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947 12 Diciembre 2011

Peña con sal y limón
Ilena Cepeda

M
onterrey.-
Cuando era niña, recuerdo que mi padre de pronto amanecía con una sed incontrolable; y mi madre molesta, no hacía caso a las peticiones del sediento humano que yacía tirado en la cama. Yo, con mis complejos edípicos tomaba el honor de servirle una Peña con sal y limón. Recuerdo bien la parte en la que mi padre se transformaba de un moribundo abatido, a un vigoroso hombre que después de un baño volvía a la normalidad.

La Peña, esa mágica bebida, sin las gotas de limón y sin los granos de la sal, era una insípida agua burbujeante que seguramente mi padre hubiera expulsado en el primer sorbo; pero acompañada del socorrido aderezo mexicano se convertía en una genialidad.

Hace días, cuando el Peña Nieto cae en las redes de lo imperfecto y comete un fallo, nos demuestra sus absurdos y cae la imagen pulcra del copete fino. La perfección y lo perfectible disimulan una diferencia que atiende la falla y el error. Mientras la perfección alude a la exquisitez de algo concluido, la perfectibilidad tiende a valorar las carencias de lo incompleto, y en esa búsqueda de la corrección se da el aprendizaje y el conocimiento.

No concebía a Peña Nieto tan perfecto, esa imagen me alarmaba. Lejos de engañarme con su refinamiento me parecía insípido e incluso gris. La esmerada asesoría, la vestimenta, el peinado, los movimientos, hacían que su galante postura fuera icónica de la falsedad. Demasiada perfección me llevaba a encontrar simulación y preparación.

Después de la desafortunada presentación de su libro, y de su irremediable confusión, se cae la hermosura y queda nada. Los twitteros y su ingenio, en pocos minutos habían popularizado con mensajes su torpeza literaria. Después vienen las alusiones a sus asesores de imagen, a sus consultores de cultura general y estos defensores de la perfección salen a resguardar el final feliz que de pronto comienza a tambalearse.

“No hay palabras inocentes”, menciona el filólogo Carlos Lomas; además no hay acciones inocentes. Sean bienvenidos los espacios y los momentos donde los políticos nos comuniquen sus ideas, y pensamientos, en donde manifiesten sus errores y podamos ver quiénes son las personas y no sólo los personajes a los que daremos el voto de confianza para dirigir nuestro país.

Para mí: una Peña con sal y limón.

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La Quincena Nº92

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