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1381 12 Agosto 2013

 

Envuelto en celofán
Hugo L. del Río

Monterrey.- La liberación de Caro Quintero es un regalo para Estados Unidos. Washington tiene argumentos –nosotros se los dimos− para decirle, una vez más al mundo que es imposible confiar en el Estado mexicano.

Los primeros resultados de la puesta en libertad del “kingpin” (como lo llaman nuestros vecinos) serán previsiblemente mayores presiones sobre el gobierno de México para que autorice más agentes de espionaje, o incluso tropas, lo que digan sus mercedes: el Departamento de Justicia y el Pentágono, aunque es improbable –pero no imposible− el envío de marines, SEALS o GIs a México.

Y, segundo: Caro Quintero será extraditado, a menos que fallezca de muerte natural. Esto es, intoxicación plúmbea. A la cúpula mexicana no le conviene que los norteamericanos interroguen, en su casa, al sinaloense. Y no porque tengan los estadunidenses lagunas en su información sobre la ola de podredumbre en que se ahoga México, sino porque Caro Quintero daría más peso a los datos que guardan en sus archivos.

¿Cómo quedaría el sexenio de la renovación moral? En el mandato del colimense fueron asesinados Buendía, Camarena y miles más de mexicanos, muchos de ellos víctimas de la Dirección Federal de Seguridad. Qué decimos de Bartlett, hoy figurón de las izquierdas y entonces secretario de Gobernación y, como tal, jefe de la DFS. ¿No sabía lo que hacían sus muchachitos?

Y el secretario de la Defensa, Juan Arévalo Gardoqui, de quien sus amigos dicen que envió destacamentos militares para proteger los ranchos mariguaneros de Caro Quintero. El de Badiraguato no se esfumó: Washington sabe perfectamente donde está y en el momento oportuno lo apresará…a menos que el Destino –calibres nueve milímetros o .223− se les adelante.

Y pensar que desde la prisión de máxima seguridad dirigía sus negocios, recibía mujeres, organizaba orgías. Y hasta pagó para que le hicieran su narcocorrido:”Nació en Sinaloa/ No era como los que nacen todos los días/Y nunca cedió/Por haber matado a un policía…/Ahora está procesado/Dicen que quieren juzgarlo/ los norteamericanos en sus terrenos/Si se lo llevan nuestras almas sudarán”.

Sí, sangre, sudor y lágrimas. Muchos de los hombres públicos de aquellos años ya murieron, pero otros siguen vivos y, lo más importante: los intereses que crearon o heredaron no sólo siguen en pie, hoy son más poderosos que nunca. Los socios del norte no se acongojan: ellos viven en paz; el infierno está aquí.

Ellos le dieron forma, pero nosotros los ayudamos, con nuestra proclividad a la corrupción y la falta de espíritu cívico…y de riñones.

 

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