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1838 13 Mayo 2015

 

 

Un modelo comercial para México
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- El comercio y la industria en México han pretendido seguir el modelo chino. Su lema principal es el mismo que pidió Miguel de Unamuno para la España de principios del siglo XX: “Que inventen otros”.

En México preferimos las jerarquías centralizadas, el estatismo como motor económico, la corrupción para abrir puertas y la falta de respeto a la iniciativa individual.

Por eso, el modelo prometedor para México como economía emergente, no puede ser China –una dictadura que viola derechos fundamentales– sino India, un país que fomenta la creatividad empresarial y la experimentación emprendedora. Además, a diferencia de la mayoría de los países latinoamericanos, el empresario de India suele tomar distancia del gobernante en turno y cuenta con alta preparación tecnológica.  

Sin embargo, India no es sólo el país que alardea de vanguardia tecnológica y crecimiento económico sólo equiparable al que experimentan los llamados Tigres Asiáticos como Hong Kong y Taiwán. Es además el mejor ejemplo de que en pocos años, una nación puede remontar la calidad de vida de su población y abatir rápidamente los altos niveles de pobreza que experimentó hace décadas. Es una especie de Singapur gigante. La economía del mañana no está en China, sino en India.

Esto, a pesar de que, como sucede en México, la tierra de Gandhi es una contradicción en esencia: un territorio de guetos que no suelen mezclarse, que viven aislados en un entorno de indiferencia. La falta de cohesión social se resuelve con el potencial crecimiento de la clase media –un rubro en el cual nos hemos rezagado en México, porque tenemos el dudoso orgullo ser uno de los mayores generadores anuales de pobres en América Latina– con lo que se ha convertido en el segundo país más poblado del mundo, y al mismo tiempo, en uno de los primeros mercados de bienes y servicios tecnológicos.

Ningún otro documento más revelador sobre aquel país que el libro de Octavio Paz, Vislumbres sobre la India, una obra que combina la autobiografía con el ensayo. Su lectura explica que aquella cultura reproduce el significado íntimo y las propias heridas del pueblo mexicano. Sus cicatrices mentales son las nuestras, pero ellos han sabido trascenderlas. Nosotros, en cambio, seguimos atados al yugo de la improductividad.      

Eso no exime a India de ser un mosaico de castas diferenciadas y persistente desigualdad social. Su cultura machista arrastra traumas milenarios que no podrá corregir la tecnología sino la cultura. Las mujeres apenas son consideradas mascotas de sus esposos-amos. Su industria cinematográfica trata de emular la glorias pasadas de Hollywood, cuando los nuevos formatos mediáticos han cerrado el ciclo legendario del cine convencional.

Pero estos defectos graves de India acabarán por ser barridos con el uso de las nuevas tecnologías y una atención puesta en la educación superior como centro de investigación científica, a diferencia de México, donde las universidades se han convertido en simples surtidores de títulos profesionales.

Como siempre, la educación hace la diferencia.

 

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