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1406 16 Septiembre 2013

 

Que busquen paz las dos partes
Hugo L. del Río

Monterrey.- La CNTE abandonó la plancha del Zócalo. Algunos lanzaron piedras y tubos contra la policía federal, que respondió con gases lacrimógenos, chorros de agua a presión y (dejaran de ser mexicanos) una que otra pedrada.

El maestro Manuel Mondragón y Kalb, comandante de esta gendarmería, estuvo a la altura de las circunstancias. No hubo, ni remotamente, reedición del Dos de Octubre ni del Jueves de Corpus.

Tampoco cayó el Estado mexicano en el ridículo de un comportamiento en exceso blandengue ni se refugió en la inacción.

Por parte de la CNTE, también hay que saludar la prudencia y sentido de responsabilidad de sus líderes. No quiero ni siquiera imaginar qué habría ocurrido si los cenetistas se niegan a despejarla Plaza Mayor en la noche del Grito. Y no hablemos del desfile del día 16.

Este episodio, que tiene tantos espacios oscuros, nos deja algunas enseñanzas. Si no las podemos o queremos asimilar, nuestra es la culpa. Uno: no hay que dejar que los problemas crezcan hasta adquirir dimensiones de crisis; dos: es legítimo, más aún, es obligatorio, el uso moderado de la fuerza pública dentro del marco de la ley y el respeto a los derechos humanos. Tres: los hombres de gobierno responsables de las negociaciones no dieron la talla.

El que peor se vio fue Chuayffet. El señor no sabe ni pío de la educación pública: lo pusieron ahí porque tenía prestigio como político profesional. Nadie le hizo caso: al parecer, no tenía nada que decir y, por lo demás, tampoco había interés en escucharlo. Pero el de Atlacomulco no está solo: A Osorio Chong, el titular de la SeGob, el jefe del gabinete, el vicepresidente sin título, el hombre más poderoso de la pirámide gubernamental después del Presidente, se le hizo bolas el engrudo. Esto de ofrecer la solución a poco más de 48 horas de la ceremonia en el balcón presidencial confirma que este funcionario será efectivo en ciertas áreas, pero no en la negociación ni en el diálogo.

Es difícil dar por sentado que las fuerzas armadas estuvieron calladas. Peña Nieto podía vitorear a los héroes en Dolores Hidalgo (la costumbre es hacerlo por lo menos una vez en el sexenio), pero el Ejército y la Armada no pueden cambiar el itinerario de la parada.

Bien. Por lo pronto, podemos respirar tranquilos, aunque el conflicto permitió que el mundo viera nuestras fallas y flaquezas. Pero ahora, hagamos changuitos para que las dos partes busquen, en paz, una solución aceptable y racional.

 

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