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17 de mayo de 2010
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La guerra del narco llegó a las elecciones

Samuel Schmidt

Desde que llegó Calderón al poder la gente empezó a trabajar para las elecciones de 2012; las circunstancias de su “triunfo” lo pusieron en dos condiciones que no ha sabido ni logrado superar: es un presidente ilegítimo y de transición. La legitimidad es la aceptación de la gente y eso ha ido en declive, especialmente debido a malas decisiones como la guerra contra el narco y las elites esperan con ansias que termine su período.

 

El mayor error de Calderón fue convertir una cuestión policiaca en militar, y por si fuera poco, pero como aclaró la procuradora de Chihuahua, “solo les falló calcular los daños colaterales”, elemento no menor en una guerra. Hasta ahora la guerra ha sido un rotundo fracaso, lo que demuestra que el ejército mexicano no sirve para lo que se supone esta creado y mantenido.

 

Los soldados tienen bloqueadas carreteras, hacen de policía y hasta de revisores aduanales, aunque les han prohibido meter las manos en el equipaje. ¿Para que demonios obligan a abrir el equipaje si no pueden hurgar en el mismo?

 

Uno de los efectos colaterales ha sido la expansión de las batallas, una elevación preocupante en el número de muertos, una extensión del conflicto hacia sectores usualmente no agredidos como los periodistas, y un deterioro generalizado de las instituciones de gobierno. Hoy la gente cree mucho menos que el gobierno lo puede proteger, aumenta el número de personas que tiene que comprar protección privada y hay una migración muy seria: se calcula que 100,000 personas se han ido de Ciudad Juárez a El Paso, Texas.

 

La guerra ha llegado a la política, han sido asesinados candidatos en varias partes del país, y aunque esto no es algo nuevo, los números están creciendo. En Chihuahua un camión bloqueo al camión del candidato del PAN a la gubernatura y le lanzó piedras y la semana pasada un soldado rafagueo a una comitiva de camionetas del candidato del PRI pegando dos tiros. De usted por descontado que la investigación se morirá desde el principio y al soldado nadie lo detendrá para interrogarlo, porque se podría saber si es simplemente torpe y no controla su arma o si alguien le dio la orden de disparar aunque pareciera accidental.

 

El crimen organizado está muy bien montado en su labor depredadora. Con soldados y policías militares en Juárez ahora se vende protección casa por casa. A un pre-candidato panista a la gubernatura de Chihuahua le secuestraron a un hijo, a un constructor le secuestraron a una hija después de ganar un concurso para construir obra pública y ahora han secuestrado a un pre-candidato a la presidencia. Este por supuesto es un recuento en exceso sumario.

 

Por supuesto que hay lecturas múltiples sobre los diversos sucesos y aunque sean especulaciones algo muestran del sentir de los agraviados. Pasando por alto la disculpa que la Secretaría de la Defensa le envió al candidato priista en Chihuahua por la ráfaga de balas, muchos piensan que este fue un mensaje rotundo, que fue un acto de intimidación y los pesimistas piensan que el acto responde a que el gobierno se ha desesperado porque perderá esa gubernatura. Hay lecturas más tremendas que la prudencia recomienda no escribir en un periódico.

 

Es difícil imaginar que el gobierno funciona como una pandilla de mafiosos, pero en México hay muchos sucesos que rebasan por mucho la imaginación más catastrófica, de tal manera que el mal pensado con frecuencia acierta. Algunos piensan que el secuestro de Fernández pudo haberse manejado para distraer a la opinión pública y mostrar una suerte de equilibrio perverso donde le pegan a todos. ¡Qué horror!

 

La violencia ya interfiere con la economía y aunque no parece tener ningún sentido, porque supuestamente el crimen organizado –con y sin uniforme- estarían matando a la gallina de los huevos de oro, el negocio de la droga, el tráfico de personas, de armas, y el secuestro tienen extensiones tan amplias que su viabilidad se amplia de una manera sorprendente.

 

Calderón es un sobreviviente, esta desesperado, ha perdido el contacto con la realidad y sus mensajes reflejan una gran confusión, dice las cosas equivocadas en el lugar equivocado, como por ejemplo que lo iluminen los dioses en los que no cree, o cuando le habla del problema del narco a la gente que por definición está lejos de este.

 

Pero mientras Calderón sobrevive el país es un botín que se está repartiendo entre políticos y criminales –y la distancia entre ambos tal vez no sea tanta- y las consecuencias del mal gobierno y la corrupción carcomen como nunca a la realidad mexicana.

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