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996 17 Febrero 2012

COTIDIANAS
Cántame “La enorme distancia”
Margarita Hernández Contreras

Para José María Pulido

Dallas, Texas.- Es un saber luminoso. Más que saber, es un consuelo luminoso. Es un consuelo saber que hay cosas que sobreviven el paso del tiempo. Y que sobreviven —como diría José Alfredo— la enorme distancia. Bueno, que lo sobreviven todo.

Como ciertas amistades, por ejemplo. Yo puedo pensar en cuatro, tal vez cinco. Esas relaciones que se dan cuando uno se va formando como ser humano adulto, cuando uno se va definiendo con sus anhelos y sus temores, sus logros y sus fracasos. Son pues lo que llamo las relaciones definitorias de la vida. De estas relaciones surgen los amigos esenciales en el sentido estricto de la palabra.

Todas estas confidencias salen a relucir porque esta semana recibí la visita de uno de estos amigos. Hacemos cuentas y resulta que ya son 20 años de conocernos. No sé por cuántos no nos vimos y en los últimos, nos vemos acaso una vez cada año o dos, nos carteamos por vía electrónica con cierta regularidad que persiste a pesar de las exigencias cotidianas de cada cual. A veces, tal vez, una llamada telefónica.

Y cuando se impone el silencio o la ausencia, de alguna manera me queda claro que allí, cada uno en su lugar y con sus cosas, estamos como nos sabemos.

Tranquiliza observar que el manto de tantos años, de tanta geografía se pueda descorrer como cuando sale uno de la cama y hace el cobertor a un lado. Y ya. Estamos donde nos quedamos la última vez que nos vimos. O como dice el amigo: “Ya vine”. Y a pesar de todo: de las arrugas, de los achaques, de las abstinencias, de los medicamentos, de la fresez imposible ya de disimular, aquí estamos otra vez. No igualitos pero sí. Seguimos con las mismas broncas, con los mismos aciertos. Ahora todos con hijos y casa, lo cual le da una nueva dimensión a la relación, que si bien es nueva, no asombra.

¿Por qué digo que es un consuelo luminoso saber de estas relaciones que lo sobreviven todo? Creo que son una constancia. Son mi memoria. Todos estos amigos recuerdan muchas cosas de mí que yo ya olvidé. Me recuerdan como yo no supe que era, por ejemplo. Son punto de referencia. Puedo decir que son los que pueden contar varias versiones —y todas ciertas— de lo que fui, de lo que hice. Y seguramente, de algún modo ellos saben que yo también guardo una versión de lo que fueron y puedo narrar un fragmento de por qué son quienes son ahora.

Pensándolo bien, de alguna manera, estos amigos son los pilares que sostienen la vida que vivo y el pasado a través del cual, a veces, me explico.

Guadalajareña, vive en el área de Dallas. Es traductora profesional.
margarita.hernandez@tx.rr.com.

 

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