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El volumen alto que se maneja en eventos masivos, estadios, antros, quinceaños, autos, fiestas sociales y hasta en el cine, podría llegar a afectar el sistema auditivo de nuestros jóvenes, quienes no miden el riesgo y podrían convertirse en una GENERACION DE SORDOS, o con atrofias en sus oídos de forma irreversible.
Especialistas en el tema coinciden, en que no se están respetando los reglamentos de contaminación ambiental, no se siguen las recomendaciones de las autoridades competentes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera los 50 decibeles como el límite superior deseable, que en el ámbito universal establecen que el ser humano no debería exponerse a más de 68 decibeles; incluso el reglamento de las principales ciudades mexicanas, como el Distrito Federal, Guadalajara y Monterrey, contempla en promedio un máximo de 65 decibeles durante el día, y 62 decibeles por la noche; esos son los números más altos permitidos, los cuales son violentados a todas horas, todos los días y en casi todo lugar.
El ingeniero en electrónica y comunicación, Luis Antonio Alanís Luna, indicó que los decibelímetros (conocido también como sonómetros), son instrumentos indispensables para medir el grado de RUIDO en exteriores e interiores, y que deberían utilizarse con mayor frecuencia, pues aunque los ingenieros de audio saben que los volúmenes altos afectan al sistema auditivo, y que debemos tener una ética profesional, pero por lo general dicen seguir órdenes de los organizadores, de los patrocinadores, de los anfitriones, de los dueños, o de los administradores.
Al instalar en los automóviles bocinas de mayor potencia que las establecidas por los fabricantes y usarlas con su volumen más alto, suele alcanzar  75 u 80 decibeles  -explica el Ing. Alanís Luna-  y como el sonido se expande en ondas, aquí estamos hablando de 10 veces más de los permitido, mientras que en los antros se registran fácilmente de 85 a 90 decibeles, que corresponde a 100 veces más y en eventos masivos, estadios y eventos especiales, se llega con frecuencia a 95, 100, y más decibeles, que equivalen a 1,000 veces más que la norma permitida.
La música estridente, amplificada a estas magnitudes, que en áreas frente a las bocinas monumentales alcanza 110 o 120 decibeles, se convierte en RUIDO DAÑINO, del cual afecta la calidad de vida, en particular al sistema nervioso y neurológico, pero especialmente al auditivo, al grado de causar lesiones en los órganos internos, pues al estar expuestos durante dos o más horas sin protección alguna, se pueden atrofiar los oídos y deteriorarlos paulatinamente y tener molestias y dolencias a corto, mediano y largo plazo, llegando a padecer patologías auditivas, afectaciones en el carácter y sordera prematura provocada, no biológica.
Si las autoridades no usan los decibelímetros, sonómetros (o dosímetros) y no frenan o regulan más estrictamente el abuso que a diario se comete, si los padres de familia no les comunicamos el riesgo que conlleva este enemigo sonoro, si los jóvenes creen que es necesaria la música estridente para poder divertirse y que esos zumbidos y malestares auditivos que suelen aparecer el día siguiente son pasajeros, entonces es probable que tengamos una futura GENERACIÓN DE SORDOS PREMATUROS.
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