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25 de mayo de 2010
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Las instituciones endebles

(Conversación con John M. Ackerman)

Andrés Vela

Con motivo de su 60 aniversario, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León ha organizado un Coloquio de Humanidades con mesas de debate y ponencias muy ambiciosas, abarcando desde la filosofía política, los retos de la pedagogía y la revisión de la filosofía de Hegel como acción, hasta llegar a temas como el aprendizaje de lenguas extranjeras, la importancia de las buenas traducciones y el valor del teatro hoy día.

 

El coloquio tendrá su fin hoy, 25 de mayo, en diversas salas de la facultad. Ayer, día que se inauguró de manera solemne, se contó con la presencia de John M. Ackerman, doctor en sociología política por la universidad de California, quien es investigador de tiempo completo del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, y además es articulista del periódico La Jornada. Ackerman abordó el tema de la democracia en medio de la crisis de las instituciones, al respecto, habló con 15Diario para aterrizar algunos de los puntos de su conferencia.

 

Hay una especie de culto a la estabilidad, que precisamente se puede distinguir en la censura a toda crítica a las instituciones, aun cuando la crítica va hacia quienes las dirigen. Se invoca a las instituciones como algo casi sagrado, ¿se podría decir que hay un lastre cultural en este sentido?

No es cultural, hay que evitar explicaciones culturales, pues cuando tomamos la cultura como explicación de algo nos atamos las manos: como siempre hemos sido así o como siempre han sido así las instituciones, quiere decir que no las podemos cambiar. No es una cuestión cultural, el tema es que la estabilidad está bien cuando las cosas van bien; si tuviéramos un básico estado de derecho, un gobierno que proporciona garantías a los derechos económicos y sociales de la gente, sí, estaría a favor de la estabilidad, pero ante una situación de crisis y de injusticia tan radical como tenemos en México, ¿pues quién quiere que se mantenga igual? Lo que queremos es que se abran caminos hacia un cambio real, social y estructural. La estabilidad no está ayudando al cambio, está ayudando a conservar el estatus quo, ese es el tema. México ha tenido una gran tradición  de esa estabilidad pero tiene que haber cambio, no congelación de las cosas.

 

Recordamos la expresión de Andrés Manuel López Obrador mandando al diablo las instituciones. De alguna manera surge una reacción contra este factor endémico…

Sí, las instituciones siguen funcionando con las mismas claves del pasado y la expresión de AMLO de: “Al diablo con sus instituciones” es una expresión legítima desde su punto de vista, de que las instituciones no están funcionando para la pluralidad, ni para resolver los problemas de la gente, sino como vías para resolver conflictos y diferencias políticas. Es lo que yo estoy diciendo: que de las instituciones debemos cambiar no sólo las cabezas o las leyes, sino la misma forma en que funciona la institucionalidad en el país. Anteriormente, México era un ejemplo de institucionalidad en la medida en que no tuvimos golpes militares, etc. Pero ahora seguimos siendo excepcionales: mientras que en otros países hay una transición democrática aquí seguimos siendo el país de no pasa nada; seguimos con lo mismo. Lo que hace falta es llenar de sentido las instituciones, tampoco echarlas a la basura, necesitamos una transformación radical.

 

Pareciera que es en los sexenios panistas en que se acrecienta está crisis institucional, ¿estaría usted de acuerdo?

Se está evidenciando de una manera más clara la debilidad institucional que heredamos del régimen autoritario por parte del estado, y gracias a la luz de una relativa democracia, estamos viendo con más crudeza a las instituciones endebles, y surge con mayor fuerza la crisis institucional. Pero no es una creación del Acción Nacional o de la alternancia, más bien es la gran equivocación histórica de este gobierno de transición al no enfrentar ese problema, sino simplemente administrarlo.

 

¿El poder judicial ha dado traspiés que evidencian esa crisis institucional?

El poder federal sigue teniendo palancas no específicas para hacer valer sus intereses, no sólo los poderes fácticos, sino el mismo estado está diseñado –en cierta forma- para que unos tengan mayores mecanismos jurídicos que otros, y además la forma de implementar la ley: “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”. Cuando hablamos de la utilización política de las instituciones, no sólo es un tema de corrupción, es el sistema a través del cual vive y sobrevive la clase política del país. Entonces, las instituciones son eso: vehículos para el avance político de uno y otro actor. De repente tenemos ciertas válvulas de escape, por ejemplo: la Suprema Corte libera a las dos indígenas que habían sido acusadas de secuestro por la PGR, qué bueno, pero lo grave es que tuvo que llegar hasta la Suprema Corte para que se les liberara. No es para celebrar. Lo que ahí hubiera procedido son acciones penales en contra de los Agentes del Ministerio Público y en contra de los Jueces que las encarcelaron.

 

Usted hablaba de la necesidad de un Estado regulador, la gran pregunta sigue siendo: ¿cómo fortalecer los órganos reguladores con que ya se cuenta?

Obviamente la forma de nombramiento de los titulares es relevante, es decir, extraerlo de la negociación política. Yo estoy llegando a un punto en el cual, en lugar de proponer la ciudanización de los nombramientos, o algún proceso de auscultación independiente que siempre termina corrompiéndose, creo que necesitamos otras estrategias más modernas o radicales. Por qué no hacemos una especie de nombramiento aleatorio. Hacemos una auscultación para asegurar que los candidatos cumplan con requisitos básicos, pero luego, dentro de esos candidatos -y todos con cierta discapacidad técnica mínima- que no se le elija de manera directa por nadie, sino que sea por un sorteo, para que el que entre sepa que entró de esa forma. Ya que el problema es que por muy bueno que seas, si te pone una persona identificable, te va a pedir cuentas después. Lo que tenemos que hacer es romper justamente, esa relación entre el que nombra y el nombrado, o alguna otra forma para que el que llegue tenga esa independencia. Tenemos que construir espacios para la independencia política. Yo no soy muy fanático de la sociedad civil como el actor puro; los narcos también forman parte de la sociedad, definitivamente no es un actor puro. No obstante, lo que debemos hacer es crear esos espacios para la independencia política.

 

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