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15 septiembre 2010
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FRONTERA CRÓNICA
Que celebre quien tenga que celebrar

JRM Ávila

A lo largo y a lo ancho de la historia patria oficial de cualquier país, abundan los ejemplos de gente que ha sido encumbrada a nivel de heroísmo por vías un tanto truculentas y tergiversadoras; de modo que esa gente es considerada como héroe o heroína (palabra, esta última, doblemente degradante) sin tener el mínimo de merecimiento.

Pero a pesar de lo que rece la historia oficial, como diría Lenin, los hechos son tercos; y, como diría Miloc, el tiempo pone a cada quien en su lugar. Basta echar un vistazo a los principales movimientos armados en nuestro país para poblar con ejemplos evidentes acerca de personas que nada tuvieron de heroicas pero están ahora en un pedestal.

Así que bien puede llamarse a Hidalgo (hasta con rimbombancia) “Padre de la Patria”, pero bastaría con ver una estampita escolar donde aparece empuñando un estandarte en el que se vitorea a la Virgen de Guadalupe y al Rey Fernando VII para darnos cuenta de lo que movía a aquel sacerdote de leyenda. Por una parte, el uso de la religión como gancho para ganar adeptos entre la población; por otra, el hecho de que Hidalgo perseguía no la independencia de la Nueva España (hoy México), sino el retorno al trono español del ex rey Fernando VII (depuesto por Napoleón para imponer a su propio hermano, José Bonaparte, como rey de España).

No obstante, esto no demerita la actuación de Hidalgo como líder del movimiento. No debemos regatear a este caudillo (ni a quienes lo acompañaron en 1810) su arrojo para tomar las armas en contra no de España, sino de Napoleón. Pero que no se nos quiera vender la idea de que deseaba echar de aquí a los españoles buscando la independencia porque eso es una falsedad. En realidad, Hidalgo prefigura al personaje de la novela El Gatopardo, de Lampedusa que se une al enemigo de su clase social “para que todo siga igual”, pero un mérito que no debemos negarle es que fue congruente hasta el final con su manera de pensar.

Sin embargo, una institución que de plano ha perdido la congruencia de manera burda en nuestro país es la iglesia católica. Será suficiente un ejemplo para ilustrarlo. En la época de la lucha armada, de 1810 a 1821, excomulgó a Hidalgo y lo degradó como sacerdote para que pudiera ser fusilado. Pero ahora nos sale, en palabras de uno de sus voceros, con que es pecado no celebrar la independencia de México. ¿Alguien lo entiende?

Hidalgo podrá no ser el personaje histórico que quisiéramos, pero es un gran protagonista de la historia de México, se cuente como se cuente. Y no es necesario que se le ponga en un nicho de la historia oficial, que tan poco de historia y tanto de mito tiene.

¿Doscientos años de Independencia? Que celebre quien tenga que celebrar.

http://fronteracronica.blogspot.com/

 

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