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12 de mayo de 2010
15diario.com  


 

Diario de campo

Orientación vocacional

Luis Miguel Rionda

Era yo un adolescente cuando debí decidir sobre la carrera a estudiar, y con ello definir el rumbo del resto de mi vida. Estaba en la prepa, y una psicóloga orientadora nos aplicó un test para detectar las habilidades y el tipo de inteligencia que teníamos los púberes estudiantes de la escuela oficial de Guanajuato. Nos llamó a cada uno y a mí me dijo con brutal llaneza: “tu inteligencia es espacial; debes estudiar arquitectura”. Casi me desmayo. La arquitectura siempre fue para mí la más alejada de las opciones a estudiar: detestaba las clases de dibujo donde debí sufrir con los horribles tiralíneas y rotuladores de tinta china, líquido que siempre terminaba esparcido sobre mi mejor camisa, pero nunca sobre el papel de dibujo.

La orientadora se molestó un poco cuando le dije que estaba loca. Ni modo: yo ya tenía definida la vocación. Mi primera inclinación en la secundaria había sido hacia la química, por influencia de mi madre y de la maestra Townsend; pero pronto me convencí de que no servía para calcular moles ni pesos atómicos, y abandoné. La segunda opción, la de mi padre el abogado historiador, me atrajo con fuerza hacia el campo de la antropología. Pero enfrenté el problema práctico de dónde estudiarla. En Guanajuato lo más cercano era la licenciatura en Historia, que todavía tenía una dominante docente. Pero yo quería ser investigador, no pedagogo. Las opciones eran foráneas: la Universidad Veracruzana y la nueva Universidad Autónoma Metropolitana, en la ciudad de México. Elegí la segunda y tuve la más placentera y exitosa experiencia de formación apegada a mi vocación efectiva. Sublimé mi habilidad personal hacia lo visual-espacial desarrollando la observación participante del antropólogo, y jugué con la abstracción teórica de lo observado. ¡Qué bueno que no fui arquitecto!

 

Los jóvenes con gusto por el estudio que se encuentran en trance de decidir a qué disciplina consagrar el resto de sus vidas, experimentan una crisis muy comprensible. No es una decisión fácil escoger solamente una carrera sobre un menú tan amplio como el actual, que en nada se parece al que existía hace 20 ó 30 años. Muchos se autoengañan sobre sus vocaciones, o bien padecen confusiones que sólo se explican por la ausencia de un efectivo sistema de orientación vocacional en el acceso a la educación superior.

 

Con ánimo de ayudar, me atrevo a plantearle a los pacientes lectores la posibilidad de que sus hijos, o ellos mismos, estudien una licenciatura en el campo de las ciencias sociales. Pido disculpas adelantadas pero soy un apasionado del trabajo sobre lo social, en un país que padece serios problemas como la delincuencia, la violencia social, la discriminación en todas sus formas, la pobreza, el hambre, la crisis ambiental y de convivencia respetuosa. Y podríamos enumerar una retahíla de temas pertinentes para ser tratados por parte de profesionales del desarrollo social. Desde hace cinco años, en el Campus León de la Universidad de Guanajuato ofrecemos seis licenciaturas en este campo: Antropología social, Sociología, Trabajo Social, Desarrollo Regional, Administración Pública  y Cultura y Arte. Ya tenemos casi 700 estudiantes, pero deseamos atraer a más jóvenes con inquietudes, talento y vocación hacia lo social. Se ofrecen ya las fichas para presentar examen de admisión entre el 14 y el 26 de junio. Pero hay que apurarse porque la expedición de esas cédulas termina este viernes 14. Vale la pena estudiar esas materias, todavía por desarrollarse en Guanajuato, con enormes potenciales para mejorar nuestra comprensión de lo gregario. La página es www.daa.ugto.mx y www.campusleon.ugto.mx

 

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato. luis@rionda.netwww.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com

 

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