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2094 5 Mayo 2016

 

 

Los voceros de Peña Nieto
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Puede haber astucia sin perversidad. Pero no perversidad sin astucia. Carlos Salinas, como Presidente fue un perverso, pero tuvo la astucia de integrar un pool de intelectuales orgánicos, heterogéneos y hasta ideológicamente antagónicos, que le legitimaron la Razón de Estado.

Los unía al salinismo algo que en el siglo XXI se conocía como espíritu de cuerpo y que en los tiempos de Salinas se entendía como contrato informal, suscrito tanto por Héctor Aguilar Camín, como por Enrique Krauze. Y hasta por un santón nobilizado que defendió el nacionalismo revolucionario, reducido a Dictadura Perfecta por Mario Vargas Llosa.

El beneficio de este acuerdo tácito fue recíproco: Salinas ganó una efímera reputación global y Octavio Paz una vejez bien remunerada y reposada, como para escribir buenos libros postreros como “Árbol Adentro” y “La llama doble”.

Nadie añora el sexenio salinista, tan plagado de corrupciones y excesos, pero el dilema actual de Enrique Peña Nieto consiste en que quiere ser perverso sin poder ser astuto. Sustituyó el pool de voceros orgánicos  por artistas de Televisa. Enrique Krauze por Andrea Legarreta y Aguilar Camín por Raúl Araiza... o los guionistas asalariados que ponen en los teleprompter lo que leen ante cámaras, Legarreta y Araiza.

Sin perversidad, y menos sin astucia, el actual gobierno federal se esconde en el respeto diplomático para dejar que crezca en EUA la figura de un gigantón  bocafloja llamado Donald Trump. Así que la respuesta ha sido ignorarlo. Como aspirante, Trump era un mal chiste ante prospectos serios como Jeff Bush o Marco Rubio. Luego fue un showman sin sustento ante Ted Cruz. Ahora es un espantapájaros ante el vendaval de Hillary Clinton.

No está por ninguna parte el pool de voceros orgánicos que ponían “las cosas del Estado” en su lugar como se hizo en el sexenio de Salinas. Y ya vendrán las ironías de quinta que emprenderán contra Trump, lo mismo Legarreta que Araiza, o en su defecto, los guionistas que les escriben esos libretos tan humorísticos como ingeniosos a los actuales sustitutos del vocero orgánico.

Mientras tanto, una versión gringa del nazismo crece sin parar en el vecino del Norte, frente a nuestras propias narices. Y la diplomacia mexicana, callada y timorata, con el argumento simplón de que Trump no es más que un ciudadano norteamericano más. Sí, hasta que el destino nos alcance y vivamos el horror del racismo como política de Estado y la sustitución de las vías diplomáticas a las que los mexicanos somos tan afectos por el más descarnado ajuste de cuentas contra los inmigrantes mexicanos.


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