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1331 3 Junio 2013

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
La exportación de mexicanos
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- El debate por la inmigración ilegal en los Estados Unidos es un asunto que puede verse desde tres perspectivas; desde el punto de vista electoral (el voto de las minorías es cada vez más importante; sobre todo la de origen latino), desde la postura humanitaria (familias desintegradas, jóvenes sin oportunidades) y desde el enfoque economicista del capital humano (la mano de obra barata).

El pragmatismo, que les gusta presumir de cuando en vez a los norteamericanos, indica la necesidad de reconocer que hay millones de indocumentados viviendo y trabajando en los Estados Unidos. También hay quienes destacan que los Estados Unidos es un país de migrantes ( a la población originaria la exterminaron a base de matanzas y la redujeron a vivir en reservaciones); la historia de los Estados Unidos se puede estructurar a partir de las diversas oleadas de migrantes legales e ilegales, desde Europa, África y Asia y más recientemente de América Latina. Así que la situación no es nueva.

Los mismos factores que explican las migraciones en el siglo XVIII y XIX son las mismas razones que las de los migrantes del siglo XX y XXI. La economía de los Estados Unidos vivió un proceso de expansión desde el fin de la guerra de secesión hasta los principios del siglo XXI, con la Gran Depresión de por medio. La economía de guerra y el “complejo económico militar” han sido factor para impulsar la innovación y el desarrollo de tecnologías que han impulsado el crecimiento económico, el más reciente empujón tecnológico han sido las tecnologías de la información y la internet: la economía digital o del conocimiento.

En la Europa de la segunda mitad del siglo XX el proceso de expansión de su economía y de la zona del euro propiciaron una migración interna y también una inmigración “ilegal” desde África y Asia.

Los vaivenes de corto plazo de las economías norteamericana y europea se reflejan de inmediato en acciones para alentar y tolerar, o para desincentivar y reprimir la inmigración. Es como el ejemplo clásico de la revolución industrial en Inglaterra, en las épocas de auge de la producción se incorporó a todos los hombres adultos disponibles, más la mano de obra infantil y femenil, con jornada laborales extensas. Por lo contrario, en las etapas de recesión los primeros en ir al desempleo son los niños y jóvenes y las mujeres. Se reducen salarios y horas de trabajo.

Esta absorción y expulsión de la mano de obra funciona al ritmo del mercado de trabajo, en expansión o en contracción. Así lo destaca Luis Rubio en su comentario sobre el tema (el reporte del Migration Policy Institute): “a excepción de la dificultad de cruzar la frontera, funciona muy eficientemente: cuando hay demanda fluye la corriente migratoria y, cuando no la hay, el flujo es negativo”. Claro que este flujo y reflujo se facilita si al migrante se le mantiene sin la protección de las leyes, desde las laborales hasta las humanitarias.

Así que la informalidad o la flexibilidad en la contratación y el despido son condiciones inmejorables para los empleadores. El trabajador en la informalidad es “más barato” que en la formalidad de un contrato colectivo y el reconocimiento de sus derechos a la salud y la seguridad.

De allí que es posible que se diseñe una ruta más o menos larga para resolver la situación migratoria de los millones que entraron como pudieron y que como pudieron se quedaron. Pero el trato hacia los de fuera, se mantendrá igual, de manga ancha cuándo el ciclo económico (la producción y de las cosechas) se expande y de cierre de fronteras (con el muro incluido) cuando hay contracción.

La situación actual, de muy poco crecimiento de la economía estadounidense, de estancamiento en Europa y de desaceleración en China, se asocia a los diversos pronósticos que señalan que la economía norteamericana va a dejar de ser la primera economía en el mundo.

En casi 20 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con todos los beneficios que ha traído para un segmento de la economía mexicana, los vínculos económicos entre los dos países se han profundizado. La mayor parte de las exportaciones de México van hacia los Estados Unidos y la mayor parte de las importaciones de México vienen desde los Estados Unidos; claro que unas y otras están vinculadas, se importa para producir o ensamblar acá lo que después se va a exportar al propio Estados Unidos. Cuando viene la recesión, como ahora, sobreviene de inmediato un déficit en el comercio exterior.

El realismo regional, en un contexto global de no crecimiento, es que los flujos de migrantes tenderán a reducirse, como ya empezó a suceder con los mexicanos desde hace cuatro años, y habrá que evitar a toda costa la inmigración ilegal, por redundante. La reducción en el volumen de remesas es otro indicador de que el ciclo económico del migrante también va a la baja.

Así que el debate migratorio en los Estados Unidos no va más allá de qué hacer con los ilegales, que ya están allá y cómo prevenir, limitar o controlar a los que todavía crean que hay buenas oportunidades económicas en los Estados Unidos. De momento, la mano de obra mexicana no tiene mayor demanda.

El libre movimiento de los factores que es parte esencial del librecambio se ha limitado al de mercancías y capitales, pero no acaba de complementarse con la libre movilidad de la mano de obra.

El gobierno de Pela Nieto ha confirmado su intención de avanzar en la integración de México con la economía norteamericana. En ese camino, el tema de los energéticos (qué va a hacer México con su petróleo a partir de que los norteamericanos se vuelvan autosuficientes), el tema del agua y los alimentos; el de la salud y la educación, son clave para crear oportunidades de desarrollo interno, para abrir opciones de empleo productivo.

En la medida en que la economía mundial no crece, que la economía norteamericana va a la baja, está bien que se busquen otros mercados, pero la que se puede encontrar más fácilmente es la economía interna.

 

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