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1804 26 Marzo 2015

 

 

Con leña de mezquite
César Morado

 

Como si llegaran a buen puerto mis ansias,
como si hubiera dónde hacerse fuerte…
Ven a poblar el zócalo de ojos,
ponle al sordo voz y alas al cojo…
Canción “Como un dolor de muelas”
[Joaquín Sabina/ Subcomandante Marcos]

 

Monterrey.- Primer tiempo. El lugar se llama Los Portales, se ubica en el centro de la ciudad de Veracruz, sitio obligado para los turistas donde calman el calor y la sed. Sabedores de que el hambre es canija, pero más pa'l que la aguanta. Nos apostamos en una de las mesas y empezamos a combatir la sed y el sofocante calor del puerto mientras la noche avanzaba.

Llegó un momento en que el espacio de la mesa fue insuficiente para albergar los envases. Al calor de la música y del bullicio del puerto, el más estridente de los acompañantes le exigió al grupo de fara fara que amenizaba: ¡échate el corrido del general Jesús Ávila! El acordeonista titubeó, pero siguió maniobrando su acordeón de botones, como buscando los acordes, recordando la letra. La respuesta nos sorprendió y nos tumbó de la risa: “yo sí me lo sé, pero al de la guitarra se le olvida.”

Sucede que este amante de los corridos está cumpliendo sesenta años de edad y treinta de laborar en el Archivo General de Nuevo León. Nació en 1955 en Nochistlán, al sur de Zacatecas, lugar fundado en 1532, mucho antes que Monterrey –nos presume– y donde además fue fundada por primera vez la ciudad de Guadalajara, para luego ser trasladada al valle de Atemajac. Un lugar que por su riqueza histórica  ha sido declarado recientemente pueblo mágico y al que nuestro homenajeado ha visitado recientemente.

El origen del nombre
Seguramente ustedes en algún diccionario biográfico han visto a un tal J. Jesús Ávila Avila. No conocemos bien a bien la verdad, pero nació el 23 de marzo en el seno de una familia católica, día en que se celebra a San José Oriol, santo católico del siglo XVI, de nacionalidad española. Nosotros creemos que esa J es de José, aunque habría que preguntarle al oficial del registro civil.
Posteriormente la familia Avila, como muchas, se trasladó a Monterrey.

Creció en la colonia Moderna, barrio de sugestivo nombre, que nucleaba numerosos migrantes de San Luis, de Zacatecas, de Coahuila. En ella se instaló una peluquería, atendida por sus hermanos, punto de socialización y de discusión de las ideas imperantes e imperiales. Pasarela de los personajes más disímbolos del barrio. De niño nunca se quejó de los baches, los charcos de su calle fueron motivo de fiesta en el barrio, nada más emocionante que saltarlos. Estudió en la escuela pública y estrenó los libros de texto gratuitos, que luego investigará como historiador. Practicó el futbol, y pronto se dio cuenta de que no sería el Garrincha que el mundo esperaba, pues en el intento se rompió una pierna. Sus pies descalzos corrieron por la calle que se fue ampliando. Un día llegó hasta Leningrado. Eran los tiempos de un mundo bipolar y la opción socializante era la utopía de los jóvenes. Aquí tenemos –en la audiencia– algunos, ahora menos jóvenes.

Recordemos que Avila nació en 1955. El año en que nació, Juan Rulfo publicó Pedro Paramo; Navokov, su legendaria Lolita; Marcuse editó Eros y Civilización; y en los cines se estrenó Rebelde sin causa. Ávila sería más bien rebelde con causa. Con diferencia de dos años, bien podría cantar el desencanto de una generación: Yo también nací en el 53, como tú crecí con el yesterday, no me pesa lo vivido, me mata la estupidez de enterrar un fin de siglo distinto del que soñé.

Segundo tiempo
Al retornar de la utopía. El retorno a casa con todo. Emergen las preguntas. ¿Quién me ha robado el mes de abril? ¿Cómo pude sucederme a mí?... lo guardaba en el cajón, donde guardo el corazón. Pero Ávila había olvidado ya el catecismo de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora: Ahí donde estuviese vuestro tesoro, ahí estará también vuestro corazón. A esa altura del partido el problema son los besos que no has dado y más para Ávila, un abrazador por antonomasia, hombre al que hay que avisarle si andas enfermo de la espalda antes de saludarlo. Algunos ya no estaban para recibir los abrazos. Y ahora: ¿Adónde ir cuando no quedan islas para naufragar?

Tiempo de reinventar el universo emotivo. Unos amigos estaban en la cárcel, otros en el gobierno que antes combatían. Tiempo de sentar cabeza, fundar una familia. Ella de pidió que la llevara al fin del mundo. El puso a su nombre todas las olas del mar. Del árbol plantado han nacido dos ramas y nacerán otras para preservar la estirpe. Tiempo de que el vaquero urbano se convierta en cocinero con leña de mezquite.

A lo largo de su vida ha combinado dos facetas: la de archivista y la de historiador. Quizá es la primera la que más disfruta. Siempre llega puntual al trabajo, hasta en los lunes difíciles, cuando sus queridos Tigres han sido vapuleados y arrecia la carrilla laboral. Conoce que los archivos reúnen el adn de los pueblos, resguardan lo mejor y lo peor de las sociedades a lo largo del tiempo. Constituyen auténticas cápsulas del tiempo abiertas a todas las épocas; por tal carácter los archivos fueron durante tiempos antiguos para el uso de la clase sacerdotal o dirigente; recordemos cómo en El nombre de la rosa, la novela de Eco, el protagonista descubre que los crímenes obedecen a la existencia de un libro envenenado, el libro segundo de la poética de Aristóteles.

