uindang
541
19 de mayo de 2010
15d
Google
 


 

FRONTERA CRÓNICA 

Corte de pelo

J. R. M. Ávila

Entro a la peluquería y para mi fortuna el único cliente que hay está casi por salir. En otras ocasiones he esperado hasta hora y media pero ahora apenas tomo el periódico cuando el peluquero me dice: Pásale, mano, y me acomodo en la silla mientras le cobra al cliente recién atendido.

 

¿Qué hago, mi amigo?, me pregunta y le digo, sin tener muy definido cómo quiero el corte, que mi cabello está muy enmarañado y que no lo quiero corto. Mientras me cubre con la tela blanca y me la asegura al cuello, acabamos por ponemos de acuerdo y se dispone a trabajar. En el televisor se escucha la voz de María Julia Lafuente alabando la honestidad de una joven que encontró una billetera y la ha regresado a su dueño. Comento que es raro escuchar una noticia así porque todo se ha vuelto extorsiones, bloqueos, matanzas, enfrentamientos entre narcos, soldados, policías y marinos. El hombre asiente mientras me entresaca el cabello con unas tijeras especiales y, concentrado en lo que hace, guarda silencio. Le cuento que he oído una grabación en la que una muchacha a la que se pretendía extorsionar toma todo como una broma y termina sacando de sus casillas al supuesto secuestrador de la mamá al aclararle que su mamá anda en Tepic.

 

Cuando dejamos de reírnos, el peluquero dice: “Lo que hay que hacer es colgar, no hacerles caso. Porque te dicen: No vayas a cortarme, esto es serio, si me cuelgas va a estar cabrón para ti. Nombre, córtale a la jodida”. Se detiene un poco mientras coteja las patillas y corta un poco más la de la izquierda para dejarlas parejas. Después dice en tono jocoso: “A mí me han hablado cuatro veces a la casa y de esas he contestado tres y mi señora una. Y no, mejor le cortamos a la chingada. A uno de ellos le dije: Vas a ver, cabrón, te voy a torcer. La regaste, porque salió el número en el identificador”.

 

Toma un peine con la mano izquierda y la maquinita con la derecha y, mientras avanza en el corte, reanuda la relación de los hechos: “Oye, y que empieza: Nombre, compa, mira, nomás por querer ponerte al brinco te vamos a dejar bien jodido. Qué buena idea me diste, le dije, te voy a envarillar yo a ti porque no sabes con quién hablas. Yo muy seguro, ¿eh?, pero porque salió el  número en el identificador. Y él dijo: a ver dame el número. Y le digo éste, éste, éste y este otro. Y que cuelga, mano”.

 

Tiene que detener el corte de pelo para poder reír a sus anchas y, cuando deja de hacerlo, cuenta otra anécdota: “A un conocido  también le hablaron. Nombre, olvídate, bien enojado. Fíjate, nunca llega temprano a la casa. Nunca. Y ese día se desocupa temprano y se va a la casa. Llega, y no hay nadie. Y dice: Ahorita los localizo por el celular. Pero en eso recibe una llamada: ¿Fulano de tal? Sí, dice, a sus órdenes. Permítame tantito, dice el otro, fíjese bien a quién le voy a pasar. Y él: Sí cómo no. Y le pasa a una dama que le dice: Papá. Y él: ¿Qué pasó m’hijita? Y ella: Haz lo que te digan, por favor. ¿Sabes quién habla? Y él: ¿Cómo no voy a saber, m’hijita, qué pasó? Y entonces el otro le quita a la muchacha y le dice: Ten a la mano quinientos mil pesos porque si no, olvídate de tu hija. Espérate, le dice mi amigo. Nada de espérate, dice el otro, te hablo en quince minutos y si no los tienes, ya sabes. Y le cuelga”.

 

Don Raúl unta una especie de gel bajo mi nuca y me rasura con mucho cuidado. Una vez que ha terminado vuelve a contar: “Pues se asustó, ¿verdad? Y que empieza a moverse y localiza a su esposa. ¿Dónde estás, vieja? Y ella le contesta: ¿Qué te pasa? Te noto muy agitado. Y él: No, oye, pos llego a la casa y no te encuentro ni encuentro a mi hija. ¿Dónde andas? Andamos en Sam’s, le dice ella, ¿qué pasó? ¿Por qué no avisaste que ibas a llegar temprano? No, le dice él, pos me vine temprano de la chamba y aquí estoy. ¿Y la niña? Aquí anda, le dice la esposa, ahorita vamos para allá”.

 

A estas alturas don Raúl se concreta a emparejar el corte con peine y tijeras. Lo hace casi de manera mecánica y puede hablar con más soltura: “Y entonces le habla a la otra hija, la que se supone que tenían secuestrada. Y como le contesta, se siente más alivianado: ¿Dónde estás m’hija? Y ella le dice: Aquí en la escuela, ¿qué pasó? Nada, dice él, pues que llegué temprano a la casa y no encontré a tu mamá. Mamá anda en Sam’s, dice la muchacha. Bueno, dice él, ahorita la localizo. ¿Te fijas, mano? Todo para no alarmarla”.

 

Me pasa el espejo de mano y mientras le doy el visto bueno al corte continúa: “A los quince minutos le hablan: Qué pasó mi amigo, ¿ya tienes lo que te pedí? Y mi amigo le contesta: Mira, fíjate bien lo que te voy a decir: Chinga tu madre. Y le cuelga el teléfono y así lo deja un buen rato. Ya no le volvieron a hablar. Pero fíjate, dice mi amigo, ¿cómo oí a mi hija?, ¿cómo va a ser que me pasen a otra mujer y oiga la voz y el llanto de mi hija? Bueno, pues así pasó”.

 

Mientras le pago y me da cambio, platica de alguien a quien le habla un sobrino. Necesita que haga un depósito porque si no un comandante le va a retener mercancía que trae del otro lado. “Sí, como no, le dice, oye, ¿y ya está mejor mi hermana? Y el que llamaba dice: ¿Quién? Y el extorsionado: ¿Cómo que quién?, pos tu mamá. Sí, tío, le dice el otro, ya está mejor. Y el extorsionado le dice: A ver, pásame al comandante, y se lo pasa, ¿Qué pasó, comandante? No, dice el otro, pues aquí tenemos a su sobrino. Mira, le contesta, por mí dale en la madre, y dile que yo no tengo hermanas. Y que le cuelga”.

 

Cuando salgo de la peluquería, la gente ve mi sonrisa con extrañeza. Claro, ¿de qué puede reír alguien ante una realidad tan otra a la que nos había tocado vivir?

 

Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos:

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

mimiind

 

q78

 

sonora