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5 de mayo de 2010
15diario.com  


 

FICCIONES

El sentir de Rita

Vidal Medina

He podido comprobar la poca o nula capacidad de análisis que contiene una frase como “El sentir del pueblo”. He leído en muchos diarios y revistas que escritores de política, sobre todo, recurren en sus críticas periodísticas a esa frase que, creen, lo dice todo. Es como si creyeran que con ello engloban una opinión masiva sobre cualquier punto, una verdad evidente, quieren apelar al sentido común. Lo más sencillo es generalizar.

 

Sin embargo no conocen a Rita, mi novia muda. Ella les podría explicar por qué están errados en su apreciación “global” de las cosas. Para empezar no existe un “sentir generalizado”, cada uno de nosotros tiene su propio sentir, es decir una compleja maquinaria de recepción de información y procesamiento de datos (La comparación con una computadora es a propósito para sonar familiar a los lectores de hoy); una particular forma de vida y de expresión, intereses, contacto con el mundo, etcétera.

 

Un día Rita, mi novia muda, leía el periódico en casa. Era un domingo y los domingos Rita no trabaja; leía un artículo. De pronto aventó el diario al piso e inmediatamente después emitió un sonoro aghh, que despertó mi interés. Es extraño que Rita se exprese así de algo. Un aghh, era hasta ese momento algo nuevo para mí. Conocía cosas como ashh, cuando algo le parecía aburrido o mal escrito; cuando tenía una opinión contraria emitía un mechh, pero ese domingo fue un aghh.

 

Leí el artículo en una sentada, sin chistar. Rita esperaba a que terminara y me instigaba con su mirada a hacerlo rápido. El artículo en cuestión no tenía casi ninguna diferencia con otros que había leído en la semana. El gobierno cedía terrenos públicos (un parque zoológico) a una empresa privada para construir un estadio de futbol. Un grupo de activistas se oponía a tal acción. No hay nada extraordinario aquí salvo que no hubo consulta pública. Es a todas luces un negocio entre políticos y empresarios, dijo Rita más o menos así: Ah, mhej, mehim, mohein, no puedo ser literal ya que es complicada la transliteración de los intrincados pensamientos de Rita, pero quiso decir que en su sano juicio nadie construiría un estadio de fútbol en este momento. Arguyó que aunque la idea era pésima, dijo uhch,  no era eso lo que quería discutir, sino aghh.

 

Claro le dije yo, es una pésima idea, pero en todo caso deberían hacer una consulta pública y que esto lo decida la mayoría. Es lo que quiere decir el escritor cuando pone “deberíamos hacerle caso al sentir del pueblo” o en otra parte en la que escribe: “pero los políticos tienen oídos sordos para el sentir del pueblo”.

 

Y entonces algo sucedió porque en ese momento Rita pronunció su aghh.

Se llevó las manos al pecho, abrió los brazos y pronuncio lentamente, casi como si hubiera recobrado su capacidad de hablar: meuack.  La mirada de Rita cambió de pronto y me contagió de algo que no logro definir pero cuando sucede es único. Mi mirada también cambió. Aghh, sí, pero aghh, meuack.

¿Cuál es el sentir del pueblo? ¿Cómo medirlo? ¿Y si la mayoría se equivoca? ¿Y si no se ponen de acuerdo? No es posible saber qué quiere la mayoría. Rita entraba en una especie de pánico o de ansiedad, y continuó, a veces lo que la mayoría quiere no es lo que necesita, solemos confundir lo que queremos con lo que necesitamos. No necesitamos estadios de fútbol, ni en ese lugar ni en cualquier otro, necesitamos mejores condiciones de trabajo, por ejemplo, menos delincuencia, más educación, etc. Cada uno de nosotros sin embargo es una especie de átomo, que se mueve dentro de un plan particular de vida.  Y tiene un “sentir” distinto. No existe algo así como “el sentir del pueblo” y si existe es una creación artificial. La masa amorfa en todo caso es mayoría y el “pueblo” es quien sostiene las armas contra el gobierno, pero los demás estamos fuera. Las mayorías son peligrosas porque suelen ser ciegas, torpes e incontrolables.

 

¿Entonces?, le digo a Rita, ¿qué nos queda? Pero Rita no me contesta, se queda muda y yo imagino que el sentir de las personas se multiplica como miles de moléculas y cada uno encierra una particular complejidad que se subdivide al infinito, que es inabarcable y solo termina con la muerte, pero ni siquiera ahí termina todo, porque quizá apenas comience, y a pesar de todo a algo damos forma, ¿no?, dije yo... Claro, digo yo mismo, al caos. Al orden del caos. Pero Rita interrumpe mis elucubraciones. No quería ir tan lejos, eso ya es especulación tuya, es tu opinión, me dijo, con un Uy! Ella sólo quería decir que los escritores deberían pensar muy bien las cosas antes de escribir y montarse en el papel de representantes de la mayoría. Nadie puede representar a la mayoría, en todo caso la democracia pensada como el termómetro del “sentir de la mayoría” conduce al fracaso rotundo. Siempre hay alguien que se queda fuera del sistema de competencia y esas son las minorías. Pero son los tiempos que corren, no tenemos sensibilidad para entender los fenómenos sutiles, lo que sucede al interior del alma humana (ella dijo la psique, yo pongo el alma porque soy creyente). Y las opiniones son en su mayor parte muy superficiales.

 

Ese día, después de escucharla hablar como lo hizo, pensé en que soy muy afortunado al tener una novia como Rita, que me explica cosas como esas a través de sus gemidos, pero sobre todo de la reverberación y la modulación de los mismos, que en boca de Rita se convierten en notas musicales y con esas notas entretejemos nuestra intimidad. Nuestro lenguaje cotidiano. No hablamos el lenguaje de señas aunque lo aprendimos. Rita sabe leer muy bien mis labios y yo he aprendido a leerla a ella. Después de aclarar el punto del artículo me dediqué a atenderla y preparé la cena, como hago todos los domingos, que es cuando podemos platicar a gusto.

 

http://larealidadesotracosa.blogspot.com

 

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