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MENSAJE DE MEDIANOCHE
Lorena Sanmillán
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Mi tío Baude es un argüendero adorable. Su inocencia es una delicia lo mismo que su disposición a colaborar en los trabajos domésticos. De él aprendí a cambiar un fusible, destapar un drenaje, arreglar una clavija y colocar azulejos. Como siempre ha sido muy cercano a mi familia suele aparecerse por la casa con el menor pretexto. ¡Comadre, comadre!, grita lleno de entusiasmo, mientras pelea con el candado de la casa. Empieza a enterarnos de su noticia a nosotros y a todos los que pasen por la calle en ese momento. Sumamente servicial, si quieres que alguien se entere de algo, basta que se lo comentes y él lo divulgará. 
Un día llegó que se deshacía de felicidad. Le habían enviado una carta de cumpleaños. Una carta es motivo de celebración en cualquier época y más si se trata de una fiesta. ¡Mira, comadre, mira quién me escribió! La felicitación venía de parte de un candidato a alcalde. Obviamente se trataba de un asunto de propaganda, pero él lo ignoraba. ¡Mira, comadre, mira quién firma! Insistía en mostrarle la carta a mi mamá, mientras mis hermanos y yo aguantábamos la risa, incapaces de burlarnos frente a él ni de sacarlo de su error. Cómo terminar con su alegría. Cómo y para qué decirle que sólo era una carta más de las que el candidato escribía por miles con la finalidad de ganar votos. Esa estrategia funciona.
Mi mamá, en uno de sus inolvidables y característicos desplantes irónicos, con suma diplomacia, le dijo: ¡Ay, compadre, ya no la maltrate, mejor váyase a enmarcarla! Él se lo tomó en serio y días después llegó a presumirnos el cuadro. Fascinada por usar su taladro, fui a ayudarlo. La colocamos en la entrada de la casa, a un lado de su foto de matrimonio. Estaba orgullosísimo. Huelga decir que apoyó al candidato y cada que podía mencionaba que el hombre éste se acordaba de su cumpleaños. ¡Ni mis amigos me escriben, pero él sí se acordó! ¡Ven a mi casa a verla, ahí la tengo enmarcada!
Este año estamos en elecciones. Sobran las pintas en las bardas que borran las de Armando Alanís y su Acción Poética. Los candidatos nos envían su mensaje. A algunos no les importa la poesía y eso que el bardo señala que sin poesía no hay ciudad. Sobran los panorámicos, las gorras, las calcomanías; pero ahora ya no hay tantas cartas. Los candidatos se han modernizado y a todo lo anterior se suma el facebook, los http://www, el yútub, twitter y encima, los celulares.
Hace días, con el último aliento del saldo y de la pila de mi celular, envié un mensaje del que me gustaría haber tenido respuesta. Dormí con él en el pecho, cerca de donde dicen que se encuentra el corazón. La pila se terminó y el celular se quedó muerto, mas no así mi esperanza de que el mensaje hubiera sido recibido. Durante todo el día siguiente no lo cargué. Por la noche quise poner la alarma del despertador y lo conecté para que tuviera pila. Cuando el celular estuvo recargado, comenzó a sonar con las alarmas de los mensajes y las llamadas perdidas. La ilusión de recibir el mensaje que ansiaba me hizo brotar una inmensa sonrisa, aunque por no tener saldo no pude responderlo. Besé el teléfono, lo dejé en el buró y me dispuse a dormir.
El celular sonó de nuevo. Serían cerca de las doce de la noche. Sonreí húmeda pensando en su procedencia. Pero no. Se me borró la sonrisa y no sólo porque no se trataba de lo esperado. No. El mensaje venía de un candidato a la gubernatura. No me felicitaba por mi cumpleaños. No. No se quería inscribir para leer en el Sanmillano 2009. No. El sujeto quería mi voto. A las doce de la noche de un domingo cualquiera. ¡No! ¡No! ¡No! ¡No, Fernando!, ¡Así no! No de madrugada. No en domingo. No invadas mi privacidad. No pidas mi celular a la telefónica. No, Fernando, no. Haz tu campaña pero respeta mi tiempo e intimidad. Y si vas a mandar algo, mejor mándame una carta; ésa sí puedo enmarcarla; con el celular, ¿cómo le hago?
p.s. Y para que lo sepas, mi tío Baude no tiene celular.
 
lorenasanmillan@gmail.com
http://lorenasanmillan.wordpress.com

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