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LA TIENDA
Aureo Salas

 

culturalogoTiempo Perdido

Mi vida es muy simple, me llamo Renard y soy vendedor, tengo un local en la Av. Universidad antes de llegar a una tienda de autoservicio. ¿Que qué tiene de especial todo esto? Pues la verdad el asunto no tiene mucha ciencia, te vendo lo que buscas, lo que deseas o lo que nunca has tenido, sea lo que sea, yo lo tengo. Y tengo muchos clientes porque algunas personas no aprenden que a veces es mejor no tener ciertas cosas… mi tienda se llama: Desde una aguja hasta un elefante.
Hoy les hablaré de Joel, quien entró muy nervioso un día a la tienda. Lo abordé con calma, pues un vendedor siempre debe dar confianza a sus clientes para que el resultado sea óptimo, digo, todo esto es un negocio.
—¿Tiene marcos? —preguntó Joel, pero advertí que necesitaba algo más, algo que desahogara una desesperación que traía dentro.
Después de negociar unos momentos le vendí la caja de los sueños, no crean que se mueve mucho esa cajita, la gente es más complicada de lo que parece, vienen aquí por cosas o motivos diferentes, vienen por talento, por actitudes, habilidades o por algún objeto material, deseado o perdido… y como ya les dije, lo tengo todo y todo lo vendo.
Joel se llevó el aparato a su casa y le pareció extraño, tenía la forma de una caja pequeña, con una palanquita a un costado que sugería una llave de cuerda, el vendedor (o sea, yo) le había mencionado que era una máquina milenaria que podía conceder y hacer realidad los sueños. A Joel se le había hecho una baba el precio que pagó por tan portentoso invento y ahora lo tenía ahí… en su habitación.
Eran las seis de la tarde y afuera estaba lloviendo. Joel se disponía a darle cuerda. Pensaba en su sueño, regresar en el tiempo a un evento ocurrido ocho años atrás para salvar a su mejor amigo de las garras de la muerte, él se llamaba Alex Tena y lo habían asesinado cerca de un parque, alguien lo había asfixiado hasta matarlo. Y, como presagio de un mal augurio, ese mismo año perdió un buen trabajo y a su novia Mayra, con quien iba a casarse; ella lo había abandonado. Nunca renunció al recuerdo de Mayra y aún continuaba apegado a él, algo le decía que si su amigo no hubiera muerto, las cosas no hubieran cambiado tan drásticamente. Siempre pensó que él y Alex, juntos,  iban a llegar muy lejos.
Le dio cuerda a la caja, no para hacer realidad el sueño que lo atosigaba, pues esas cosas no existían; encordó el aparato como un tributo a su amigo, su novia y su vida pasada. La tapa se abrió con lentitud y se escuchó una suave musiquita… repentinamente todo se oscureció al compás de las sonoras campanadas que escapaban del tambor de la pequeña maquinaria.
El hombre aquél ya no estaba en su casa, se veía a sí mismo sentado en una banca de del parque y algo dentro de sí le indicó que estaba de regreso, no lo sabía con exactitud, pero lo sentía, respiraba tiempos pasados en el aire. Dos personas se acercaban sonriendo, era una pareja de novios y parecía que se despedían. Tan rápido como pudo se ocultó detrás de un árbol…
¡Y vaya sorpresa! Se trataba de Alex y estaba con… ¡con Mayra! ¡Dios! Se besaban lentamente en la boca y, después de un efusivo abrazo, se despedían.
Un calor quemante recorrió su cuerpo al observarlos, pues el engaño era evidente, ochos años sin saber que su novia y su mejor amigo lo habían traicionado.
Esperó, tras el añejo árbol, breves instantes que le parecieron eternos, sabía que pronto Alex estaría solo y entonces se lanzaría sobre él, pues el odio que experimentaba era insoportable. Así que le atacaría por la espalda cuando se descuidara y con sus propias manos le desgarraría la garganta… su cara era una mueca en la que se mezclaban el llanto y las carcajadas… La caja de los sueños se cerró violentamente.
¿Qué harías con un deseo? Otra día volveremos a vernos, por lo pronto, estoy esperando a un antiguo cliente, pues tengo lo que ahora anda buscando, un mapa con la exacta ubicación de una mujer llamada Mayra. Aclaro, de una buena vez, lo que el cliente haga con los artículos que vendo no es mi responsabilidad.

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