m
624
14 septiembre 2010
15l
Google
 


 

¿Qué futuro nos espera?
Héctor Franco Sáenz

Al día siguiente de la primera publicación donde cuestionábamos lo poco agraciada que es la enseñanza de las ciencias (y sus resultados) en nuestro sistema escolar, una persona con quien se mantiene una entrañable amistad, nos dijo: “está bien todo lo que dices, pero no planteas lo que se debe hacer”; planteamiento con cierto dejo de provocación, que de momento optamos por diferir, al considerar el problema de una dimensión más profunda y que por su naturaleza reclama un análisis de fondo.

La opción tomada, si bien más difícil, nos ha permitido llegar a explicaciones más satisfactorias al contar con diferentes acercamientos que nos permiten, desde distintos puntos de vista, ubicar la etiología del mal que padecemos, particularmente en la enseñanza de las ciencias, pero que como diferentes opiniones nos han hecho ver, los síntomas del padecimiento se hacen extensivos al resto de las disciplinas.

Debemos admitir que sobre el hecho de los bajos resultados, se ha vuelto habitual de parte de las autoridades manifestar su preocupación al respecto, así como habitual también ha sido el señalamiento de los culpables y las críticas de “Mexicanos Primero”; pero como se podrá apreciar, estas exclamaciones no dejan de ser reacciones, quizás hasta programadas, que no entran al análisis de fondo ni a la búsqueda de soluciones acordes con la magnitud del problema.

Una actitud muy arraigada en cuanto a este problema se refiere, es el planteamiento de salidas inmediatistas y claro, señalando culpables o repartiendo culpas, predisposición que se encuentra en los más altos niveles de la SEP. A finales de octubre de 2006, a menos de un mes de la toma de posesión del actual Presidente de la República, se celebró una reunión del Comité Editorial de la revista “Educación 2001” que dirige Gilberto Guevara Niebla, con los más altos funcionarios de la SEP recién designados.

En presencia de la entonces titular, Josefina Vázquez Mota, se abordó el problema que nos ocupa, o sea: los bajos resultados en las evaluaciones. Ilustrativas resultaron las respuestas de los funcionarios (¿o reacciones?) ante el cuestionamiento de los especialistas, respuestas que quizás reflejaban el origen por el que llegaron al cargo y la formación de los mismos, pero además de ello, su visión de la educación y sus problemas.

Sin muchos rodeos, de hecho se admitió que el problema eran los maestros y las Normales, ante lo que se plantearon diversas alternativas, una de ellas fue que las Normales desaparecieran y que su personal pasara a formar parte de los Departamentos Pedagógicos de las Universidades, según lo externó Jorge Santibáñez, entonces titular de la UPAEP (Unidad de Planeación y Evaluación de Políticas Educativas).

La discusión se presentó entre los mismos funcionarios, dado que por su parte, Rodolfo Tuirán, subsecretario de Educación Superior, instancia de donde dependen las Normales, manifestó su desacuerdo con lo anterior, planteando como alternativa el fortalecer las Normales en todos los aspectos, en pocas palabras: tratarlas como las Universidades, a través de la aplicación de los mismos programas, línea que con toda claridad ha prevalecido en este sexenio, incluyendo a Nuevo León. En el momento correspondiente, el subsecretario de Educación Básica se excusó de dar su opinión aduciendo que su compromiso era con los más de 600 mil maestros que forman parte del nivel básico.

En uno de esos momentos de “desgarramiento de las vestiduras” y ante el cuestionamiento por el bajo nivel de desempeño de los profesores, la propia presidenta del SNTE, originaria de Comitán, Chiapas y egresada del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio (IFCM), organismo cuya misión era capacitar a los maestros empíricos, llegó a demandar al presidente el 19 de agosto del 2008, el cierre de las Normales públicas y  que éstas mejor se dedicaran a “formar técnicos en turismo, técnicos en actividades productivas”, vocaciones más cercanas al empleo, en lugar de licenciaturas en pedagogía”.

Como podrá apreciarse con los ejemplos anteriores, la visión inmediatista y de corto plazo es la que ha estado presente en los altos niveles que dirigen la educación nacional; y ante el futuro catastrófico que ya nos alcanzó, se responde con reacciones que a los pocos días se olvidan, se dedican a hacer política partidista, tratando a la educación como un asunto de segunda, tal y como hasta el presente se ha visto en el presente sexenio.

Que el futuro es desastroso es innegable, no es algo que estemos descubriendo; Guevara Niebla lo señaló desde 1990 en  el artículo “México: un país de reprobados” publicado en Nexos, tesis que reitera en el libro La catástrofe silenciosa, publicado al poco tiempo. 

También Eduardo Andere, investigador del ITAM y experto en educación, desde el 2003 gritó un “SOS” al publicar el libro La educación en México: un fracaso monumental, documento que tenía como subtítulo: “¿está México en riesgo?”, con la finalidad de insistir sobre la gravedad del problema. Luego, en 2006, vuelve a la carga al publicar el libro México sigue en riesgo: el monumental reto de la educación.

Los organismos internacionales a su vez, como UNESCO, BID y OCDE, a cada momento reiteran sus señalamientos sobre la gravedad de la situación de la educación en el país, como lo señaló la semana pasada Andreas Schleicher, Jefe de la División de Indicadores y Análisis de la OCDE, en la presentación del “Panorama Educativo 2010”.

Como si todo esto no importara, mientras, el titular de la SEP anda organizando las fiestas del Bicentenario, recibiendo acusaciones de la profesora y las recomendaciones del líder formal del SNTE sobre sus aspiraciones a la candidatura presidencial. Con todo esto y tantas cosas más, ¿qué futuro nos espera como nación?

 

Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos:

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

m

 

lui

 

 

p81

 

 

Para suscripción gratuita: