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1645 15 Agosto 2014

 

MUROS Y PUENTES
Sin Justicia No Hay Paz
Raúl Caballero García

Dallas.- No es que reaparezca el racismo, nunca se ha ido. No es que resurjan las viejas tensiones raciales, nunca han desaparecido. No es que se desentierren las vergonzosas prácticas del pasado, compuestas de hostilidades, odio, abusos e injusticias, éstas nunca, nunca han sido enterradas. Los conflictos que hoy en Ferguson, Missouri, enfrenta la comunidad afroamericana ante un nuevo caso de brutalidad policiaca son los de toda la vida, por eso se presentan la ira y la indignación.

El asesinato del joven Michael Brown, se da en una escena que bajo otras circunstancias parecería increíble, lo que saca escozor es que la única explicación posible es el odio, el autoritarismo desorbitado de un oficial que se ensaña contra una víctima; o de qué otra manera explicarse que lo asesina, le dispara no una sino varias veces, a pesar de que antes el chico le grita que no estaba armado... además se había hincado y había levantado sus brazos en total indefensión, pidiéndole al policía que no disparara.

Esa escena se desprende de toda la información que ha sido expuesta desde los hechos (el pasado sábado). De otra manera no estarían (hasta el momento de escribir estas líneas este jueves por la tarde) resguardando al policía y ocultando su identidad... lo que, ciertamente, propicia mayor descontento porque tal cuales, los procedimientos de las autoridades dejan abierto el flanco de la impunidad, sueltan un tufo de inequidad.

La ola de disturbios en protesta ante la nueva injusticia crece –me parece– porque las autoridades se quedan en la opacidad. Al paso de las horas y los días la indignación siguió creciendo. Los fotógrafos de prensa captaron las imágenes, contrastantes, de comunidad y policías. El vandalismo –enmedio del dolor y la ira de una comunidad que una y otra vez enfrenta injusticias– es un contundente signo de la impotencia, de rabia y frustración ante el poder y el abuso. Están cansados de que la justicia en casos así nunca aparece. Se lanzan a saquear, a incendiar, hasta el sometimiento y las detenciones.

Las imágenes, decía, por un lado están los vecinos quejándose contra la presencia policiaca, vemos a los policías fuertemente armados, preparados con perros y equipos militares. Cientos de personas solidarias con los padres del chico Brown gritan consignas en el rostro de los policías: “Si no hay justicia, no hay paz”, levantan sus carteles, marchan con el luto a cuestas en tanto cientos de policías antidisturbios están esperándolos, armados con rifles y macanas. Las divergencias derivaron en los enfrentamientos. Las embestidas se dan, se han dado repetidamente, desde el sábado. Los vecinos han recibido golpes y represión, gases lacrimógenos, granadas de humo, pero el descontento no amaina.

El presidente Barack Obama lanza exhortos de pacificación, pero las tensiones no cejan; el procurador federal Eric Holder sale a decir que está preocupado porque la policía porta equipo militar, pero las fuerzas policiacas no retroceden. Los manifestantes corean “Manos arriba, no dispares”, tal como lo hizo el joven Brown, según su compañero Dorian Johnson y otros testigos, pero los antimotines responden con balas de goma. Los manifestantes lanzan bombas molotov y los policías responden.

Uno repasa los acontecimientos y también siente pena y enojo. Johnson aparece en televisión relatando que él y su amigo caminaban a casa luego de ir a una tienda; entonces un policía les ordena que no caminen por la calle, que se suban a la banqueta. Ellos siguieron caminando, pero entonces el policía los regaña con dureza, primero desde la patrulla y luego se baja. El oficial hace un primer disparo, los muchachos corren asustados. Dispara otra vez. Johnson explica: “Mi amigo sintió un balazo y se dio vuelta, levantó los brazos, comenzó a inclinarse pero el oficial siguió disparando, varias veces”. Ante las cámaras de una televisora local, Johnson dijo: “No le hacíamos daño a nadie. No llevábamos armas”.

La versión del jefe de policía de Ferguson, Jon Belmar, dijo que un acompañante de Brown empujó al policía contra la patrulla, que forcejearon antes de los balazos. No lo ha vuelto a repetir. No se sotiene esa versión, pues testigos no relacionados con Brown han narrado versiones similares a la de Johnson.

Hasta este jueves las protestas no amainan. Es una comunidad levantada por un nuevo caído y el dolor de siempre. Como dijo una mujer en una de las primeras manifestaciones: “Ya no sólo es el asesinato, es un genocidio contra los jóvenes negros”. La muerte de Michael Brown es la más reciente de una espiral que a cada vuelta desencadena estos enfrentamientos de injusticia-indignación.

Hace un par de años, en 2012, Trayvon Martin cayó muerto a tiros por un guardia de seguridad en Stanford, Florida. El asesino fue declarado inocente. En Nueva York, en 1999, policías acribillaron a Amadou Diallo, argumentaron que lo confundieron con un violador. Fueron absueltos. Antes, en 1992, Rodney King muere por una golpiza de policías, golpiza que fue videograbada y difundida. Fueron absueltos, lo que generó una ola de violencia que dejó decenas de manifestantes muertos. Las escenas de estos días anticipan que “si no hay justicia, no hay paz”.

 

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