Suscribete
 
1337 11 Junio 2013

 

¡Cristo Rey de Monterrey!
Hugo L. del Río

Monterrey.- Es peligroso mezclar la política con la religión. Y es cosa de muy mal gusto, además. Lo digo, claro, por Margarita Arellanes, César Garza y Rodolfo Ambriz.

Ambriz, edil de Juárez, es una folclórica mezcla de panista y cetemista, lo cual no le disminuye un ápice la proclividad a una demagogia de lo más barata y vulgar, pie del que cojean también Arellanes y Garza. Nos costó ríos de sangre entender que, para ingresar a la modernidad, es necesario separar la Iglesia del Estado, establecer el carácter laico de la educación y reconocer que cada ser humano tiene el derecho de adorar –o negar– a Dios a su manera.

Este trío de alcaldes, ninguno de los cuales serviría de ejemplo a sus colegas de latitudes civilizadas, se fue por la vía fácil para ganar el aplauso de las galerías: los seres humanos somos incapaces de resolver los problemas de la vida en sociedad, y nos resulta imposible disipar las tinieblas que nos rodean por la voluntad de Satán.

Ergo, entregamos las llaves de las ciudades a Nuestro Señor Jesucristo y lo hacemos responsable de que la nave corrija el rumbo y llegue en buen estado a puerto seguro. Qué fácil: me desentiendo de las contradicciones de mi ciudad y apelo a la voluntad divina para que me solucione los problemas. Y si no se desliga este nudo gordiano, lo cual seguramente sucederá, qué hacemos: ¿Culpamos al Señor por no hacer su faena? ¿En qué plan ponemos al Gran Geómetra?

Como hombre educado en el laicismo, no me molestan las manifestaciones del trío de místicos; como animal político, siento que, a falta de recursos profesionales, imaginación y conocimiento no sólo de la historia de México y del mundo –que en todas partes se perpetran aún actos de barbarie en nombre del Gran Misterio–, la mala tercia está ofendiendo la inteligencia de sus gobernados y quizás hasta incurra en falta con su confesión o confesiones.

Arellanes, Garza y Ambriz se pusieron a la altura de Nico Maduro, el heredero venezolano a quien Hugo Chávez, en forma de pajarito, le dijo que había convencido al Creador para que un iberoamericano ocupara el Trono de Roma.

La religión es o debe ser un valor; en todo caso, siempre merecedor de respeto. Pero, sentimiento o fe, es norma moral que guardamos en lo íntimo. No es malo pronunciar en público el nombre de Dios ni se comete perjuicio alguno al declararse creyente de esta o aquella doctrina.

Lo reprobable, y aquí sí toleramos la intolerancia, es confundir el poder del César con la Gracia Divina para que este alcalde o aquella presidente municipal gane unos votos con los que pretenda justificar no sólo salario y prestaciones, sino malos manejos que dañan a la comunidad.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com