ahora viene la invasión de los extranjeros y la pérdida de territorios completos cuyos moradores van a ser arrollados y atropellados. Nos han vendido como mercancía. El suelo y los hidrocarburos de México han sido puestos a remate.

Al ver hoy todo lo que sucede, me acordé de mis aspiraciones de ser guerrillero, cuando era un joven estudiante normalista. Y compruebo que no estaba equivocado cuando pensaba que por la “vía legal” no se podía salvar al pueblo. Lamento no haberme ido de guerrillero, tal vez ya estuviera muerto, pero al menos hubiera sido fiel a los mismos principios que me sostienen y sostengo: el pueblo de México ha demostrado en la Independencia, la Reforma y la Revolución que todo tiene un límite. Y aquellos que una y otra vez han intentado entregar el país a los extranjeros, han terminado fracasando porque la Patria no se vende, la Patria se defiende. Ha llegado el momento de tomar decisiones enérgicas pero necesarias. La “vía legal” está agotada.

trabago49@hotmail.com                  @migueltrabago

 

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