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RELOJ DE SOL,
LA POESÍA DE GABRIEL ZAID

Óscar Efraín Herrera

culturalogoEn esta semana que se conmemora el Día Internacional del Libro y los Derechos de Autor (23 de abril), y que muchos lo llaman también como día de la poesía, me parece adecuado comentar la nueva edición de Reloj de sol de Gabriel Zaid que salió en enero y en el que el escritor regiomontano reúne su obra poética.

Reloj de sol forma parte de la Biblioteca Zaid, colección de nueve de los títulos del poeta y ensayista, pero revisados nuevamente por el propio autor, según anunció la editorial Random House Mondadori en enero. Ya en 1995 se había publicado en El Colegio Nacional con el subtítulo Poesía 1952-1992. En 1998 se volvió a publicar en la colección “Práctica mortal” —denominada así a partir de uno de sus libros— y en 1999 salió una nueva edición realizada por el ISSSTE. Diez años después se presenta ahora en formato de bolsillo, con cubierta a color ilustrada por la pintora Basia Batorska.
 
En su volumen de poesía, Zaid eligió los textos que forman su verdadera obra poética, no la suma de poemas publicados, sino aquellos que revisados en la madurez, en diferente orden y acomodo, son finalmente su “obra completa”. Sobre este asunto Zaid ha argumentado ampliamente en sus ensayos, en particular en otro de sus libros recientes: El secreto de la fama, Lumen, 2009.

Desde su primer libro (Fábula de Narciso y Ariadna, Katharsis, Monterrey, marzo de 1958), Gabriel Zaid ya muestra las características de su poesía: dominio de la técnica, economía, precisión y claridad de lenguaje, vinculación de temas clásicos con asuntos cotidianos y altas notas de alegría poética destiladas en una versificación inteligente. Más allá de lo anecdótico de sus libros, hay que subrayar que sus poemas resisten no una sino muchas lecturas, porque son producto de muchas lecturas y re-lecturas. Cada verso es cuidado, ordenado y puesto como una máquina perfecta. Lo que no dice, sale, sólo queda lo esencial.

En este sentido, Zaid es además de escritor un maestro, que no necesita dar cátedra o poner un taller literario, basta con leerlo detenidamente (como botón de muestra está su ensayo “Poemas fallidos” en Letras Libres de enero de 2009). Su maestría ya la advertía Octavio Paz en una carta que luego fue puesta como prólogo de su segundo libro: Seguimiento, Fondo de Cultura Económica, 1964. Quizá, más que una enseñanza, debe verse como un ejemplo de escritura poética. Una muestra:

Reloj de sol

Hora extraña.
           No es
El fin del mundo
sino el atardecer.

La realidad,
Torre de Pisa,
Da la hora
A punto de caer.

En este 23 de abril en que las autoridades culturales suelen olvidarse de lo que se celebra, hagamos un verdadero homenaje a nuestro más grande poeta, leyendo y releyendo sus poemas.

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