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CHOFERES CONTRA POLLOS
Gerson Gómez



culturalogoLucía nació para ser la reina del Carnaval, eso dice Lucía I, su madre, quien llegó a princesa.
Habría logrado ese sueño, la envidia de toda una generación, de no ser por la desafortunada vacilada del destino: siendo el rostro más bello de la costa sur, un brote de varicela en la escuela primaria, contigua a la escuela de idiomas del centro universitario, le impidió concluir el concurso y los jueces al saberla llena de ronchas y posibles cicatrices decidieron darle el papel secundario.
Cuando le entregaron la corona y la banda la comitiva de los organizadores de la feria,  Lucía I con toda dignidad, les dijo: disculpen no les pueda acompañar en esta reunión, pero me espera una cita con la estilista que no puedo reprogramar.
Y los dejó en medio del desconcierto.
En la negrura de su recámara, Lucía I prometió que si tenía una hija cobraría venganza a la vida.
Apenas observo a David, un trabajador maderero, poseedor de sonrisa, nariz y labios precisos, pero no de una herencia cuantiosa, ni de estudios, un domingo de no hacer nada yendo a misa al medio día, previa dispensa con sus conocidas de saber quién era él, se dejó enamorar y convenció a sus apenados padres, que por darle gusto a su única descendiente, depositaron la confianza y la dirección de la estación de radio y periódico en su yerno.
La labor de Lucía I consistió en cocinar y abrir las piernas a cada hora, lo que ella nombró: hacer un depósito.
Ya es hora de depositar, susurraba, después de cada una de las comidas del día.
Los plazos de guardar no exentos de la actividad, aun el piso estuviera ocupado, la labor de crecer y multiplicarse del Sacerdote para el engrandecimiento del reino. Donde su hija sería poseedora del cetro.
Lucía su hija no pasaría por ese trance, y a los seis años, en un viaje de visita a sus abuelos en California, le inyectaron la vacuna contra la varicela, descubrimiento científico del ciclo.
Al cumplir los 18, sabiéndola mujer cabal, talla 3, sus padres, David y Lucía I, con la venia del gremio de Pollos, una especie de cooperativa encargada de la producción, venta y distribución de dicho animal, respaldaron su candidatura.
Claro que va a ganar, dijo Don Atenógenes, el líder vitalicio de la expresión, padrino de bautismo: un gordo sombrerudo, patilla larga, bigote poblado, diente de oro, cinto piteado, becario permanente del sindicato.
Qué rechula se está poniendo mi ahijada, David, nomás ésos son los ojos tapatíos.
Este es mi año, de ser la Reina del Festival. Casi sin morder la uva completó su doceavo deseo.
Muchos de sus parientes, los que viven en el gabacho, en California y en Washington, a quienes en el pueblo les llaman los hijos ausentes, comenzaron la colecta, y en dólares, que con la inflación de este perdido país, alcanza para muchos votos.
Contrataron estilista personal, nutrióloga, fotógrafo, jefe de comunicación social y muchas voluntarias, que sacaron de la estructura electoral del pri en ese municipio para ir casa por casa vendiendo votos y cobrando en dinero o en especie.
Lucía paseaba por la plaza todas las tardes a bordo de una camioneta descapotable regalando tablas de lotería y bolsas de frijoles pintos.
Los fines de semana la llevaban en el camión de bomberos, que como no había incendios en el caserío y menos en la sierra, era bueno correr el motorcito para evitar descomposturas mayores, y si era paseando a una belleza como ella, con mucho gusto lo hacían.
Cuando Lucía decidió huir, de casa de sus padres, abandonar la zona, lo hizo movida por el hastío.
Le importó poco Don Atenógenes, sus padres, las voluntarias de la estructura electoral del pri, el h. cuerpo de bomberos, su jefe de prensa, la estilista y dos fallidos amores.
Primero invento un viaje a Guadalajara, pruebas de imagen, de oratoria y de discurso.
En la central de autobuses se excuso diciéndole a su madre, voy a entrar al baño a cambiarme la toalla sanitaria.
Ay hijita, ¿no puedes esperar?
Mamá estoy toda batida.
Sacó de su bolsa gel anti bacterial, toallitas húmedas, y el consejo: de aguilita mi amor, no te vayas a sentar.
Aprovechó un descuido, veloz rayo, subió al primer taxi y pidió carrera.
Tienes dos opciones, le dijo al chofer, llévame al aeropuerto o irte conmigo a Vallarta y ver lo que sucede.
Con sólo la maleta de mano, se deshizo de la inútil virginidad en un hotel del puerto en los brazos del trabajador del volante.
Igual lo abandonó esa misma noche.
En esa madrugada besó a un italiano, fajó con un noruego, se confesó con un chilango, y se fue a dormir con un australiano.
Se enamoró de la cerveza Foster, de Cocodrilo Dunde, Inxs. Olivia Newton John y AC/DC.
Él le pagó un mes la renta de la habitación, las comidas, las cervezas, las rayas de coca y los implantes de senos.
Formaron familia al comprar un rothwailer. Rompiendo el protocolo de mantener bajo el perfil, Lucía se inscribió para competir en el maxims internacional.
Salió en teve nacional, como Lucybell, belleza jalisciense.
Invento una biografía cosmopolita de educación y viajes, que poco pudo sostener, en el evento final.
En primera fila estaban sus padres, asombrados de la tanga amarilla que mostraba, acompañados de las chicas promotoras del voto del pri, que les ayudaron en la frustrada campaña.
Esta vez, el gremio de Pollos, ganó su Reina, y Lucía II de Lucía I, el perdón.

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