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1869 25 Junio 2015

 

 

Un gobernador en TV
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- La “espontánea” presencia del gobernador Rodrigo Medina en el noticiero de María Julia Lafuente, de Multimedios, para defender su honestidad personal y la de su familia, provocó un fuerte debate entre varios medios de comunicación locales. Pero sería interesante analizar el hecho desde otro punto de vista. ¿Qué tanto le sirvió al gobernador esta súbita aparición televisiva para enderezar su maltrecha reputación?

Para soportar mi análisis, me basaré en algunas ideas de Daniel Kahneman, el único psicólogo que ha ganado el Premio Nobel de Ciencias Económicas (2002), sobre todo por su interpretación sobre el juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre. No omito una frase de Mario Benedetti, que a Rodrigo Medina le gusta repetir en sus discursos: “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”.

La frase de Benedetti me sonaba hueca en labios del gobernador, hasta que los recientes resultados electorales le dieron una cruel explicación. La forma política de gobernar respaldado por publirreportajes y con entrevistas preparadas a modo, está rebasada como respuesta a la crisis de legitimidad. Las preguntas sobre cómo ser simpático ante el público, cambiaron a cómo ser convincente en la atención que el gobernante presta a  los asuntos sociales más álgidos.

El problema es que ante escenarios locales distintos (no es lo mismo el año 2009 a 2015), se pretende responder con el mismo paradigma agotado. El PRI no perdió la gubernatura porque El Norte supuestamente apoyó a Jaime Rodríguez, sino por una causa de más peso: el hartazgo ciudadano, del cual las redes sociales fueron la principal caja de resonancia. Pero la reacción del gobierno estatal no cambió frente al nuevo panorama.

Kahneman explica la diferencia entre intuición (rápidos atajos mentales) y razonamiento (lentas deliberaciones controladas). El gobernador tomó la decisión de reaparecer en televisión como atajo mental y no como deliberación controlada, con lo que cometió un error de sesgo cognitivo ¿Por qué? Porque siempre ha resuelto así sus crisis de legitimidad. De manera que volvió a usar evidencia empírica (la supuesta popularidad de los medios de comunicación convencionales) que el resultado electoral ya demostró irrelevante (el ganador de los comicios para gobernador no se valió de esos medios convencionales, e incluso se peleó con ellos).

En vez de ponderar los datos que arrojaron los recientes resultados electorales, el gobernador tomó la decisión que primero le vino a la mente: usar la televisión como escaparate personal. Esto lo explica Kahneman como ajuste insuficiente, que significa la resistencia de la gente a abandonar sus impresiones asentadas, pese a recibir nuevas informaciones en una etapa posterior del proceso. El pensamiento de quien toma la decisión se ancla en lo preconcebido. O para usar una frase en boga: “se queda en su zona de confort”.

La enumeración de sesgos cognitivos que estudia Kahneman es larga, pero concluyo provisionalmente con otros dos que vienen a cuento: el primero es el sesgo de optimismo. El gobernante ve el mundo de manera más benigna de lo que en realidad es, se cree más hábil de lo que realmente es, subestima los vaivenes de la suerte, menos de lo que debería. Este sesgo de optimismo es común en la gente importante e influyente, que remata con el peor de los sesgos que describe Kahneman: el sesgo del orgullo arrogante, que nos hace creer más competentes de lo que realmente somos. Y este defecto, cuando cambian las preguntas, creyendo que teníamos todas las respuestas, explica por qué se perdió un proceso electoral que, en sus arranques, parecía la crónica de una victoria anunciada para el gobernador y su candidata Ivonne Álvarez.

 

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