Google
logoprue
fechacult

portada64ind

indice15

indsuplcult

herreraind

valdezind

cepedaind

salaind

coronadoind

onglogo

chisteslogo

RESPONSO
POR UNA PERIODISTA

Óscar Efraín Herrera

En su Cuarteto de Alejandría, uno de los personajes de Durrell le pide a su amada que lo recuerde si no por las obras que hizo, al menos por lo que pudo haber hecho. En este caso Darley apuesta a que su futuro será mejor que su presente. Quién no lo ha dicho, de una u otra forma, cuántas parejas no se han unido por la perspectiva que tienen en el futuro. Pero no sólo en los asuntos del amor, también en los ámbitos laborales y artísticos hay ese pensamiento de que lo que vendrá será superior. Todo esto viene a cuento porque en esta semana cumpliría años una de los mejores prospectos del periodismo regiomontano. Digo que cumpliría porque hace 18 años murió.

Abigail Canchola Olague cumpliría este miércoles 40 años. Estoy seguro que haría fiesta —con cubre-bocas, de ser necesario— y más que muchos irían a saludarla. Pero en las elecciones de julio de 1991, en un accidente carretero, la muerte quiso que ya no la tuviéramos en las redacciones de los periódicos. Quizá es poco lo que pudo haber hecho, pero es inmenso lo que dejó de hacer, pues era de esas personas nacidas para el periodismo, con energía y entusiasmo de sobra para empezar muy temprano la jornada y andar en la noche cubriendo los últimos eventos, tal como se acostumbraba entonces tratar a los reporteros novatos. Con la diferencia de que no lo hacía como rutina, sino que iba aprovechando los topes y tropiezos que se daba para mejorar su oficio con la escritura y su formación intelectual.

Me tocó conocerla en el último tercio de 1989, cuando llegué a la sección cultural de El Nacional, ese extraño periódico de gobierno que puso una sucursal en Nuevo León. No era la mejor oferta periodística, ni el mejor empleo, la mayoría de los compañeros habían rodado sin suerte por otras redacciones; otros, apenas comenzaban en este rudo oficio de andar las calles por la mañana y volver con el sol a redactar en viejas máquinas mecánicas y amarillento papel Revolución.

En realidad, no había sección cultural, me hice cargo de una página que parecía una capirotada de notas de espectáculos con algunos remedos de noticias culturales. No había reporteros, ni servicios informativos (no creo que sea necesario añadir que no había computadoras, ni mucho menos Internet). Abigail fue la primera reportera, poco después se incorporaron los ahora célebres periodistas José Garza y Ángel Sánchez. La historia mejoraba, tuvimos una auxiliar de redacción —Arya Gabriela Aguirre—, que lo mismo era couch que porrista. Más tarde llegó la caballería: varios escritores se dieron tiempo de escribir en este periódico y todo cambió.

Al inicio de 1990, Abigail y sus compañeros, todos menores de veinte años, compartían la mesa de redacción con don Alfonso Reyes Aurrecoechea, Mario Anteo, Gabriel Contreras, Margarito Cuéllar, Sergio Cordero, Genaro Huacal y Zacarías Jiménez, quienes una o varias veces a la semana colaboraban, así como muchos más que lo hacían de manera eventual. La enjundia de los muchachos permitía que hiciéramos un periodismo combativo, reportajes inusuales, entrevistas más elaboradas. Combinamos la nota diaria con textos de creación, columnas de opinión, crítica literaria y crítica de la sociedad cultural. Visto en retrospectiva dos décadas después, aquella sección-suplemento cultural era de campeonato. Pero no todo lo bueno dura, y en este caso los apoyos se acabaron en unos meses. La mayoría de estas plumas emigraron a otras páginas, incluso la mía, que se incorporó al equipo que formó Gabriel Contreras en la sección cultural de El Porvenir.

Unos meses después me siguió Abigaíl, a quien le tocó lidiar con los eventos más incómodos de la agenda, los más lejanos, los más largos, los nocturnos, los del domingo. Quien la conoció debe recordar su estructura ligera, su delgadez extrema y su fuerza de carácter para cumplir con todas las tareas sin chistar. Nunca supe cómo le hacía para salir adelante con sus estudios de periodismo si todo el día tenía trabajo en la redacción. Estoy seguro que hubiera encontrado un mejor estilo propio y un lugar destacado en el periodismo local. No tuvo tiempo. Llegaron las elecciones para gobernador en 1991 y todos los reporteros, de todas las secciones, tuvimos que participar. Tomaron una decisión que resultó equivocada: a los más experimentados nos dejaron en la ciudad y a los novatos los mandaron a los municipios. Abi —así le decíamos— cubrió Bustamante, en donde hubo problemas.

Al día siguiente no importó para nosotros la noticia de quién ganó las elecciones, sino que había muerto una compañera, una amiga, una muchacha alegre de 22 años. En muchos periódicos se escribieron notas, antes de las ruedas de prensa se pedía un minuto de silencio en su memoria, a su funeral llegaron personalidades de la cultura y la política. Varios periodistas propusieron que el nombre de Abigail Canchola fuera puesto en el monumento a la libertad de expresión, instalado en la esquina de Zuazua y 15 de Mayo (¿alguien sabe si la escultura de Ayarzagoitia sigue allí, después de la horrible adecuación vial que hicieron recientemente?).

Ya casi se cumplen 18 años de su partida, pero eso no es lo importante, sino que hace 40 años nació una periodista de la cultura de Nuevo León que si bien la mayoría de sus méritos no los encontrarán en los reportajes que publicó, sino en los que pudo hacer, pero que hoy recordamos porque su valor humano fue grande y su potencial inmenso.

separador

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

maqind

cinind

libind

derechocorreoind

colegiocivilind

paellasanim

hemero15

foko