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BIENVENÍVIDO PESEPÉVIDO
 Lorena Sanmillán
culturalogoCuando mis sobrinos cumplen años quiero subir al cielo, traerles el Cinturón de Orión y dentro de él hacerles un patio de juegos sideral donde puedan saltar de estrella en estrella y que remojen sus ilusiones en la Vía Láctea. Quiero ir al Sahara a traerles arena y que en sus manos moldeen el más cálido y antiguo rayo de sol. Como todo esto son sueños caros, me conformo con ir al Waldo’s a comprarles algo. Además, para regalos exóticos tienen a sus papás.
Por ejemplo, mi sobrino Víctor cumplió siete años la semana pasada. Entre los regalos que recibió se encuentra un PSP, el multifamoso, moderno y caro videojuego de moda. Nunca he sido fan de estas cosas, sin embargo, la nostalgia y la envidia llegaron a mis manos y ojos al recordar el primer Mattel Electronics de beisbol que en mi infancia me tocaba compartir con mis nueve hermanos. Nos turnábamos para usarlo y nunca queríamos soltarlo. En la pantalla negra brillaba un puntito rojo que era la pelota. Ahora el chavillo tiene un juego para él solo, pantalla a colores. Sí. Cuando renazca quiero ser uno de mis sobrinos.
Enséñale a tu tía tus regalos. Así lo mandó mi cuñada conmigo. El chamaco trajo su juguetito. Mira, Lore –me emputa que me digan Lore, pero a él lo dejo que me diga como quiera- éste es mi PSP. Es un regalo que no estuvo bien, estuvo bienísimo. Alcé las cejas como si me importara su plática. Siempre sabe capturar toda mi atención y el resto de los adultos en la casa platicaban de los reajustes en el trabajo y la fluctuación del dólar. Anda pues, aprovéchame y cuéntame lo que quieras de tu PSP.
Lo encendió. La cosa ésta tiene un millón de botones, mismos que me explicó uno por uno y mismos de los que no recuerdo la menor cosa. De ordinario es parlanchín, así que hay que imaginarlo contento. Ahora sí, nunca mejor dicho, niño con juguete nuevo. Y a seguirle el hilo porque era el chavillo del cumpleaños.
Lo senté en mis piernas, abrazándolo con todo mi amor arisco y empezó la cátedra. Cuando lo enciendaz tienes que escoger un jugador, haz de cuenta que el que más te guste. Ok. Luego le escoges un carro, haz de cuenta como si fuera para ti. Ok. Por detrás de sus hombros y oliendo su aroma de niño paseado, yo seguía la explicación. Corrió una carrera a más de 400 millas por hora. Se dio en la torre varias veces pero el coche seguía su recorrido. No te asustez, es de mentiritas. Ok.
Y le puedes poner muchos juegos. ¡Ah, qué bien! Ni me mires, eso no te lo regalaré. Cada cartucho se escapa por mucho de mi presupuesto que no de mi amor por ti. Ya eso es según lo que quieras hacer. ¡Ah, excelente! Si ya estaba asombrada con el juguetito y su sonido, más me impresioné cuando me mostró que la cosa ésta se conecta a internet, que se puede jugar con otra persona en cualquier lugar del mundo y varias linduras más.  ¿Y en qué botón prepara la comida? No, Lore, no hace comida, ¿cómo va a ser? Me encanta la infancia que ignora la ironía. Guante blanco de inocencia sobre la adultez marchita. Ya le aprendí todo lo que tiene. Aprende a lavar tus calzones primero, a sacarte los mocos, cabrón. Él siguió encantado jugando mientras yo lo veía. Como buen chavillo, se abstrajo y su tía fue sólo una silla más en la que él estaba sentado. Hablaba en mayestático, poseído. De pronto se acordó de mí y volvió a platicar conmigo.
Y también tengo videos. ¿A poco? En la pantalla comenzaron videos familiares con sus respectivas anécdotas. Ok, muñeco, aprovecha, hoy eres el niño de la fiesta y escucharé todo lo que me digas. Y también tengo fotos, ¿las quieres ver? Si ya estaba cautiva no tenía para qué preguntarme, pero seguí el juego llena de entusiasmo. Claro, claro, enséñamelas. En la minipantalla, una tras otra, las fotos de su hermana, sus padres, sus amiguillos. Ninguna de su tía consentida. Otro motivo más para no comprarle un cartucho.
Pero lo que máz máz me gusta es que traigo aquí mi canción favorita, ¿la bailamos? Madres. La sola idea me paralizó. Sí te quiero, pero no tanto. Ya me veía bailando una cosa extraña, algo de Rihanna o de banda o hasta Quiero que me quieras.  Pero ¿cómo decirle que no si conserva la mirada de recién nacido? ¿Cómo decirle que no si me tiene en sus manos y aunque yo no tengo botones él sabe bien cómo programarme? Ok, si tú quieres bailamos. Pero hay que pararnos. Ok, nos paramos pues. Buscó a velocidad relámpago su canción favorita, sus dedos bailotearon siguiendo la coreografía al ritmo de sus pupilas. La canción favorita resultó ser El Pávido Návido. Cerré los párpados para evitar que mis ojos se salieran de su órbita ¡Tanta tecnología para escuchar en medio de la noche al Palomo y el Gorrión!  
Y tomados de la mano, mientras se me salían las lágrimas por la ternura, la bailamos y  parafraseamos: Ya se le acabó la pila, al juego que yo jugaba, se le acabaron las vidas, al carro que manejaba, bienvenívido pesepévido, donde está tu juego ávido, está viendo la pantállida, arreglando el internétido, las hijas del pesepévido y el cordón del churumbel. Bienvenívido pesepévido, dónde está tu juego ávido… Su carcajada fue más brillante que todas las estrellas y más cálida que cualquier sol en la galaxia entera.

lorenasanmillan@gmail.com
http://lorenasanmillan.wordpress.com

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