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1151 21 Septiembre 2012

 

Imposturas académicas
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- Es bien sabido que las malas noticias son siempre las que mejor se esparcen. En el ánimo de las personas comunes hay mucho de morbo y regodeo cuando se trata de señalar lo malo y vergonzoso en los demás, y sobre todo si se trata de políticos o personalidades públicas.

Algo así se ha desatado desde que se dio a conocer que el verdadero motivo de la renuncia que presentó el señor –que no licenciado- Juan Miguel Ramírez Sánchez a la rectoría del Campus Celaya de la Universidad de Guanajuato fue el haber hecho uso de documentación falsa para acreditar un grado que no poseía. Un auténtico egresado de la Plaza de Santo Domingo.

Por supuesto que no podemos justificar ni explicar este abuso de confianza por parte de un profesor que ostentó la calidad de licenciado en economía por la BUAP durante 14 años. Lo que me parece encomiable es que la institución pudo detectar esta iniquidad, aunque sea de manera tardía, y lo hizo sin importar la investidura del personaje. O tal vez por lo mismo, porque se acercaba el tiempo de su eventual relección en el cargo.

Durante mis 22 años como profesor de la Universidad de Guanajuato he podido testimoniar de primera mano cómo la institución ha trabajado afanosamente en el incremento de la calidad de su personal docente y de investigación. Cuando comencé a dar clases como docente de tiempo parcial de la licenciatura en historia, allá por 1989, lo común era que los profesores apenas tuvieran el grado en el que impartían clase, y algunos ni siquiera eso. Recuerdo un profesor muy popular que sin embargo no se había recibido nunca, y que sin sonrojo presidió varios exámenes recepcionales de sus alumnos. ¡Y nadie objetaba!

En los años ochenta la UG había sufrido una sangría muy importante de profesores de buen nivel luego de la represión que se desató como producto de la única huelga que ha experimentado la institución, en junio de 1977. Docenas de profesores de varias escuelas fueron despedidos, y sustituidos por estudiantes de los últimos grados de sus carreras. La endogamia perjudicó mucho el desarrollo académico de muchos egresados. Los profesores con posgrado sólo existían en las áreas técnicas y científicas, pero no en las humanidades, las artes, las ingenierías, el área de la salud, o en derecho. Yo, con mi maestría culminada en el Colegio de Michoacán en 1985, me sentía como bicho raro entre tanto profesor improvisado.

Las cosas comenzaron a cambiar en los noventa, al mismo tiempo que la SEP y el CONACyT imponían nuevos estándares y certificaciones a la educación superior. Muchos culminamos el doctorado e ingresamos al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en ese periodo –yo en 1991-. Surgieron los sistemas de estímulo a la formación académica, y pronto la credencialitis se instaló en el inconsciente colectivo del profesorado. La presión institucional fue poco menos que brutal, y el resultado fue que de manera muy acelerada se consiguió que la gran mayoría de los docentes contara con al menos un grado mayor al nivel en que impartía clases; es decir, que en el nivel medio superior los profesores tuvieran al menos la licenciatura, y que en licenciatura los docentes tuvieran al menos la maestría. Hoy día, del total de 800 profesores de tiempo completo el 91% tiene algún posgrado, 58.2% cuentan con doctorado, y 306 son miembros del SNI.

Todo este avance sólo fue posible gracias al enorme esfuerzo de la comunidad académica por profesionalizarse e incrementar sustancialmente los índices de desempeño institucional, lo que nos ha permitido ubicarnos en el lugar número 101 entre las mejores universidades de América Latina, según el QS University Rankings 2012.

Sin embargo, es innegable que algunos miembros de la comunidad académica hayan escogido el camino fácil de la trampa y el engaño, evadiendo sus responsabilidades éticas. No dudaría que por ahí existan vivales que detentan grados falsos, o bien títulos de instituciones “patito”, que por un buen dinero te envían tu título, enmarcado con el color de tu preferencia. Como en cualquier fenómeno económico, ante la demanda de títulos ha surgido un mercado negro de los mismos, en particular de universidades extranjeras, que incluso han sido boletinadas por la SEP (ses2.sep.gob.mx/dg/dges/rvoe/avisos/av2.pdf), como la Pacific Western University, la California Miramar University, la Atlantic International University y otras. A ellas se suman las universidades e institutos particulares mexicanos que ofertan maestrías y doctorados light, que con frecuencia ni siquiera cuentan con reconocimiento oficial. Ese mercadeo frívolo de títulos debe ser combatido por la federación y los estados con sumo rigor, porque redunda en la simulación de una calidad académica inexistente.

Si el Rector General de la UG propone una revisión generalizada o aleatoria de títulos y documentos de nuestra planta profesoral, seré el primero en apoyarlo. Vale la pena.

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal

 

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