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1005 1 Marzo 2012

Políticos tránsfugas
Víctor Reynoso

Puebla.- Se conoce como transfuguismo la salida de un político de su partido para ingresar a otro. Es un fenómeno múltiple y diverso, aunque en general es visto como algo negativo. Al grado de que en algunos países está prohibido por la ley. Aunque ciertamente en México tiene su peculiaridad.

En nuestro país no se ha legislado al respecto. Quizá porque ha habido problemas prioritarios, quizá porque la clase política prefiera mantenerse con esta libertad, o quizá también porque se deja en los electores la decisión de premiar o castigar a los políticos que cambian de partido. Este último es probablemente el principal argumento para no legislar sobre el tema.

Lo que nos lleva a la cuestión principal del transfuguismo: el político que deja a su partido para pertenecer a otro ¿se lleva o no su capital político (en caso de que dicho capital exista)? Puede que incluso se incremente dicho capital, puede que merme un poco, o puede llegar a desaparecer.

Los casos en que políticos mexicanos han mejorado su situación política después de cambiar de partido son numerosos y notables. Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador, si nos limitamos a los candidatos a la presidencia. Muy difícilmente hubieran tenido esa oportunidad en su partido original. Si vemos a los gobernadores, la lista es importante. López Obrador, Marcelo Ebrard, Alfonso Sánchez Anaya, y más recientemente Mario López Valdez, Gabino Cué, Rafael Moreno Valle y Ángel Aguirre.

A pesar del saborcillo negativo que deja el término “tránsfuga”, los casos mencionados, y muchos más, exitosos y visibles, pueden ser considerados positivos en varios sentidos. Desde luego para los protagonistas, que obtuvieron en su segundo partido lo que no habrían conseguido en el primero. También para los partidos que los recibieron, pues gracias a sus nuevos cuadros pudieron acceder al poder. Y por último para los ciudadanos, que tuvieron para elegir más y mejores opciones.

Por supuesto que hay que considerar la peculiaridad del caso mexicano. Hacia 1987, una gran parte de la clase política se encontraba en el PRI. Teníamos lo que Salinas llamó un sistema de partido “prácticamente único”, o de una sola fila o cola, en términos de Zaid. Al abrirse varias filas, muchos dejaron la larga y lenta fila priista para pasar a formarse en otras, más cortas y más rápidas.

Es lo que se podría llamar el transfuguismo mexicano de primera generación. Un transfuguismo lógico, esperable, positivo. Quizá todavía estemos, en algunas regiones, en la fase final de esta primera etapa. Después vendrán otras etapas de un transfuguismo con características distintas. En algunos casos al menos, mucho más cargado de oportunismo.

Profesor investigador de la Universidad de las Américas, Puebla.

 

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La Quincena Nº92


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