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1855 5 Junio 2015

 

 

Las encuestas de “El Púas”
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Hace meses fue publicado en español un libro sobre estadística aplicada de título sugerente: “La señal y el ruido”, del joven encuestador norteamericano, Nat Silver.

La señal es el cúmulo de información disponible, los datos duros que se utilizan para levantar una encuesta. El ruido es lo que en neurociencias se conoce como disonancia cognitiva, es decir, el conflicto entre comportamiento y creencias que sufrimos en nuestra vida interior, en nuestra mente.

En México no entendemos y menos aplicamos al pie de la letra el sistema objetivo/subjetivo que utiliza Nat Silver para predecir resultados electorales. Silver es una celebridad reciente: su fama creció exponencialmente en 2012 cuando con su herramienta probabilística le atinó a la victoria de 49 de los 50 procesos comiciales estatales. Su fórmula asertiva no fue levantar una encuesta sino una suma de ellas, de las casas encuestadoras más reconocidas, autorizadas y legitimadas de los Estados Unidos, para luego sacar la media.

Este método ya la aplican en Nuevo León las casas encuestadoras locales y nacionales. Pero nos olvidamos de ponderar el prestigio, el peso y el historial de casos de éxito de cada casa encuestadora. No todas valen lo mismo. No todas se ponderan igual. De manera que si se hace con este grado de precisión que maneja Nat Silver, la predicción no será infalible pero se acercará lo más posible al resultado final.

Sin embargo, en Nuevo León no seguimos la metodología predictiva de Silver y preferimos hacer de las encuestas armas de publicidad política o vil propaganda. Desvirtuamos así la razón de ser de la estadística. En otras palabras, hacemos encuestas y sumas de encuestas piratas, repletas de fallos predictivos. Y esto se convierte tarde o temprano en un boomerang en contra de quienes levantan esas encuestas. Pierden legitimidad, prestigio y, por ende, futuros clientes.

Además, la gente no es tonta: cuando la medición que hacemos de un candidato es deliberadamente errónea, y le damos un valor porcentual menor al estimado, lo victimizamos. El elector no se presta al engaño y enardece su preferencia por la “víctima”, es decir, endurece su voto, su preferencia hacia él. Eso pasa curiosamente en sociedades como la mexicana. En términos coloquiales, los mexicanos reaccionamos igual que cuando somos aficionados al box.

¿Recuerdan a Rubén “El Púas” Olivares? Nunca le aplaudimos tanto cuando ganaba un combate, como cuando el adversario le arrimaba una paliza en el cuadrilátero. Mientras más veces se levantaba de la lona, vapuleado y con la cara tumefacta, más se ganaba la solidaridad popular. ¿No estará pasando en Nuevo León un fenómeno similar al de “El Púas” en la presentación de las encuestas electorales?

 

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