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2 de julio de 2010
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ANÁLISIS A FONDO

¿Diálogo o legitimación?

Francisco Gómez Maza

 

La guerra con armas, la piedra de choque

Miles de vidas perdidas, estrategia fallida

 

mazaimgPrimero, el presidente Felipe Calderón tendría que haber estado presente en Tamaulipas, personalmente, para manifestar su pesar a los familiares, amigos y compañeros del asesinado Rodolfo Cantú Rojas. No lo hizo. Sus razones debió de haber tenido. Pero se asume como el líder máximo de lo que los poderosos llaman Estado, y guardián de lo que ellos mismos llaman Estado de Derecho, y los entuertos no se deshacen con un mensaje hueco, pobre, el mismo de siempre, mediático que debió de haberle redactado alguno de sus escribientes que tienen ya en sus archivos plantillas para usarlas en cada ocasión en que el funcionario tiene que afrontar un infortunio o algo de eso que llaman “logros” del gobierno.

 

Destaca en el “mensaje” leído en telepronter a través de la televisión pagada su llamado a “todos” al diálogo, pero qué significa diálogo para Felipe. Para mí, diálogo es compartir conceptos, ideas, palabras, con la disposición de escuchar claramente al otro. Dejarle hablar y escucharlo. No hablar con él con la convicción de convencerlo de mi verdad, porque también el otro tiene su verdad, y entre verdad y verdad puede brotar la verdadera verdad, no la de él, no la mía. De otro modo el diálogo se convierte en diálogo de besugos, diálogo de sordos, y jamás se llega a ninguna parte. Y el presidente llama a todos, tirios y troyanos, al diálogo en torno a un asunto ya pactado en su conciencia: la estrategia contra el crimen organizado que él practica es la correcta per se. Y así no puede haber diálogo.

 

El presidente va determinado. Va convencido de que él es el depositario de la verdad. Si los otros aceptaran el llamado, indudablemente que el encuentro no sería diálogo. Se volvería polémica. La verdad del presidente y de los mandos de su partido, el de Acción Nacional es que la estrategia es la mejor y el presidente no puede echarse para atrás, aunque hay panistas que no comparten esta verdad. Y en esta estrategia contra el crimen, lo que vale es acabar contra el crimen y no importa en lo más mínimo que se lleve entre las patas a gente inocente. Esto le llama “daños colaterales”.

 

Cuántos muertos más, presidente, para acabar con el crimen organizado, hemos preguntado muchos. Y un férreo defensor de la política anticrimen me dijo el otro día: los que sean necesarios. Lo importante es acabar con el crimen organizado. La respuesta me dejó helado. Para salvar la raza aria, Hitler asesinó a millones. Cuentan los historiadores que en los hornos crematorios fueron quemados vivos seis millones de personas. Y el füerer no ganó la guerra ni salvó la raza aria.

 
Ha afirmado el presidente que “estos sucesos representan un atentado, no sólo contra un ciudadano, un ciudadano que aspiraba a servir a su comunidad desde una responsabilidad pública, sino que son atentados contra toda la sociedad. Se trata de un hecho, no sólo contra un candidato de un partido político, sino contra las instituciones democráticas y, por tanto, es un hecho que reclama una respuesta unida y firme de parte de todos los que creemos en la democracia.

 

Pero habrá que distinguir. Por qué de todos. ¿Acaso la sociedad le declaró la guerra a las bandas del crimen organizado y al narcotráfico? Quien se la decretó fue el propio Felipe Calderón, cuando vestido con una casaca de general, lanzó a las fuerzas policiales federales y al mismísimo ejército a las calles a batirse con los presuntos sicarios, que presuntamente asesinarían al candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas. La violencia criminal e institucional se recrudeció cuando se dio el primer disparo contra los sicarios. Y no ha parado. Luego de la muerte de Torre Cantú, hay caído otras autoridades. Y son miles las vidas de inocentes que han sido segadas y sólo se les llama, sin asombro, fríamente, “daños colaterales”.

 

Quién puede coger el guante del presidente para dialogar y unirse a él, más que su partido, de Acción Nacional, y los sedicentes izquierdistas del Partido de la Revolución Democrática. Así no habrá diálogo, será más bien un monodiálogo. Además, qué significa democracia, cuando muchos sabemos que el voto en las urnas no es más que una farsa, un chanchullo ahora cibernético. Vivimos en una sociedad que no es democrática. Los representantes de la ciudadanía, la cual los eligió, sea por chanchullo cibernético o legalmente, se instituyen, al sentarse en su silla, en “gobernantes”, en “amos”, en “autoridades”, en “poderes”, un mito de gobierno y de Estado, y de Estado de derecho, que sólo es un medio para sojuzgar y expropiar a la ciudadanía. Imposible.

 

Felipe Calderón le está pidiendo peras al olmo cuando pide unidad en torno a su estrategia. Hay muchos agravios, duros agravios, hirientes, que han dejado marcadas por el duelo de la muerte de jóvenes y niños, de hombres y mujeres que sólo cometieron el “delito” de atravesarse en el camino de los poderes institucionales y fácticos, y cayeron como los niños Almanza en Tamaulipas, como los estudiantes del Tecnológico de Monterrey, como los jóvenes que celebraban en Juárez un cumpleaños. De ellos, nadie se acuerda, como nadie se acordará en pocos días de Torre Cantú.

 

El presidente dice que el crimen organizado representa la mayor amenaza para la seguridad, la libertad y la tranquilidad de los mexicanos; es un enemigo que no conoce límites, que lastima profundamente a toda la sociedad por igual, que atenta contra la paz, contra nuestra seguridad y contra nuestras instituciones. Pero no tiene autoridad moral para pedirle a la nación que lo acompañe es esta aventura a todas luces fallida. La violencia en las calles de Chicago desapareció cuando el gobierno despenalizó el comercio y el consumo de alcohol. Y a Al Capone, el capo de capos, lo cogieron y lo encarcelaron por evasión de impuestos. No pudieron probarle los presuntos miles de asesinatos ideados por él.

 

Así que, mi querido Felipe: el crimen organizado es más poderoso que tu gobierno. Está dando muestras de ello. Nunca lo vencerás, acuérdate, con la violencia de las armas. Muchos te hemos sugerido otros caminos, más eficientes y eficaces. No le pidas a la población algo que jamás podrá darte: su aprobación a la manera como estás manejando esta situación inacabable, interminable, sin fin, y que seguirá causando dolor en muchas familias. Si no estás de acuerdo conmigo, tienes todo el derecho de no estarlo. Pero mejor esperemos el tiempo. El tiempo dirá la Verdad.

 

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analisisafondo@gmail.com

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