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Este texto fue escrito en respuesta al texto de Cris Villarreal, “Del cristal con que se mira”, aparecido en la revista La Quincena N° 62.

“Pobres mexicanos en EUA, tan bajos en la escala y tan cerca de México”. Esta es una frase de mi cosecha y me la inventé para darme una  explicación casera de esa cultura de ghetto tan especial de los chicanos. Toda oleada inmigrante en los EUA ha ocupado el lugar que le corresponde en la sociedad norteamericana: la de abajo. Junto con los negros, que a fin de cuentas fue una inmigración forzada con cadenas. Se aplica a todos, los escoceses, los irlandeses, los alemanes, los judíos, los italianos  y los latinos, en particular lo mexicanos. Todos llegaron por oleadas y todos se integraron, no quedaba otra, todos quemaron sus naves. La única diferente entre éstas, es la oleada mexicana; ha durado tanto tiempo y nunca paran de llegar, siempre se renueva. Además, tan cerca de la tierra de origen, y tan cerca de la familia, por la diferencia de ingreso, son ahora los parientes ricos de los que se quedaron atrás. Así, se comparan con los parientes pobres y no con el anglo (italiano, aleman, polaco, irlandés, escocés) que los discrimina.

No hay peor ghetto que el que se hace uno mismo. En 1997, durante una corta estancia en CALTECH, en Pasadena, California, me hospedé en la residencia de visitantes. La limpieza la hacían negras y latinas; cada vez que me dirigía a las latinas en castellano, hacían como que no me oían y yo como que no sabía inglés, y a regañadientes y con desdén, me contestaban en inglés lo que yo les decía en español, con tan pésimo resultado que terminaba dirigiéndome en inglés a las afanadoras negras. Los únicos que con gusto platicaban en español eran el barman y el capitán de meseros, uno con prepa de la UNAM y otro con media carrera en la Facultad de Química de la misma universidad. Y ambos dijeron  algo así como: ¡qué gusto que haya un mexicano en CALTECH que no está de sirviente! Pero ambos, emigrados de primera generación, con esa escolaridad, y muy conscientes de su situación, ocupaban los puestos más altos entre los “sirvientes”. Me gustaría ver que sus hijos no se quedaron en el ghetto.

Los españoles son como los mexicanos, bien racistas, pero no les gusta verse así. En Valencia, durante una estancia sabática, en el metro y el bus, los valencianos nunca se sentaban junto a mí, a menos que el único lugar libre fuera junto a un negro. Será que como buen norteño tengo una narizota de semita. Si me viene de algún judío que llegó con Carvajal  y de la Cueva, o de algún moro que se cargó a una visigoda, como era su derecho de conquista, yo no sé, pero me ha permitido conocer el racismo desde el lado receptor.

En York, Inglaterra, done hice el doctorado, en el ambiente universitario, siempre fui muy bien tratado, excepto en el mercado, donde una vez el marchante me arrebató de la mano una tarjeta postal de antigüedad y alcancé a entender, de su inglés lumpen, algo así como “ensuciar”. En Bélgica, en una calle entre el metro y mi hotel, caminando del brazo de mi mujer, que parece europea, un cabeza rapada me vio con tanto odio que ella me apretó el brazo con tanta fuerza que me dolió; y en París, me arrebató el teléfono público en el cual marcaba a mi madre en Monterrey, por el miedo que le causó la mirada del parisino que me asesinaba con la mirada por ocupar y ensuciar el teléfono que él quería usar.

Esas experiencias me ofendieron, me hicieron comprender un poco lo que significa ser víctima del racismo, pero ninguna de ellas como ésta. Hace unas dos o tres navidades, en Monterrey, fui a la calle Morelos en la tarde, como siempre lo hago cada vez que voy a pasar navidad con mis padres. Se me antojó un café y recordé que en Sanborns se pueden comprar  diarios del DF; me compré La Jornada, pero la barra estaba llena; me dirigí al VIPS de Hidalgo. Llegué, tomé un sitio en la barra, pedí un americano y abrí mi tabloide. Escuché entonces a un parroquiano regio, muy regio, sentado unos cuatro sitos más allá,  levantar la voz y decir: “yo no sé por qué aquí dejan entrar  animales chilangos”.

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