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1362 16 Julio 2013

 

EL CRISTALAZO
Lo ordinario de lo extraordinario
Rafael Cardona

Ciudad de México.- Si bien ya lo hemos comentado, el asunto de la divergencia entre los senadores y los diputados en torno de un periodo extraordinario para asuntos verdaderamente ordinarios, cuya solución no depende ni del tiempo ni de su extensión, sino de la voluntad y la responsabilidad postergada (por ejemplo el asunto del consejero electoral faltante), se va a resolver muy a la mexicana: cada quién trazará su paralela y algún día las líneas van a juntar.

Ahora ya no se trata de lograr un acuerdo; se trata de salir con la cara limpia o  lo menos sucia posible. Y esto por parte de los senadores después del rapapolvos obsequiado por Manlio Fabio Beltrones, quien más o menos les dijo perezosos o cualquier adjetivo con el mismo significado, pero con rima en su apellido.

El senador Miguel Ángel Barbosa, quien para muchos es una revelación en asuntos de audacia y rápido aprendizaje en las lides parlamentarias, y para otros, un listo con intenciones de suceder a Jesús Ortega, ha dado la solución final a este conflicto:

“… una vez que concluya el periodo extraordinario de sesiones en la Cámara de Diputados, los coordinadores parlamentarios acordarían la realización de otro periodo en la segunda quincena de agosto, ya que existen reformas pendientes en materia de anticorrupción, transparencia y el sistema financiero.”

“Tenemos claro –dice la información divulgada por el senado–, que el Congreso es el espacio institucional y real para el debate y la construcción de acuerdos. Reiteramos nuestra voluntad para construir e impulsar consensos que lleven a un periodo extraordinario conjunto y a un mejor diálogo entre las Cámaras.”

“Miguel Barbosa propuso que una vez concluido el periodo extraordinario en San Lázaro, los coordinadores parlamentarios retomen la propuesta de integrar grupos de trabajo de diputados y senadores para buscar acuerdos en dichos temas, y concretar un periodo adicional con dictámenes consensuados por ambas cámaras.”

“Afirmó que senadores y diputados tienen altura de miras, sensibilidad y responsabilidad (olé, olé) para comprender que el debate parlamentario es una característica que distinguen a un Congreso plural, y hay la suficiente capacidad para construir acuerdos y sacar adelante las reformas que interesan a la población, más allá de intereses particulares o de grupo”.

Total, puro brinco en el suelo parejo.

Landeros

En estos días se conmemoraron dos aniversarios importantes en la literatura iberoamericana. Cincuenta años de la publicación de Rayuela de Julio Cortázar y Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro.

Hace 50 años Elena Garro cimbro al mundo de las letras mexicanas con la publicación de su novela Los recuerdos del porvenir a quién Octavio Paz catalogó como: “Una de las creaciones más perfectas de la literatura hispano mexicana contemporánea”.

Su publicación provocó un leve temblor de tierra, preámbulo del terremoto que comenzó, como todos los terremotos que provocaba Elena, y que aún ahora, cincuenta años después, continúa interesando no solamente al mundo de las letras mexicanas. A decir de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, la Garro es la más preclara precursora del llamado “Realismo mágico.”

Elena recibió, según sé, un sólo premio en narrativa durante su vida y ese fue el “Xavier Villaurrutia”, por Los recuerdos del porvenir. Esos galardones nunca le importaron. Ella estaba consciente del valor de sus obras, algunas le gustaban poco y yo no la contradecía.

En alguna ocasión me dijo refiriéndose a algunos de los escritores premiados,  y tarareando con su voz seductora el corrido de “La tumba de Villa”, que a la letra dice: “Son hojas secas que levanta el vendaval...”

“Nunca olvides que el tiempo es justiciero y vengador, me decía, y que al final del sendero cada cual ocupará el sitio que le corresponda, o quizá simplemente nos lleve el misericordioso olvido. Existen escritores que publican un libro tras otro, pero cuando no hay talento, al decir de Elena, “esos no son escritores, son junta palabras.”

Al compartir su opinión, me gustaría leerles el primer párrafo con el que inician Los recuerdos del porvenir para que comprueben por si mismos, el valor de un libro que conforme pasan los años se lee con el mismo o mayor interés de la primera vez, como suele suceder cuando un libro resiste al tiempo y se convierte en clásico.

“Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Solo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y cómo el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga…”

 

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