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15 septiembre 2010
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ANÁLISIS A FONDO
Mujeres deportadas
Francisco Gómez Maza

Las noticias de violaciones y secuestros han desalentado la migración
Ahora las mujeres deportadas son el objetivo de las mafias

mA escala global, el número de mujeres migrantes ha sido tan grande como el de hombres migrantes desde los años sesenta. Sin embargo, académicas como Monica Boyd y Elizabeth Grieco, Arlie Hochschild, Nana Oishi, Patricia Pessar y Saskia Sassen, señalan que se han producido importantes cambios cualitativos en las tendencias de la migración femenina actual: las mujeres están migrando para encontrar trabajo, ya sea porque están solas o porque sus parejas están subempleadas y necesitan un ingreso adicional para apoyar a sus familias. Este fenómeno ha sido definido como la "feminización de la migración". Un creciente número de mujeres, madres de hijos pequeños, se suman a los flujos migratorios, muchas veces dejando a sus hijos atrás en el país de origen con algún miembro de su familia extensa.

El estudio de las académicas muestra que no son las mujeres más pobres las que migran, ni las desempleadas. Tres cuartas partes de las entrevistadas en la Estación Migratoria del Distrito Federal habían trabajado al menos una vez en su país de origen y, durante el mes previo a su salida; dos terceras partes de las mujeres estaban trabajando. Las mujeres eran activas en una amplia gama de trabajos. La tercera parte estaba dedicada al sector servicios y la quinta parte era trabajadora agrícola. Mientras que algunas eran profesionales, otras estaban empleadas en fábricas o maquilas. El ingreso anual promedio de las mujeres entrevistadas era de US $3,875. La decisión de migrar estuvo primordialmente motivada por el deseo de brindar mejor educación y condiciones materiales a sus hijos.

Cerca de 80 por ciento de las mujeres entrevistadas, entre ellas todas las madres, establecieron que su principal razón para migrar era ir a trabajar y ahorrar dinero para enviar a sus casas. Aquellas sin hijos migraban para apoyar a otros dependientes, como padres, hermanos y sobrinos. Sin embargo, también mencionaron otros motivos, como las condiciones de violencia e inseguridad tanto en la esfera privada como la pública. Algunas mujeres migrantes hablaron de violencia familiar, donde los insultos, abuso físico y, en algunos casos, sexual eran parte de sus vidas cotidianas. Mientras que algunas de estas mujeres afirmaron que la migración les brindaba un escape a la violencia, sólo una aseguró que era su principal razón para migrar. Fuera de sus casas, las mujeres expresaron miedo de ser robadas o asaltadas, o describieron un ambiente general de inseguridad pública.

En el caso de las mujeres de Guatemala, Honduras y El Salvador, mucha de la violencia estaba relacionada a actividades de bandas, como la Mara Salvatrucha. Incluso dentro de la categoría tradicional de reunificación familiar (mujeres migrando para alcanzar a sus esposos), sólo tres de las 14 mujeres que planeaban encontrarse con sus parejas establecieron que la reunificación era la única razón por la que decidieron migrar. En cambio, las mujeres explicaron que además de buscar unirse a sus maridos, ellas planeaban trabajar porque necesitaban el ingreso adicional.

Un reporte de La Opinión de Los Ángeles revela que, no obstante que las violaciones masivas y secuestros han desalentado los flujos migratorios de mujeres hacia los Estados Unidos de Norteamérica, ahora las víctimas principales de "coyotes" y traficantes de personas son las mujeres deportadas que buscan regresar a toda costa con sus familias. De acuerdo con una investigación de la colega Claudia Núñez, en centros migrantes como la Casa Saltillo, en el estado de Coahuila, actualmente de cada 100 indocumentados, apenas cinco son mujeres que por primera vez salen en busca del "sueño americano". Esa organización solía atender hasta 30 mujeres por cada 100 hombres.

Sin embargo, en las ciudades fronterizas como Tijuana o Nogales, donde las deportaciones son masivas, la historia es muy diferente. Ahí, decenas de mujeres continúan buscando ayuda y casi todas han sido expulsadas de los Estados Unidos. De las 25 mujeres que el refugio tenía al día lunes, apenas eran seis las que pretendían cruzar por primera vez la frontera. La mayoría eran madres deportadas que no piensan detenerse hasta volver junto a sus hijos, como se lo dijo a La Opinión María Galván, trabajadora social de la Casa Madre Asunta, en la localidad de Tijuana.

Cifras oficiales destacan que de enero a julio del presente año, más de 33,000 mujeres mexicanas fueron deportadas por el gobierno estadounidense. Y es precisamente la urgencia de regreso junto a sus familias lo que las ha convertido en el nuevo y jugoso mercado para las mafias del tráfico de personas, le confió a la reportera el sacerdote Francisco Gallardo López, coordinador de movilidad de la casa migrante en las ciudades de Matamoros y Reynosa, Tamaulipas. "Es casi una garantía que las deportadas volverán a intentar cruzar y están cayendo fácilmente en las manos de los secuestradores", le advirtió el sacerdote.

En 2008, de los 560 mil mexicanos que cruzaron la frontera hacia Estados Unidos, el 40% fueron mujeres, según cifras del Grupo en Materia Migratoria de la Cámara de Diputados. Actualmente, la tendencia parece haberse detenido. De los 20 mil inmigrantes que han llegado a las dos misiones a cargo del padre Gallardo, en lo que va del año, apenas un 5% fueron mujeres que buscaban llegar a los Estados Unidos por primera vez. Las noticias de violaciones y secuestros de mujeres eran constantes y pasaban de boca en boca. La organización del padre Gallardo, inclusive, alertó a las autoridades, y notó una disminución constante de las inmigrantes, hasta la detonación por la muerte de los 72 migrantes centro y sudamericanos, masacrados en el rancho San Fernando, en el estado de Tamaulipas, entre las que había una mujer embarazada y niñas", explicó el sacerdote con 25 años de experiencia en asuntos migratorios.

En Monterrey, Ciudad Juárez, Nogales y Laredo parece que se repite un patrón similar. Mujeres deportadas informan que hay muchas detenidas en las cárceles de inmigración. Muchas de las mujeres tienen entre 10 y 20 años en Estados Unidos y usualmente ya no tienen familia aquí en México, indicó Martín McIntosh, director de programa de Iniciativa Fronteriza en Nogales. Sin embargo, los representantes de las 52 casas migrantes católicas que prestan ayuda a los indocumentados sospechan también que el narcotráfico y sus redes de trata de personas pudieran esconderse tras la ausencia de las mujeres indocumentadas en los refugios. En una reunión nacional celebrada la semana pasada, los dirigentes de los centros apuntaron que las redes han comenzado a enfocarse en el género femenino por su facilidad de dominio y las altas ganancias que representa su explotación, indicó el padre Gallardo.

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