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1387 20 Agosto 2013

 

Rifarse el físico
David Carrizales

Monterrey.- Un luchador no se hace en el ring con cada combate o a base de publicidad, pues si sube a luchar falto de condición o adiestramiento físico, puede sufrir una lesión permanente o mortal.

La verdadera formación luchística, dice el enmascarado Magistral, se logra en el gimnasio con entrenamiento, con disciplina y mediante el estudio y práctica cotidiana de las técnicas que han empleado los grandes maestros de este deporte, afirma el deportista nativo de Ciudad Guadalupe, que se abre paso en el arte de las llaves, las patadas voladoras y los costalazos.

Con apenas 18 años de edad y tres de ellos en la lucha libre profesional, el joven gladiador que acumula 30 combates en su récord, demuestra que la disciplina no consiste sólo en acudir a los entrenamientos, sino que también es necesaria para conservar el secreto de su identidad, pues a sus años, cualquier otro se regodearía presumiendo su actividad profesional.

-¿Tus vecinos saben que eres luchador?

-No, porque después me van a buscar pleito. De hecho en la casa sólo mi madre sabía y aunque se preocupaba mucho y se quedaba llorando cuando me tocaba pelear, siempre me apoyó, porque prefería eso a que yo anduviera de pandillero, en las drogas o en la delincuencia, afirma Magistral.

“Hasta hace muy poco se enteró mi padre. Yo no le había dicho porque sabía que no estaba de acuerdo. Pero un día vio mi máscara, y tuve que confesarle a qué me dedicaba; ya hasta fue dos veces a verme luchar”.

Cuenta que el gusto por la lucha libre le nació desde que tenía como tres años de edad viendo a los grandes ídolos del momento en la televisión, imaginándose ser uno de ellos con su máscara, imitando sus lances y provocando emociones en las multitudes.

Considera Magistral que la gente ha dejado de ir a las arenas porque la lucha perdió seriedad cuando algunos famosos se dedicaron a hacer payasadas, y aunque temporalmente atrajeron nuevo público, esa gente se retiró al cansarse de lo mismo, mientras los conocedores y el aficionado tradicional desairaron el espectáculo.

Esto ha provocado que la paga por lucha (unos 500 pesos en promedio) hoy sea igual a la que recibía hace dos años, casi en sus inicios, no obstante que hoy lo programan en combates de semifinales, ya sea en duplas, tercias o en enfrentamientos de mano a mano.

Los promotores han recurrido a organizar combates de “lucha extrema”, donde los deportistas utilizan objetos para golpearse, como si el llaveo y contra llaveo, los costalazos, las patadas voladoras o los lances en topes de cabeza, no fueran suficientes para dar espectáculo y animar al respetable.

El joven luchador señala que para mantenerse en un peso adecuado y conservar una buena condición física a fin de alcanzar un mejor desempeño, no fuma, no toma, ni se desvela, ante lo cual las muchachas de su colonia lo ven como un tipo raro y aburrido; pero ellas no saben lo mucho que disfruta cuando la gente aplaude y grita su nombre en algunas arenas, como la que se localiza en Matamoros y Emilio Carranza, en el mero centro de la ciudad, donde sale a rifarse el físico, a sabiendas de que cada lance que realice puede ser el último.

 

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