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1743 31 Diciembre 2014

 

 

Margarita Arellanes y el arte de empujar elefantes
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Cuando se tiene el control del órgano electoral y recursos de peso para inclinar la balanza, un operador puede darse el lujo de fintear con sus contrarios, sin negociar en el fondo con ninguno. Es posible incluso provocar el voto diferenciado.

Así lo manejó hace casi seis años Natividad González Parás, gobernador, impulsando a Rodrigo Medina, candidato y metiendo en un campo minado al gallo priista para Monterrey, Abel Guerra. Fue una jugada predecible de jaque mate: hizo ganar al que quiso, e hizo perder al que quiso.

Margarita Arellanes no es política novata. Pero no tiene el control del órgano electoral ni recursos de peso propio para inclinar la balanza a su favor. Hace meses perdió sus fichas rojas. Y algunos medios masivos que suponía aliados, le dieron la espalda.

Así, ocupaba aliarse con figuras populares. En su frágil condición, no puede darse el lujo de desdeñar compañeros de viaje que le reditúen votantes. Necesita un candidato fuerte en Monterrey, Guadalupe y Apodaca para sumar sufragios, sin jugársela al voto diferenciado. Si no pacta, no avanza.

Respaldar a Iván Garza como su alfil en Monterrey fue una decisión arriesgada. Pocos lo conocen a pesar de los espectaculares y su campaña abierta como presidente del PAN regio. Y en política, pocos es sinónimo de nadie.

Pero en vez de arreglarse con prospectos ganadores, Margarita prefirió empujar a un elefante blanco: su paquidermo de casa. En vez de aliviarse la carga, se echó otro fardo más al lomo. Para ganar Nuevo León a Margarita le estorba el lastre de Iván Garza. Aunque no lo sepa, durante la campaña le va a pesar. Literalmente.

No le será fácil a Margarita vencer al candidato a gobernador del PRI, tan sobrado de recursos. Batallará en la contienda interna con Madero, exalcalde de Monterrey.

Tampoco le será fácil torear a los otros aspirantes de su partido a las alcaldías, con los que públicamente pintó su raya. No cerró trato con Felipe de Jesús Cantú. Y menos con Mauricio Fernández. En política, no puedes evitar tener enemigos. Pero sí escurrir el bulto. Margarita, en cambio, los carga en andas.

 

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