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899 5 Octubre 2011

Vértigo de aforismos
Eligio Coronado

El aforismo surge cuando el pensamiento se vuelve práctico y quiere hallarle algún sentido a la realidad. Entonces procede a examinarla y diseccionarla en trocitos que vamos colocando (como si fueran mariposas) bajo los alfileres de nuestra experiencia.

Así lo ha hecho Leticia Herrera en esta Celebración del vértigo*, en la cual, como debe ser, caben todos los temas posibles (casi ciento cincuenta): repudio, ambición, ruina, ignorancia, difamación, rapiña, integridad, suicidio, tolerancia, locura, mezquindad, pasión, moralidad, feminismo, libertad, melancolía, olvido, serenidad, hipocresía, miedo, desigualdad, pureza, motivación, tiempo, dolor, fugacidad, jactancia, valentía, obsesión, sufrimiento, silencio, humildad, etcétera.

Reducir el pensamiento a niveles de definición requiere de cierta habilidad para no afectar la esencia de la idea que se quiere transmitir. El aforismo no es como otros géneros (cuento, novela, ensayo, teatro, et al.) en que las palabras contribuyen a crear la densidad necesaria para darles consistencia y credibilidad.    
Cabe aclarar que el texto literario no nace de las palabras, sino de la idea que las sustenta y que ésta se vuelva trama cuando se le desarrolla.

En cambio, el aforismo se limita a la mera exposición de la máxima, aunque la revista de inteligencia: “Si no me conozco, ¿cómo podría quererme? Si me conozco, ¿cómo podría quererme?” (p. 70), de sarcasmo: “Han pretendido muchas veces educarme;  cuánta paternidad desperdiciada” (p. 68), o filosofía: “La elección de las mujeres: ser individuo o dejar todo al azar y a los demás” (p. 14).

Hay algún desencanto en los aforismos de Leticia Herrera (Monterrey, N.L., 1960): “Si el infierno existiera, sería el mundo” (p. 26), “No podemos presumir de perder el tiempo; nunca lo poseímos” (p. 70), “Los amigos que dejas en el camino; cáscaras viejas de piel: no te detengas” (p. 45).

Sin embargo, todos los escritores deberíamos someternos a la prueba del aforismo por sus beneficios en los aspectos personal y literario, debido a que nos obliga a ser más claros y concisos: “Fui joven, conozco esa alharaca” (p. 33), “la difamación es el recurso de los débiles” (p. 17), “Me rasgué las vestiduras, y después fui libre” (p. 50).

Por cierto, dado que Leticia es poeta, ¿habrá algún puente entre el aforismo y la poesía? La claridad y la concisión del primero son características de esta última, pero eso no parece ser suficiente para establecer un nexo entre ambos géneros, lo cual sí ocurre entre el aforismo y el ensayo.
 
Leticia Herrera. Celebración del vértigo. Monterrey, N.L.: Edit. UANL / Ediciones Fósforo, 2011. 78 pp.

 

 

 

 

 


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© Luis Lauro Garza Hinojosa