Como archivista, Ávila ha sido autor de por lo menos 5 catálogos; quizá el más complejo ha sido Papeles que hablan de la guerra, donde se reseñan en 2 mil 500 fichas los documentos relativo a lo ocurrido en Nuevo León durante la Guerra México- Estados Unidos. Está publicado en tres tomos y reúne documentos de 10 archivos. Nada más complicado y doloroso que estudiar la guerra. La descubrimos en toda su crudeza. Sólo le pido a Dios, que la guerra no me sea indiferente, es un monstruo grande, pisa fuerte.

Actualmente, Ávila es coordinador de Archivos Contemporáneos. Por su tarea de archivista ha recibido el más alto reconocimiento que otorga el gobierno mexicano, a través del Archivo General de la Nación: la Mención Nacional al Mérito Archivístico. Ha participado en el rescate de archivos municipales y brindado capacitación a otros colegas del sector público. Hace unos meses brindó capacitación a un grupo de 170 enlaces de transparencia, es decir, a colegas archivistas que manejan archivos en 170 direcciones del gobierno estatal. Su trabajo no se restrinje sólo a los acervos que ya están en la sede de Juan Ignacio Ramón, sino a orientar sobre el manejo de documentos en todo el gobierno estatal. Se trata de una tarea, ingrata, incomprendida y casi siempre a cuesta arriba, pues los altos funcionarios siempre han sido fieles a la filosofía de corte bronquista: que no quede huella, que no, que no. Mucho antes de que llegaran los tiempos de la transparencia y la rendición de cuentas, Ávila ya había sido ponente en numerosos congresos nacionales de archivos planteando una demanda histórica: abrir los archivos a los ciudadanos.

Por años no hubo respuesta; el argumento estatal era que sólo debían consultarse los documentos históricos, es decir los que tuvieran más de treinta años de antigüedad. Hoy, gracias a la tarea de muchos archivistas como Jesús Ávila, los archivos contemporáneos son de carácter público, excepto cuando son reservados o confidenciales, pero no llega al 5 por ciento del universo de la información. Una de sus contribuciones es haber salvado de la picota los archivos judiciales de la época de la guerra sucia en Nuevo León. No obstante haber recibido orden superior de destruirlos, logró preservarlos y ponerlos a disposición de la Comisión de la Verdad, misma que se constituyó para investigar estas heridas abiertas de la vida política de México. Recientemente participó en la comisión redactora para una Ley General de Archivos, que le urge a Nuevo León.

Como historiador, destaca su participación en el Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución, en la obra Los municipios de Nuevo León, en un buen libro sobre la Historia de Lampazos, municipio del que es devoto visitante; y recientemente, en una Historia de la Facultad de Agronomía.

Una de las cosas destacables en Ávila es su pasión para disfrutar los fenómenos del mundo. Valorar lo mismo el amanecer junto al Cerro de las Mitras, o un ocaso bajo una nieve cubierta de Praga. Lo mismo el Archivo Municipal de Abasolo, que la riqueza documental de la Biblioteca Nacional de Francia, paradigma del archivo moderno en occidente. Disfrutar del instante como si se tratara de una cotidianeidad encomiable.

El alargue
En la jerga futbolística el tiempo de compensación es para recuperar el tiempo que se perdió. El tiempo desperdiciado a lo largo del juego. Es el tiempo más tenso y definitorio. Los jugadores se esfuerzan al máximo para alcanzar los goles que no metieron en el tiempo regular. En el caso de Ávila, no sólo queremos que viva con intensidad el alargue, queremos que el partido de su vida se vaya hasta los tiempos extra, incluso hasta los penales, peleando por la vida, o mejor aún, asumir que la eliminatoria es a dos juegos, que sólo ha vivido hasta ahora el partido de ida, que faltan todavía los 90 minutos del partido de vuelta y que será aún mejor, pues se juega de local, se juega en casa.

Debemos estar tranquilos, apenas son tus primeros 60 años y como dice Sabina, el traje de madera que estrenará no está siquiera plantado, el cura que ha de darle la extremaunción no es todavía monaguillo. En síntesis, tenemos todavía mucho que celebrar. Tenemos archivos, Cuba sí-yanquis no, tenemos memoria, tacos de La Mexicana, dolores de muela, máquinas 501 que corren por Sonora; tenemos gambetas, lennon y McCartney, acordeón de botones, torres de babel, plaza de Colegio Civil, cenizas de revoluciones, en-manos libres-siempre libros; tenemos Penélopes y quirófanos; tenemos familia; tenemos amigos.

Hacemos votos para que Jesús Ávila siga cabalgando su Siete Leguas imaginario, rumbo a la Mesa de Catujanes, poblada de leyendas y mezquites, alimentándose por el camino de pinole y carne seca, como sus abuelos chichimecas, como el último de los lipanes.

* Discurso pronunciado en el Homenaje a Jesús Ávila Ávila, organizado por la Uanl, en el marco de la Feria del Libro UANLeer, Sala Zertuche, 15 de marzo de 2015.

 

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