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1387 20 Agosto 2013

 

Radiografía del chafirete regio
Hugo L. del Río

Monterrey.- La ruta 70 era una de mis favoritas. Ya no lo es. El otro día, luego de aguantar el sol canicular por cosa de veinte minutos, ví venir el camión. En mi pobre alma atormentada por tantas crisis renació la esperanza. Pero héte aquí que el chafirete, a pesar de que tenía todo el espacio del mundo, tomó el carril izquierdo y como un misil pasó a nosécuántosporhora dejándonos plantados a media docena de aspirantes a pasajeros, entre ellos una señora embarazada.

El carro iba casi vacío. ¿Por qué no se detuvo el chofer, si él y la línea viven precisamente del pasaje que pagamos? Misterio tan insondable como la cantidad de billete gordo que exprime Ismael Flores de Ciudad Guadalupe, Ciudad Benito Juárez, sus taxis, sus buses, su cetemio y sabrá el Gran Arquitecto del Universo cuántos negocios más.

Para Víctor Manuel Martínez, cacique de la Agencia Estatal del Transporte, AET; Margarita Arellanes y Rodriguito Medinita no pido prisión: la justicia sería ampliamente servida si se les obligara, en esta temporada, a subir todos los días a diez de esos carromatos que en Nuevo León están autorizados para llevar y traer seres humanos.

No todos los aurigas son así: los hay amables, algunos hasta dan los buenos días y despiden al viajero con un “que le vaya bien”. Pero esto de no levantar a la gente, pienso, aplicando la lógica formal, tampoco les conviene a los concesionarios o dueños. Ni a las empresas, sean del tamaño que fueran. Los trabajadores llegan tarde por culpa de los conductores.

Sugiero, va de nuez, que una comisión mixta de viajantes, propietarios de buses y representantes de la AET nombren a unos cien ciudadanos por encima de toda sospecha, les den una credencial de inspector honorífico y uno de esos celulares que toman fotos y que se dediquen a la caza de sádicos o desequilibrados del volante que cometan cualquier tipo de infracción: pasar en rojo, detener el armatoste para que el cavernícola pueda comer y tomar la siesta, dejar subir a orquestas enteras con todo y piano, arrancar cuando el pasajero está apenas bajando, hablar por fono de células mientras conducen, fumar, negar el cambio o el boleto y, desde luego, no subir al pasaje.

Probada la falla más allá de toda duda, el primer castigo podría ser una suspensión de diez días sin goce de salario; si hay reincidencia, propongo para la segunda punición veinte días y, pues, a la tercera va la vencida, despido sin indemnización ni cartas de referencia y retirarle la licencia de por vida. Así se hizo grande Esparta.

Por lo pronto, reto al mero mero de la AET a que pasee conmigo, sin faramalla ni previo aviso, en no más de cuatro camiones.

Dicen que sabe mucho de estas vainas. Pues hasta ahora no lo ha probado.

 

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