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1138 4 Septiembre 2012

 

Índigos 132
Nora Elsa Valdez

Monterrey.- Hay una parte de nosotros que se preocupa sólo de las apariencias, que quiere quedar bien con los demás y darles gusto. Quiere vivir para afuera, para lo externo, y no le interesa ver en nuestro interior para descubrir lo que nos hace felices a nosotros mismos, no a los demás.

Hay quienes se la pasan gastando en fiestas o cosas, queriendo quedar bien con los demás o aparentar lo que no son, y luego se quedan sin dinero para su propia comida y la de su familia. ¿Qué hay en nuestro interior que cree que es de vida o muerte vivir de apariencias y de lo que piensen los demás, y no nos deja hacer lo que realmente es bueno para nosotros?

Quizá vio usted la película de Jim Carrey, “Irene, yo y mi otro yo”. En esa película el actor representa a un policía bueno y amable, de quien todos abusaban y se reían, hasta que un día su ira explotó y salió de su interior un monstruo, su otro yo. Ésta parte de su personalidad, enojada y vengativa, a quien puso el nombre de Hank, aterrorizó a todos y los puso en su lugar, pero luego ya no dejaba salir su lado bueno.

Todos llevamos un Hank en nuestro interior. En algunos, este Hank predomina y todos sus actos son abusivos. Pero en otros, Hank sale solamente de vez en cuando y es como si tuvieran dos personalidades: unas veces son buenos y otras son malos.

El pueblo de México fue mucho tiempo un pueblo de personas buenas y respetuosas. Pero de un tiempo a esta parte, quizá desde que empezó a invadirnos la corrupción, los que corrompen mediante el dinero y el poder han obligado a muchas personas, mediante el abuso de la fuerza o aprovechándose de su necesidad, a sacar de ellos el Hank que todos llevamos dentro. Los han hecho pasarse a engrosar las filas de la delincuencia, del narcotráfico, de los políticos corruptos, de los malvados.

¿Qué se necesita para que los mexicanos vuelvan a ser buenas personas? Como Hank, alguien se vuelve malo principalmente por venganza, por odio, porque ha sufrido mucho abuso y maltrato, y quiere cobrarse el daño recibido. Pero si una persona crece en medio del amor y el respeto, será muy difícil que se vuelva malvada sin motivo, o que sea mala por naturaleza. Los mexicanos no somos malos, aunque en estos momentos estén llenando las cárceles de jóvenes inocentes y víctimas del abuso o la necesidad.

Diversos libros y páginas de Internet han publicado desde hace algunos años, que los jóvenes que en estos momentos tienen entre 25 y 35 años, constituyen una generación a la que se ha denominado los “niños índigo”, porque curiosamente su aura es de este color al ser fotografiada por una Cámara Kirlian.

Estos jóvenes son los que desde hace entre 25 y 35 años empezamos a conocer como niños hiperactivos. Padres y maestros de este tipo de niños que hoy siguen llegando, aún siguen sin saber qué hacer con ellos, ni cómo tratarlos, por la gran cantidad de energía que parecen tener, y que los asemeja a pequeños torbellinos que van dejando un gran desorden a su paso. Estos nuevos jóvenes, estos “niños índigo”, que en su mayoría son los que hoy vemos en la televisión en Movimientos como el de “Yo Soy 132”, son muy especiales.

Se dice que sus principales características son el tener una gran inteligencia y valentía, hablar siempre con la verdad, y considerar a sus mayores como sus iguales, por lo que parecen ser “irrespetuosos” (pues no tienen el chip del miedo integrado, como sus padres y abuelos), por lo cual se les debe tratar como adultos desde pequeños, no como tontos o con amenazas de violencia, ya que esto los vuelve rebeldes pues no permiten abusos. No dicen mentiras ni las toleran, y se afirma que en los próximos años serán los nuevos políticos, amorosos y justos, que lograrán la transformación del mundo.

Porque este fenómeno de los niños hiperactivos no es sólo de México o de Estados Unidos, sino que es mundial. Por eso vemos tantos jóvenes en estos momentos en diversos países, levantándose pacíficamente para protestar contra los políticos corruptos y sus injusticias.

Curiosamente desde que estos niños empezaron a aparecer, la industria farmacéutica ha hecho una gran publicidad (y llegó hasta promover una Ley en México, que afortunadamente no se aprobó), para
hacer creer que la hiperactividad es una enfermedad que tiene que ser tratada obligatoriamente con drogas, como el Valium que se administró a los niños de hace 30 años, y como el Ritalin, que médicos y psiquiatras recetan a los niños de hoy, para que padres y maestros no tengan que “batallar” con ellos y puedan mantenerlos zombificados.

Un grave efecto de estas drogas es que impiden que los niños tengan la lucidez suficiente para defenderse de abusos de todo tipo, incluyendo el abuso sexual. El Ritalin tiene una estructura química parecida a las anfetaminas, y se equipara a la cocaína y a la morfina por ser altamente adictivo. Además causa palpitaciones, alucinaciones, ansiedad, irritabilidad, insomnio, náuseas, dolor de cabeza y de estómago, y disminuye el apetito.

Afortunadamente en Estados Unidos ha sido descubierto un tipo de algas, llamadas algas cianofíceas, que son un remedio natural e inofensivo para equilibrar el exceso de energía en los niños hiperactivos.

Los jóvenes de hoy, esos que están saliendo a las calles para protestar  pacíficamente en todos los países del mundo, y que de manera infame están siendo agredidos por la policía, son la esperanza de que nuestra Tierra se convierta en una Nueva Tierra, llena de amor y justicia, cosa que los viejos que hemos sido programados con el miedo, no hemos podido lograr.

Los chicos 132 de todo el mundo son nuestra única esperanza de salvación. No caigamos en el juego de los que quieren satanizarlos, para que les ayudemos a quitarlos de su camino.

Ya que hemos sido tan tontos de permitir que el mundo haya llegado al borde de la destrucción, sin pensar en ellos, tengamos cuando menos el valor de protegerlos, de defenderlos hasta con los dientes, de quienes los han obligado a vender drogas y a matar, y unámonos a ellos para apoyar su causa, pues son ellos los que han venido a salvar al Mundo de la destrucción y de la muerte, y a llenarlo de Amor y Paz.

 

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