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1826 27 Abril 2015

 

 

El discurso de Jorge Ramos y la defensa de la libertad
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- El escenario en el que Jorge Ramos recibió el reconocimiento de Times Magazine como uno de las cien personas más influyentes en el mundo, no podía ser mejor para que expusiera sus convicciones sobre México.

Y así, sin la cortesía de reconocer la investidura presidencial, habló para que lo oyera el mundo o al menos Nueva York, que tanto preocupa a los gobernantes latinoamericanos: Señor Peña Nieto: comprar casas de contratistas y luego darles millones de dólares en contratos, eso es corrupción, por eso tanta gente quiere su renuncia y no nos vamos a callar.

Ese pronunciamiento directo y duro me recuerda la última entrega de los Oscar, cuando Alejandro González Iñárritu, el director de la película Birdman afirmó con el pulso del país en sus manos: Quiero dedicar este premio a mis compatriotas mexicanos; a los que viven en México, rezo por que podamos construir un gobierno que esté a la altura. Y antes fue Alfonso Cuarón, quien el 28 de abril del año pasado, planteó diez preguntas al Presidente de la República, cuestionando la eficacia de su gobierno y exigiendo un calendario de los beneficios de las reformas estructurales.

Y aunque el Presidente Peña Nieto respondió a ambos directores de cine, sus respuestas no dejaron a muchos satisfechos, especialmente por la que dio a Iñarruti cuando deslizó una crítica por hacer su trabajo cinematográfico fuera del país.

Hay que esperar la respuesta a Jorge Ramos, que si es congruente remitiría a Angélica Rivera para satisfacer las dudas del periodista de Univisión. O, quizá ya vino de otra manera, cuando habiendo una resolución de un juez federal que llamaba a dialogar a las partes del litigio MVS-Aristegui en aras de garantizar la libertad de expresión, un tribunal (el mismo día en que Ramos era galardonado y sostenía el señalamiento directo al Presidente), dejaba sin efecto la resolución del juez, consumándose con ello un golpe rotundo no sólo contra Carmen Aristegui, sino contra la libertad de expresión y el derecho a la información.

Con ello está más que claro cuál es el problema de fondo entre estos personajes ilustres de la vida pública mexicana y el Presidente de la República. Los primeros exigen un México sin corrupción y con total apego a la ley, mientras el segundo, la conservación del status quo. Aquellos reclaman la preservación de libertades, en el segundo cada vez es más grande su tentación autoritaria. 

Es el dilema que México tiene que resolver para transitar hacia un nuevo tipo de sociedad donde se preserven derechos o de lo contrario se extenderá esa mezcla de privilegios y autoritarismo institucional. Se impondrían las fuerzas más conservadoras sobre la vida pública.

Pero Ramos no se queda ahí: ve a los dreamers, ese colectivo de jóvenes estudiantes latinos que llegaron con sus padres ilegales de niños o adolescentes a los Estados Unidos y han estudiado en las instituciones públicas estadounidenses, y ahora reclaman ser reconocidos para continuar viviendo en ese país, que recordemos es lo que es por los migrantes de todo el mundo. 

Además, la mayoría de los dreamers son jóvenes mexicanos, que ante la falta de oportunidades de sus padres un día abandonaron la patria y eso para Jorge Ramos representa una gran pérdida: Es muy difícil ser un inmigrante porque tienes que dejar todo (…) Usted sale de su casa, de su familia, de sus amigos, de su cultura, de su idioma y a veces de su alma”.  

Y ese es el otro reclamo que Ramos hace a los políticos mexicanos, incapaces de generar oportunidades del tamaño de las necesidades del país. Que no solo es el reclamo de los que viven del otro lado de la frontera, sino de millones de jóvenes que ante la dureza para ingresar a territorio estadounidense han visto desaparecer una válvula de escape para mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias, como antes lo fue para generaciones de mexicanos.

Pero, todavía más, Ramos, que ha estado en cinco guerras y ha entrevistado a profundidad a la mayoría de los líderes contemporáneos, señala a la Venezuela de Nicolás Maduro, donde a la oposición se le encarcela y somete a juicios injustos. O se les lleva al exilio. El único pecado de aquellos disidentes del régimen chavista ha sido precisamente disentir de las posturas del poder. 

Asumir que todas las voces pueden caber en un país. Que entre todos pueden construir una gran nación.

Y, justamente, es lo importante de voces como la de Ramos, que desde los principales foros internacionales exhiben no sólo la pobreza de sus países, sino las injusticias que se cometen en aras de valores inexplicables en un sistema pretendidamente democrático.

Ante estas muestras de dignidad profesional y convicciones simplemente humanitarias, las respuestas del poder y sus personeros, frecuentemente son de un cinismo y una mezquindad sin límite. A quien critica, si influye, se le somete. Se le castiga cuando quizá al que quisieran realmente hacérselo se encuentra fuera de su alcance. Protegido por el blindaje de los reconocimientos prestigiados y no aquellos que son meramente cortesías del poder, como aquella portada del propio Time, donde la imagen de Peña Nieto se engrandece con el reconocimiento Saving México. La cual hoy empequeñece con el galardón otorgado a Jorge Ramos que tiene un espacio en ese club selecto donde está Obama, Merkel, el Papa Francisco y muchos otros personajes de la vida pública internacional.

Peña Nieto, recordemos, vivió en un tiempo la gloría efímera de Salinas de Gortari con sus reformas estructurales. Y ganó los titulares en los influyentes diarios internacionales; hoy lo que destaca es su fracaso en Ayotzinapa y los excesos exhibidos en la vitrina llamada Casa Blanca. Esa que le recuerda Ramos es símbolo de su corrupción. Y por lo que cada vez más personas piden su renuncia, como único camino para empezar la búsqueda de un gobierno decente que actúe conforme a principios y derechos.

No es nada fácil; quizá por ello, cobra relevancia especial el desafío de “no nos van a callar”.

Ya veremos.

 

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