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23 de agosto de 2010
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¿Autoritarismo o equidad?

Nora Elsa Valdez

 

Existen en nuestra sociedad dos sistemas de hacer las cosas, o de vivir la vida: el sistema autoritario o jerárquico, y el de la equidad o interdependencia.

 

El sistema autoritario o jerárquico es muy antiguo. Lo hemos aprendido desde la niñez y lo vemos en cualquier área de nuestra vida. Se caracteriza por el abuso del poder y la sumisión o dependencia. Para funcionar se basa en el miedo.


En este sistema hay alguien superior, a quien se debe obedecer, y alguien inferior que debe obedecer. También se llama sistema de jerarquías y se ve en el ejército, en las órdenes religiosas, en las oficinas, las escuelas, los negocios y en el matrimonio. Aquí las personas no son iguales, unas tienen más autoridad y poder que otras.

 

El autoritarismo es el origen de la violencia, ya que en él no se respeta el libre albedrío de las personas, sino que, en mayor o menor grado, el de nivel superior considera que la persona a sus órdenes es de su propiedad y que puede hacer con ella lo que quiera.

 

Para obligar al subordinado a obedecer, el superior utiliza el miedo, la intimidación, y su objetivo es controlarlo mediante el engaño, la amenaza, la manipulación, el chantaje o la violencia. El grado de maltrato irá en aumento si la persona no obedece, hasta que haga lo que se le ordena.


Sea en el gobierno, en el trabajo o en el matrimonio, en este sistema el superior centra en él toda la autoridad y todas las decisiones, no permitiendo que los subordinados actúen sin que él esté enterado y lo autorice, llenándose de trabajo porque todos tienen que acudir a él para que les diga qué hacer. No se les permite usar su criterio ni su creatividad, porque el superior no confía en que puedan hacer bien las cosas, provocando en ellos inseguridad y desperdiciando su potencial, por lo cual el trabajo "no rinde".

 

En el nuevo sistema de la equidad o interdependencia, no existen las jerarquías. No hay alguien superior o inferior. Todos son iguales. Es el respeto, la colaboración, el amor al próximo, el humanismo, y no el miedo, lo que constituye sus bases.

 

Allí no existe un superior o jefe que empuja o amenaza, sino un líder que inspira y guía al equipo, a quien todos siguen por admiración y porque tiene más sabiduría, la cual comparte con ellos y los ayuda a crecer.

 

Cada quien respeta el libre albedrío de los demás para hacer lo que crean que es lo mejor en su vida y en su trabajo. Saben que nadie es propiedad de nadie y, gracias a esto, no se dan actos de violencia.

 

En el trabajo, este sistema es el de la calidad, o del trabajo en equipo. En vez de haber un superior y un subordinado, hay un grupo de personas deseosas de realizar una labor, en la que todos colaboran y sus tareas se complementan para alcanzar una meta elevada en beneficio de todos.


Nadie es más, ni es menos. A todos se les permite utilizar su creatividad y su criterio, las ideas se multiplican y muchas son mejores que las que pudiera haber tenido un jefe. Esto se estimula y se premia pues a todos beneficia.


El trabajo se delega, en vez de que se acumule en una sola persona, y cada quien participa en el proyecto que más le interesa, aportando sus mejores ideas, sus capacidades y su pasión.


No se obliga, ni amenaza, ni chantajea a nadie, para hacer lo que no desea, sino que se descubren sus atributos y capacidades. Se utiliza la motivación, la alegría, el entusiasmo, la cooperación y el beneficio de todos para conseguir los objetivos comunes. Con la unión el trabajo rinde más y se logra la sinergia.

 

El autoritarismo que divide, enemista, individualiza y debilita, ha demostrado su obsolescencia. Ya no funciona en ninguna de nuestras instituciones. La equidad es la nueva manera de vivir.

 

El respeto al libre albedrío de los demás, la cooperación, el humanismo, el amor al prójimo, es lo que logra la unión que hace la fuerza y lo único que terminará con la violencia causada por el autoritarismo, por el abuso del poder. Un poder que es sólo una ilusión porque, para que exista, se necesita el acuerdo de dos personas: una que crea que puede quitarle su poder a otra; y otra que crea que alguien puede quitarle su poder.

 

Cuando comprendamos que el abuso del poder es una ilusión, dejaremos de tener miedo. Cuando nos veamos como iguales, confiemos en nosotros mismos y en los demás, sabiendo que tenemos el poder de tomar buenas decisiones, dirigir nuestras vidas y colaborar con los que nos rodean, lograremos la unión que hace la fuerza y seremos libres.

 

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