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8 de junio de 2010
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Una sola policía ¿con todo el poder?

Ernesto López Portillo Vargas

La propuesta de desaparecer a las instituciones policiales municipales y crear una sola policía en cada entidad federativa gana terreno. La apoya el gobierno federal, los gobernadores y el jefe de Gobierno de la ciudad de México. Tal respaldo hace previsible que la iniciativa avance, lo cual obliga a realizar un análisis profundo de sus motivos e implicaciones. En cuanto a los motivos, el riesgo que corremos es que éstos sean más bien políticos y no técnicos. Es decir, que estemos ante una decisión encaminada a incrementar el poder de los gobernadores, y no ante una propuesta a favor de la seguridad de los ciudadanos, fundada en el conocimiento del problema y la proyección de escenarios razonables para remediarlo. Por su parte, las implicaciones pueden ser mayores, positivas o negativas, y ello debe ser discutido a efecto de reducir los riesgos.

 

Hay dos grandes discusiones que debemos abordar; primero, se espera de la policía algo que, incluso con sus mejores capacidades desplegadas, jamás va a lograr; segundo, una policía estatal unificada puede ser incluso más débil y peligrosa que varias municipales. La primera discusión es esencial, pero en los hechos está fuera del radar de los alcaldes, los gobernadores, el jefe de Gobierno y el Presidente de la República. Desde principios de los setenta los estudios vienen demostrando que más policía e incluso mejor policía, no necesariamente implica más seguridad.

 

El hallazgo está modificando las políticas de seguridad ahí donde los políticos aceptan las nuevas tendencias. En general, esto no pasa en México y lo estamos pagando con una crisis de inseguridad, violencia y delincuencia sin precedentes. El modelo avanzado, democrático y eficaz de la seguridad pública saca del centro a la policía y pone al ciudadano. Es decir, se basa en una plataforma participativa, donde la autoridad local trabaja con la gente por medio de diversas agendas, todas alineadas por un objetivo rector: construir un tejido social sólido. La creación de policías estatales únicas, ni por asomo se hace cargo de un modelo de seguridad pública inspirado en la reconstrucción del tejido social. Es más, quienes quieren desaparecer las policías municipales, en tanto no presentan un modelo alternativo de seguridad que asigne al municipio un rol específico en la materia, se ubican en abierto contrasentido frente a una de las recomendaciones internacionales más aceptadas, según la cual, en democracia, la seguridad se construye primero desde el gobierno municipal, y sólo de manera subsidiaria desde ámbitos superiores de gobierno.

 

La segunda discusión tiene que ver con el modelo policial por sí mismo. Caen en el simplismo ramplón quienes creen que cuando tengamos menos instituciones policiales, por ese sólo hecho, tendremos mejores policías. ¿Dónde está la evidencia empírica que muestra que las malas prácticas policiales en México derivan del número de las corporaciones? ¿Quién puede demostrar que ha sido la diversidad de corporaciones lo que llevó al fracaso de la estandarización de la función policial, encargada al Sistema Nacional de Seguridad Pública? La policía vive una crisis sistémica, crónica y masiva porque los funcionarios electos de todos los niveles de gobierno evaden su reforma. No es porque sean muchas o pocas. Muchas policías pueden funcionar razonablemente bien —véase el caso de Estados Unidos— y una policía nacional puede ubicarse entre las más débiles del mundo —véase el caso de Guatemala—. No es cierto que una policía estatal necesariamente funcionará mejor que varias municipales y atendiendo a nuestra historia, mi predicción es exactamente la contraria, por una sencilla razón: es previsible que el sistema de contrapesos para controlar a las policías únicas estatales, sea tan deficiente como el que han tenido todas nuestras policías hasta la fecha. Entonces, ahora sí, todo el poder a los gobernadores y al mando policial en turno para manipular a la policía hacia donde quieran, sin el contrapeso de facto que implica la coexistencia regular, en terreno, con otras instituciones policiales.

 

Quienes proponen policías únicas y no han estudiado el tema, no conocen las lecciones de los contrapesos que logra una institución policial al coexistir con otras. Los casos de Francia, España y EU son paradigmáticos en ese sentido. En síntesis, para que la iniciativa tenga fundamentos técnicos convincentes, debe contestar, al menos, a las siguientes preguntas: ¿cuál es la evidencia empírica que vincula los problemas en la policía y su fragmentación? ¿Cómo se pude demostrar que esa fragmentación ha sido la causa eficiente para modelar el tipo de policía que tenemos? ¿En qué se diferencia la policía estatal unificada, frente al modelo fracasado vigente? ¿Sin policía bajo su mando, cuál será el rol de los municipios en materia de seguridad? ¿Cómo se va a controlar a una policía estatal con mando contaminado? La discusión, como se ve, va mucho más allá del número de instituciones.

 

Director ejecutivo de Insyde, en “El Universal”.

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