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28 Septiembre 2011
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FRONTERA CRÓNICA
Uniformes en la basura
J. R. M. Ávila

Monterrey.- En una de las películas del Hombre Araña, hay una escena en la que alguien encuentra el atuendo al que Peter Parker ha renunciado porque le ha acarrea muchos inconvenientes en su vida personal y, como resultado de esta renuncia, se arma un revuelo de dimensiones insospechadas a lo largo y ancho de la ciudad.

El director del diario para el que Parker trabaja mientras no se caracteriza como superhéroe, paga cien dólares por las prendas y capitaliza la noticia, culminando así la campaña de desprestigio que ha sostenido por mucho tiempo en contra del ”arácnido”.

La gente lamenta, puertas adentro y en las calles, que el enmascarado haya puesto término a la labor que llevaba a cabo en favor de la justicia. Nadie sabe que ha renegado de sus poderes para retomar su vida privada como trabajador, amigo, sobrino, estudiante, enamorado, todo aquello a lo que tiene derecho una persona común y corriente.

Los menores se ven privados de alguien a quien admirar, la policía pierde un colaborador como pocos, la tía de Parker echa de menos al héroe que la ha salvado de la muerte, hasta el mismísimo jefe del diario se queja de que ya no le genere noticias que aumenten las ventas.

Pero esto no puede durar mucho, porque los crímenes siguen y el superhéroe retoma su identidad secreta para seguir protegiendo a la ciudad contra las fuerzas del mal, y todo vuelve a la “normalidad” de la fantasía

Esto viene a cuento porque hace tres días se encontraron algunas prendas de vestir de la Policía de Guadalupe en una banqueta y un contenedor para basura en los Condominios Constitución, en el centro de Monterrey. Poca cosa.

Pero, contrario a lo que sucede en la película, no se tiene la certeza de que estas prendan pertenezcan a un policía que haya renunciado porque el uniforme le acarreaba inconvenientes en su vida personal.

La gente no lamenta que algún policía haya puesto término a su trabajo en favor de la justicia y, si es así, nadie sabe si ha renegado del poder que le confería el uniforme para retomar su vida privada, es decir, todo aquello a lo que una persona común y corriente tiene derecho.

No parece que la niñez de nuestra ciudad se vea privada de alguien a quien admirar, ni que la policía pierda un colaborador como pocos, ni que a alguien se le eche de menos por haber hecho algo heroico.  Los crímenes siguen sucediendo en la ciudad igual que antes (la canción diría: “aquí todo sigue igual como cuando estabas tú”).

La verdad es que las posibilidades del abandono de esos uniformes son diversas y lo que hago aquí es especular a partir de la ficción, dado que, desde ejecuciones hasta secuestros, pasando por extorsiones o cobros de cuentas, el abanico es amplio. Para nosotros no es tan fácil entender si se trata de un acto perpetrado por algún bando de cuantos se enfrentan ahora o por alguna de las policías.

Por supuesto, para el Hombre Araña es más fácil entender su realidad que para nosotros entender la que nos rodea, porque no tiene que enfrentarse a la delincuencia organizada ni a la corrupción política ni a uniformados deshonestos ni a delincuentes del orden común.

Nosotros no poseemos la capacidad del superhéroe de cómic para detectar quiénes son los buenos y quiénes son los malos, porque su realidad no es tan enredada como la nuestra. Para él es más fácil saber a quién atacar y a quién defender; en cambio, en nuestra realidad hay muchos más vericuetos que en la historieta.

Tendríamos que salirnos de nuestra realidad para entender al menos lo que hay tras esos uniformes abandonados. Pero como aquí a nadie parece interesarle desentrañar verdad alguna, la identidad de quien los abandonó es un secreto muy bien guardado. Para bien o para mal.

 

 

 


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© Luis Lauro Garza Hinojosa